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Esa noche, Tom y Benny se sentaron en las escaleras y miraron el sol ponerse sobre las montañas. Benny estaba deprimido. Miró el atardecer como si fuera una ventana hacia el futuro, y todo lo que vio fue convivencia forzada con Tom y los problemas que vendrían con ella. No lo entendía. Sabía que Tom había huido y, sin embargo, ahora se ganaba la vida matando zoms. Tom no hablaba de eso en casa. Nunca presumía sus exterminios, no pasaba tiempo con otros mercenarios, nada hacía para demostrar cuán duro era.

Por un lado, se suponía que los zoms no eran difíciles de matar de uno en uno: no si los enfrentaba una persona lista y bien armada. Por otro lado, no había espacio para cometer errores con ellos. Siempre estaban hambrientos, siempre eran peligrosos. Sin importar cómo tratara de resolverlo mentalmente, Benny no podía ver a Tom como la clase de persona que pudiera cazar muertos vivientes. Era como una gallina acechando zorros.

Durante el último par de años, Benny casi se había atrevido a preguntar a Tom acerca de esto en algunas ocasiones, pero cada vez había abandonado la idea. Tal vez las respuestas hubieran mostrado más de la debilidad de Tom. Tal vez Tom mentía y en realidad se dedicaba a otra cosa. Benny había imaginado muchas explicaciones extrañas e improbables para tratar de concebir como un matazombis al cobarde de Tom. Ninguna se sostenía. Ahora, ante la realidad de la mañana siguiente era tan clara y real como el sol de poniente, Benny finalmente hizo la pregunta:

—¿Por qué haces esto?

Tom lo miró brevemente, pero siguió sorbiendo su café y tardó en contestar:

—Dime, niño, ¿qué es lo que crees que hago?

—¡Dah! Tú matas zoms.

—¿De verdad?

—Es lo que dices —continuó Benny, y agregó a regañadientes—: Es lo que todo el mundo dice. Tom Imura, el gran matazombis.

Tom asintió, como si Benny hubiera dicho algo interesante.

—Entonces, hasta donde tú lo ves, ¿eso es todo lo que hago? Me paro delante de cualquier zombi y ¡pum!

—Pues… sí.

—Pues… no —Tom sacudió la cabeza—. ¿Cómo puedes vivir en esta casa y no saber lo que hago, de qué se trata mi trabajo?

—¿Qué importa? Toda la gente que conozco tiene un hermano, hermana, padre, madre o abuela decrépita que ha matado zoms. ¿Qué más da? —quería decir que él pensaba que Tom probablemente usaba un rifle de alto poder con una mira telescópica y los mataba desde una distancia segura; no como Charlie y el Martillo, que tenían el valor para hacerlo mano a mano.

—Matar muertos vivientes es parte de lo que hago, Benny. Pero ¿sabes por qué lo hago? ¿Y para quién?

—¿Por diversión? —sugirió Benny, esperando que Tom fuera al menos genial en eso.

—Prueba de nuevo.

—Bien, entonces… por dinero…

—¿Estás fingiendo ser tonto o de verdad no lo entiendes?

—¿Qué, crees que no sé que eres un cazarrecompensas? Todo el mundo lo sabe. Charlie, el tío de Zak Matthias, también es uno. Lo he oído contar historias acerca de cómo se mete en lo profundo de Ruina a cazar zoms.

Tom hizo una pausa con la taza de café a medio camino de sus labios.

—¿Charlie…? ¿Conoces a Charlie Ojo Rosa?

—Se enoja si la gente lo llama así.

—Charlie Ojo Rosa no debería estar con gente.

—¿Por qué no? —exigió Benny—. Cuenta las mejores historias. Es divertido.

—Es un asesino.

—También tú.

La sonrisa de Tom había desaparecido.

—Dios, soy un idiota. Debo ser el peor hermano en la historia del mundo si te he hecho creer que soy lo mismo que Charlie Ojo Rosa.

—Bueno… no eres exactamente como Charlie.

—Oh… eso es algo…

—Charlie es el bueno.

—Charlie es el bueno —repitió Tom. Se echó hacia atrás y se frotó los ojos—. Dios santo. ¿Qué es lo que le puedes encontrar interesante en un matón como Charlie?

—Dice las cosas como son —dijo Benny—. Quiero decir, es raro que estemos rodeados por, cuántos, como mil millones de zoms, y aprendamos de la Primera Noche y los zombis en la escuela, pero todos quieren evitar el asunto. Es una locura. Tenemos todos los libros de textos que quedaron de antes de la Primera Noche para saber cómo era el mundo, política y coches y todo eso, pero ¿sabes lo que nos dan a leer de la Primera Noche? Un folleto. ¿Tiene sentido? Te puedo decir la marca y modelo de todos los coches que hayan salido de Detroit, pero no te puedo decir cómo cayó Detroit en la Primera Noche. Sé de teléfonos móviles y computadoras y todas esas cosas de antes… Pero ignoro todo sobre lo que hay del otro lado de la cerca… Salvo lo que aprendo de Charlie. Dos veces al mes practicamos matar zombis en la clase de deportes, pegándole con palos a figuras de paja, y hacemos algo de esas mismas tonterías en los exploradores, pero nadie, en serio, nadie más que Charlie y el Martillo habla nunca de los zoms. Nuestros maestros han de pensar que aprendemos de los zombis de nuestros padres, pero nadie de mis amigos ha escuchado nada en sus casas. Y tú eres peor porque trabajas matando zoms y no hablas de eso. Nunca. Sí, me ayudas con matemáticas e historia y todas esas cosas, pero cuando se trata de zoms… He aprendido más del reverso de las Tarjetas Zombi que de ti. Todas las personas de más de veinte años que viven en este estúpido pueblo se comportan como si viviéramos en Marte. Quiero decir, ¿cuánta gente llega a ir a la Zona Roja, y no digamos hasta donde está la cerca? Ni siquiera los guardias de la cerca hablan de los zoms. Hablan de softbol y de lo que cenaron la noche anterior, pero todos fingen que los zoms ni siquiera están ahí.

—Hay gente que va a la Zona Roja, Benny. Van a poner retratos de erosión para los cazarrecompensas.

—¿Ah, sí? Bueno, pues yo sé de cierto que la mayoría de la gente le paga a chicos para que pongan los retratos por ellos. ¿Cómo lo sé? Porque yo he puesto como cien.

—¿Tú…?

—Las Tarjetas Zombi no se compran solas, Tom. Y cuando la gente le pide a los chicos que pongan los retratos, ni siquiera dicen qué son. Sólo estamos parados ahí, los dos mirando un retrato de erosión, y nadie menciona la palabra zom. La gente sólo dice: “Oye, chico, ¿no quieres poner eso por mí?”. Nunca dicen dónde. Saben que sabemos, pero no son capaces de decirlo. Es muy raro.

—La gente está asustada, Benny. Están en negación. Sólo tienes quince años, así que tú y tus amigos no entienden realmente cómo fue la Primera Noche.

—No me digas, genio. ¡A eso me estoy refiriendo! Nosotros queremos saber.

Tom apretó los labios.

—Supongo… que la gente probablemente quiere protegerlos de eso.

Benny deseó arrojarle algo a Tom. Miró un libro pesado; tal vez eso lo despertaría.

—¿Cómo diablos puede alguien protegernos? Vivimos detrás de cercas, rodeados por Ruina y Putrefacción. ¿Tal vez has oído hablar de ella? ¿Un lugar grande que solía llamarse Estados Unidos? ¿Lleno de zoms? ¡No es justo que la gente no nos diga la verdad!

—Benny, yo…

—¡También es nuestro mundo! —gritó Benny. Sus palabras golpearon a Tom como una bofetada. Luego, después de un silencio, Benny echó otra bomba—: No me molestes por escuchar a Charlie si él es el único que cree que debemos saber la verdad.

Tom lo miró por un largo tiempo mientras distintas emociones fluían como agua sobre su rostro. Finalmente vertió los restos de su café a los arbustos junto al porche, y se levantó.

—Te propongo algo, Benny… Mañana vamos a levantarnos temprano y a salir a Ruina y Putrefacción. Nos adentraremos, como Charlie. Quiero que veas de primera mano lo que él hace y lo que yo hago, y entonces podrás tomar tus propias conclusiones.

—¿Sobre qué?

—Sobre todo, niño.

Y con eso Tom entró en la casa y se fue a la cama.

Ruina y putrefacción

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