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INTRODUCCIÓN Y ETIMOLOGÍA
Dr. J. Vázquez Gallego
La palabra MASAJE no tiene un origen muy claro, de manera que se le atribuyen diversas raíces. Se cree que puede derivar de cualquiera de estos vocablos:
• MASS (del árabe: tocar con suavidad, frotar suavemente)
• MASSEIN (del griego: amasar, frotar, o friccionar)
• MASHECH (del hebreo: palpar, tantear)
• MASSER (del francés: amasar, sobar, masar, dar masaje).
Al principio la palabra se asoció al ejercicio. Posteriormente Le Gentil la usó por primera vez en el siglo XVIII (año 1799) en su obra médica, por lo que es probable que cualquiera de los anteriores fuese el vocablo que dio lugar a la palabra francesa MASSER (masar, amasar, masajear), pero refiriéndose ya en concreto a maniobras manuales de una persona (terapeuta) sobre otra (paciente) y en clara referencia a las maniobras de amasar la piel (carne) con suavidad.
En general, cuando hablamos de masaje, solemos referirnos a manipulaciones sobre el músculo y tejidos blandos de muy diversas formas. En otros casos el trabajo se realiza sobre puntos concretos o líneas de energía.
El masaje consiste en una serie de movimientos ejecutados por las manos del terapeuta sobre la superficie corporal del paciente con objetivos salutíferos, calmantes, sedantes y en ocasiones estimulantes o simplemente higiénicos. La combinación de estos movimientos más o menos intensos, rítmicos y profundos (homogéneos o no) da como resultados finales efectos fundamentalmente analgésicos, relajantes y sedativos.
Expresado en términos más científicos, el masaje podría definirse como: “La acción de suprimir o disminuir la sensibilidad dolorosa por medio de actuaciones manuales sobre la sensibilidad superficial (corpúsculos de Meissner) y la sensibilidad profunda (corpúsculos de Golgi y Pacini)”.
Sea como fuere, el masaje es un remedio terapéutico que ha acompañado al hombre desde el albor de los tiempos con un objetivo principal: “eliminar o atenuar el dolor y mejorar la calidad de vida” de las personas que por unos u otros motivos sufren. En algunas culturas primitivas fue el único e indispensable remedio contra ciertas enfermedades. Después el masaje estuvo más ligado a la higiene corporal y posteriormente se situó en un plano netamente terapéutico (similar al actual).
Por sus escasas contraindicaciones y efectos secundarios, así como por su facilidad de administración y disponibilidad, el masaje es una técnica universal, presente en prácticamente todas las latitudes y culturas desde el albor de los tiempos, si bien actualmente se requiere un alto grado de especialización profesional para que cualquier modalidad de masaje sea terapéuticamente efectiva.
Para unos el masaje es un arte, para otros es una técnica que requiere ser más o menos depurada, pero en la que el aspecto psicoafectivo desempeña un papel importante.
Se dice que hay personas que “han nacido para el masaje” por la destreza, habilidad manual e intuición de sus manos, y es evidente que otras personas, por muchos cursos y prácticas que realicen, nunca llegarán a alcanzar el nivel óptimo para garantizar la eficacia de la técnica. De ahí que podríamos llegar a la conclusión de que “no se aprende a dar masaje; se nace para el masaje”.
A pesar de la velocidad en el descubrimiento de nuevos procedimientos de diagnóstico y tratamiento y de la alta tecnificación de la medicina actual, el masaje (técnica manual ancestral) continúa prodigándose y aplicán-dose, y es un elemento terapéutico que todos los médicos tenemos presente en la medicina contemporánea.