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Cosas que amar

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He encontrado una cosa curiosa. Se llama hedonómetro y la idea (pedazo de idea) es sencilla: medir la felicidad del mundo. Y hacerlo midiendo la «temperatura emo­­cional» del planeta a partir de diez mil términos. Por ejemplo, el término happy son 8,30 puntos en la escala del hedonómetro. Hahaha, 7,94; war, 1,80; o jail, 1,76. Y así. Curiosamente, el sábado es el día más feliz de la semana (¿más que el viernes?) y, en fin, que mola el juguete este que han montado dos matemáticos locos de la Universidad de Vermont.

Así que, sin más, he pensado en facilitar el trabajo del Dr. Chris Danforth y plantar (aquí y ahora) las cosas que amo. A destajo. Sin orden, sin propósito, sin segundas intenciones. Estos son mis términos, querido Chris:

El queso, las chicas que se ríen con todo el cuerpo, Madrid, Georges Laval, los cinco últimos minutos de La última noche, los cinco primeros de El Padrino, los besos robados, La Varieté (de Weekend), Jot Down, el polvo antes de la siesta, Comté, los regalos sinceros, los chuchos (todos), los sábados por la mañana, unas sábanas limpias, Daniel Day Lewis, Shadowlands, Round Midnight (de Herbie Hancock), un cuello bonito, el sexo real, que el virtual es triste, los amigos de verdad (tan pocos…), Zelda, los bares de siempre, Laphroaig, ver a tus padres felices, las sobremesas sin prisa, Terroir al Límit, el escalofrío de una noche de verano y los restos de arena en los brazos.

La verdad, los periodistas de raza (quedan, creedme), Grupo Salvaje, la mirada triste de Tony Soprano, Barce­­lona, intuir qué quieres que esté en tu vida y saber quién no y en ningún caso. Y sigo sumando: el olor de la vainilla, borgoña, Cái (como universo), la caliza del Marco de Jerez, Pitu Roca, El bosque animado de Quique Dacosta, la ducha tras una carrera, Hermès, R. E. M., Kiko Amat, Mr. Ego rememorando su niñez en Ratatouille, Woody Allen. Continúo con: la banda sonora de Match Point, Londres, Aponiente, las tetas de Monica Bellucci, las piernas de Monica Bellucci, los ojos de Monica Bellucci, Monica Bellucci, la saga de Bourne, Oliver Peoples, las cartas a mano, los bolígrafos bonitos, el (mi) Submariner, la última cena en elBulli, saber perdonar y perdonarte. Ya voy terminando: los relojes mecánicos y el tacto (y el olor) de un libro recién comprado.

La piel de gallina, los restaurantes, las canciones tontas, el sexo guarro —el tierno también—, Gertrud, Píldoras azules, Ed Wood, San Sebastián, los cines de verano (la emoción de una sala de cine), Los Vengadores, Tumblr, El almanaque de mi padre (de Taniguchi), la intensidad, el silencio, las verduras ecológicas, aquel rodaballo en Elkano, la sonrisa de Ricard, el miedo a decirte lo que siento, Born Again, la barra de Koy Shunka, el roce de (mis) dedos en (tu) espalda, Vostok, Bablut del 97, aquellos días en Beaune, el compromiso, En busca del arca perdida, Robert Mitchum. Y acabo: la inocencia (tu rincón secreto), la madera, la aventura, la piel.

Nada importa

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