Читать книгу Sobre Víctimas y Victimarios - Jorge Enrique Altieri - Страница 34

“Mendoza, Septiembre 3 de 1821. Vistos: Conformándose con el Consejo de Guerra y dictamen del auditor, he venido en confirmar la sentencia de muerte, del dicho Consejo, en consecuencia serán pasados por las armas los reos mencionados: brigadier don José Miguel Carrera, coronel don José María Benavente y el de la misma clase don Felipe Alvarez, en el término de 16 horas, que se les permite para sus disposiciones civiles y religiosas. – Tomás Godoy Cruz – Gobernador de Mendoza.”

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Como cruel ironía del destino, José Miguel Carrera fue fusilado el 4 de septiembre de 1821 a las 11:15 horas en la Plaza de Armas de Mendoza, lugar en el que fueron ejecutados tres años antes sus hermanos Juan José y Luis. La descarga que le produjo la muerte alojó dos proyectiles en su cuerpo y otros dos le destrozaron su cara. En la plaza se concentró una multitud que no profesaba ninguna simpatía por Carrera y el resto de los convictos y, en medios de gritos, vítores e insultos presenció los últimos momentos de los condenados.

Se dice que al cadáver de Carrera se le cortaron los brazos y la cabeza. Uno de sus brazos habría sido enviado a San Juan con la siguiente esquela: “Con el correo conductor de la presente remito a V. E. para trofeo de ese pueblo, el brazo izquierdo del infame Dn. Miguel Carrera, que tantas lágrimas le han ocasionado.” Su cabeza y su brazo derecho habrían sido expuestos durante tres días en las afueras del Cabildo, como prueba de su escarmiento.

Estos hombres, han sido protagonistas de la historia y son fuente de controversia aún en nuestros días y tienen, como tantos otros, defensores y detractores. Los primeros los consideran próceres que padecieron el odio de los generales San Martín y O’Higgins los cuales por cierto, no fueron benevolentes con ellos, pero sus conductas, a juicio de sus detractores, no pueden ser consideradas la “causa” de las penurias de los hermanos Carrera sino más bien la “consecuencia” de su falta de cooperación, de su deslealtad, de su arrogancia y de la ambición desmedida de los mismos, aspectos que los llevaron a convertirse en enemigos políticos peligrosos que conspiraron reiteradamente contra el gobierno y la emancipación de Chile y produjeron hechos aberrantes en las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Los cuerpos de los tres hermanos permanecieron sepultados en el Cementerio de la Caridad de Mendoza, hasta que, en marzo de 1828, por iniciativa del diputado Manuel Magallanes, se aprobó un decreto para repatriar los restos y se los envió a Santiago, siendo sepultados en el Cementerio General y, después, en la cripta de la Catedral de Santiago, donde permanecen hasta ahora junto a los restos de su hermana Javiera.

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