Читать книгу Sobre Víctimas y Victimarios - Jorge Enrique Altieri - Страница 39

“ …Cerca de las dos de la tarde hice detener el carro frente a la sala que ocupaba el general Lavalle, y desmontándome del caballo fui a decirle que acababa de llegar con el coronel Dorrego. El general se paseaba agitado a grandes pasos y al parecer sumido en una profunda meditación, y apenas oyó el anuncio de la llegada de Dorrego, me dijo estas palabras que aún resuenen en mis oídos después de cuarenta años: Vaya usted e intímele que dentro de una hora será fusilado. El coronel Dorrego había abierto la puerta del carruaje y me esperaba con inquietud. Me aproximé a él conmovido y le intimé la orden funesta de que era portador. Al oírla, el infeliz se dio un fuerte golpe en la frente, exclamando: ¡Santo Dios! - Amigo mío, me dijo entonces, proporcióneme papel y tintero y hágame llamar con urgencia al clérigo Castañer, mi deudo, al que quiero consultar en mis últimos momentos …. Como la hora funesta se aproximaba, el coronel Dorrego me llamó y me dio las cartas, una que todo el mundo conoce, para su esposa, y la otra de que yo solo conozco su contenido, para el gobernador de Santa Fe don Estanislao López. Ambas cartas se las presenté al general Lavalle, quien sin leerlas me las devolvió, ordenándome que entregase la dirigida a su señora y que a la otra no le diera dirección.” 31

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Apenas tuvo tiempo el Coronel de escribir algunas cartas, entre ellas las dos que se mencionaron precedentemente y otras dirigidas a sus hijas, a su amigo Miguel de Azcuénaga y a su sobrino, Fortunato Miró. Todas son cortas, sencillas, cargadas de gran emotividad y sin atisbo de resentimiento alguno.

Gregorio Aráoz de La Madrid le entregó su chaqueta militar para su ejecución y preservó así la de su amigo para entregársela intacta a la viuda del prócer. El Coronel enfrentó al pelotón de fusilamiento en un corral ubicado en los fondos de la iglesia del pueblo de Navarro.

De dar sepultura a sus restos se ocupó el religioso Juan José Castañer, primo del ejecutado.

Más tarde el General Lamadrid le envió una carta a Doña Angela Baudrix en la que expresa:

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