Читать книгу El Mulato Plácido o El Poeta Mártir - Joaquin Lemoine - Страница 13
IX
ОглавлениеSonó en ese momento en un corredor inmediato una campanilla cuyo resorte fué tocado en la puerta de la calle. Manfredo al oirla tocó tambien un timbre que tenia junto a su asiento para llamar a los sirvientes. I al presentarse inmediatamente uno de ellos, le dijo:
—Vé al jardin del patio i divisa desde allí quien ha tocado el tirador de la campanilla. Si es algun amigo introdúcelo aquí, i si es alguna persona desconocida condúcela al salon suplicándola que aguarde i avisándole qué estoi en mesa.
El sirviente cumplió la órden del patron, i volvió poco despues, de carrera, jadeando i lleno de un alborozo indisimulable, dijo sonriendo de alegria:
—Señor, es una mujer que pregunta por la señora.
—¿I quién es ella?
—La costurera Carolina.
—¿Pero qué de ahí? ¿Porqué tanta ajitacion? repuso Manfredo.
—Es, señor, que no viene sola....
—¡Pero, vamos! ¿Quién la acompaña?
—Viene, señor, con el mulatito que le ofreció a la señora. I acercándose a Berta, que estaba distraida atendiendo a su hermanito, la dijo al oido:
—Señorita Berta, ha llegado el mulatito Gabriel.
—¿Dónde está? esclamó ella entusiasmada.
—Está afuera.
—¡Mamá! ¡mamá!, ¡Gabriel ha llegado! Voi a conocerle, dijo palmoteando las manos de alegria, e incorporándose en su asiento para ir en su alcance. Pero el padre la detuvo, diciéndola.
—¡Tranquilízate, niña, i no te muevas de tu asiento! Ya he ordenado que lo introduzcan aquí: ya vendrá.
—¿Pero qué importa que Berta vaya tambien a traerlo? replicó la madre.
—Es que con esas exajeraciones i alharacas ensoberbecen a los sirvientes, i despues se quejan de la misma soberbia que les han inspirado.
Oyóse ruido de pasos en el corredor: todas las miradas principiaron a fijarse en la puerta.
Berta se ajitaba intranquila en su asiento. Alberto palmoteaba la mesa i proferia palabras de júbilo infantil.
Solo Raquel permanecia con una impasibilidad imperturbable, que no revelaba impresion alguna, aunque fijándose bien en su fisonomia se traslucia en su alma una melancólica indiferencia.