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¿Hacia una Segunda Guerra Fría?
ОглавлениеNuestro argumento, entonces, se basa en que, a comienzos de la tercera década del siglo XXI, hay suficientes elementos en común con lo ocurrido en la segunda mitad del siglo XX como para hablar de una Segunda Guerra Fría en ciernes. Para algunos observadores, ello sería una exageración (Bremmer 2020). A diferencia del conflicto surgido entre los Estados Unidos y la Unión Soviética en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, y que llevaría a un sistema internacional bipolar marcado por fuertes diferencias ideológicas y tensiones en el campo militar, lo que habría ahora sería algo muy distinto. El diferendo entre los Estados Unidos y China sería ante todo una competencia por la primacía global que se daría en lo comercial y lo tecnológico, sin los ribetes de un enfrentamiento entre dos tipos de sociedad ni la carrera armamentista que se dio alguna vez entre Washington y Moscú. Según esta perspectiva, estas tensiones se habrían exacerbado debido al peculiar estilo confrontacional del presidente Trump y algunas medidas tomadas por el gobierno chino en reacción a las manifestaciones en Hong Kong y su supresión de movimientos nacionalistas en Sinkiang, pero sería una exageración darle el carácter que tuvo el conflicto entre Washington y Moscú en su momento. De acuerdo a este razonamiento, el retorno de un presidente liberal y moderado, como es Joe Biden, a la Casa Blanca, como ocurrió en 2021, le pondría paños fríos a la escalada de tensiones con China, y las cosas retomarían su cauce de normalidad; esto es, el de una competencia natural entre la potencia hegemónica y una en ascenso, pero en ningún caso con las características de confrontación global que tuvo la Guerra Fría de otrora.
Para sorpresa de algunos, sin embargo, lejos de bajar el diapasón de la retórica anti-China, el gobierno del presidente Biden la ha subido (Sanders 2021). Sin limitarse a mantener las diferencias con Beijing confinadas a temas como la balanza comercial bilateral o los derechos de propiedad intelectual, el presidente Biden y sus colaboradores han planteado el diferendo con China como uno entre democracia y autoritarismo. Los esfuerzos por construir una coalición global anti-China han ido de la mano con una retórica no muy distinta de la del secretario de Estado John Foster Dulles en los cincuenta, y su apocalíptico contraste entre el así llamado “mundo libre” liderado por Washington, y las “naciones cautivas” bajo la férula de Moscú.
En esos términos, los esfuerzos por negar lo que es obvio, y pretender que el conflicto entre Estados Unidos y China no se continuará extendiendo, ni que alcanzará ribetes mayores, no son productivos. Lo que urge, por el contrario, es un diagnóstico adecuado de la coyuntura actual y su significado para América Latina. Esto no implica que no haya diferencias entre ambos tipos de diferendos entre grandes potencias. Las hay, y no son menores, como se puede ver en la Tabla 2.