Читать книгу El Mulato Plácido o El Poeta Mártir - Joaquin Lemoine - Страница 16
XII
ОглавлениеEn efecto, Manfredo recien llegado i conversaba con su esposa en presencia de Carolina, que estaba mui contenta por que acababa de recibir de Raquel un regalo, para ella valioso, en retribucion de sus buenos oficios.
Berta i Gabriel entraron en ese momento.
—Salud papá; ¿Como le ha ido hoi en sus negocios?
—Menos bien de lo que yo creia hija mia.
—Gabriel ha quedado maravillado al pasear el huerto, agregó la niña.
—Me alegro infinito, porque buenas horas tendrá que pasear en él, contestóle el padre.
—Gabriel aproximándose a Manfredo con aire respetuoso i el sombrero en la mano, le dijo:
—Señor, yo no podré venir a establecerme en su casa, antes de dos o tres dias, por que necesito entretanto, hacer ciertos arreglos.
—Pero Gabriel, repuso Raquel, si no es mas que para traer las cosas de tu pe tenencia, Carolina puede encargarse de ello.
—Gracias, señora, tengo otros quehaceres en los que nadie podria reemplazarme.
—¿Pero cuáles son Gabriel? insistió Raquel.
—Señora... iba a proferir el jóven mulato, pero Manfredo le interrumpió diciendo:
—Raquel, no seas exijente. I volviendo el rostro a Gabriel, agregó:
—Bien está, quedas licenciado por ese tiempo.
—Pero que la ausencia no se prolongue, Gabriel, esclamó Raquel.
—Naturalmente, dijo Berta; si te demoras Gabriel te recibiremos mui ágriamente, i te prohibiré pasear en el huerto.
—Ya me seria penoso prolongar mi ausencia de ustedes, dijo Gabriel, i se despidió cortesmente de todos los de la familia i partió en compaña de Carolina.