Читать книгу Sobre Víctimas y Victimarios - Jorge Enrique Altieri - Страница 37

“Señor presidente, señores representantes: Vuestros votos me han llamado a un honroso pero arduo destino. Mas si algo tiene para mí de lisonjero es porque con él viene envuelta la feliz reorganización de nuestra provincia. Mi primer deber, y en consonancia con mis sentimientos, es felicitaros por tan próspero suceso. La confianza, señores, con que se me distingue es de tan gran peso que yo no me descargaré de ella, sino consagrando mis escasas luces y aún mi propia existencia a la conservación y aumento de nuestras instituciones, y al respeto y seguridad de las libertades. Para arribar a tan altos fines, mis medios de acción serán: religiosa obediencia de las leyes, energía y actividad en el cumplimiento de ellas, y deferencia racional a los consejos de los buenos. Señores Representantes: Para separarme del puesto que me habéis encargado no sólo sería suficiente la sanción vuestra, sino que idólatra de la opinión pública, si no soy bastante feliz para obtenerla, no aumentaré mi desgracia empleando ni la fuerza para repelerla, ni la tenacidad e intriga para adormecerla. Resignaré gustoso un destino que no puede halagar al que se precia de recto, desde que el verdadero concepto público no secunde sus procedimientos. Nada más se puede exigir de mí: el resto es del resorte de la fortuna y de los mismos sucesos. Yo cuento con las luces y cooperación de los señores Representantes y espero la consonancia de todos los amantes del orden y prosperidad de nuestra Patria. Sin tal auxilio mis deseos serían estériles, mis esfuerzos impotentes. La época es terrible, la senda está sembrada de espinas. No es, pues, posible allanarla sin que cada cual concurra con el contingente de conocimientos y recursos contenidos en la esfera de su poder. Felizmente conozco demasiado el patriotismo y virtudes cívicas de todos mis conciudadanos para que ni por un instante pueda hacer lugar a una duda tan injuriosa. Animado con esta esperanza, entro a desempeñar el cargo con que habéis tenido a bien honrarme” 29

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Y reanuda su huida el Coronel, con la frustración de saber que ha servido a su patria sin reservas y le han dado vuelta la cara. De nada sirvió impulsar el derecho a voto de quienes no lo poseían, ni el apoyo a los habitantes del campo en su lucha contra el indio, ni su ideario republicano y federal en beneficio de las provincias. El estado calamitoso de la economía, controlada por capitalistas ingleses y sus acaudalados socios locales sumada a la presión diplomática y militar ejercida por Inglaterra lo obligaron a firmar la paz con el Brasil. ¡Cómo explicar a las futuras generaciones de argentinos que pese a los triunfos militares obtenidos por nuestras tropas se independizaba de las Provincias Unidas del Río de la Plata, la Banda Oriental del Uruguay, como consecuencia de una diplomacia negligente y traidora a nuestros intereses!.

El Coronel siempre fue propenso a ganarse enemigos, su temperamento contribuía a aumentar la lista de sus adversarios, así se agregaban políticos, militares, terratenientes, periodistas, día tras día y éstos no eran precisamente santos, ni justos, ni patriotas, mucho menos honestos, sino oportunistas.

Los soldados victoriosos en la Guerra contra el Brasil, a su regreso, pensaron pasarle al Coronel la factura por las penurias padecidas, sin tomar en consideración que fueron Rivadavia, García y Lord Ponsonby los responsables de sus carencias y desgracias.

El coronel no tomó en consideración la advertencia que le hizo Rosas: “El ejército nacional llega desmoralizado por esa logia que desde mucho tiempo nos tiene vendidos; logia que en distintas épocas ha avasallado a Buenos Aires, que ha tratado de estancar en su pequeño círculo, a la opinión de los pueblos; logia ominosa y funesta, contra la cual está alarmada la nación” 30 Cuando leyó su carta no creyó que pudiera concretarse algo semejante. ¡Qué ingenuo fue!, de nada vale lamentarse.

No le queda nada al Coronel, la poca tropa que pudo reunir fue derrotada en Navarro por el General Lavalle. Decide enfilar hacia Salto, buscando la protección de Ángel Pacheco. No logró su cometido y, finalmente, fue arrestado por dos oficiales a quienes creía leales, uno de ellos fue Bernardino Escribano y el otro Mariano Acha.

El 11 de diciembre de 1828, Lavalle informa que Dorrego fue capturado, en estos términos:

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