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El NAA como concepto

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En artículos anteriores sobre este tema, hemos subrayado la relevancia del No Alineamiento como antecedente para esta propuesta (Fortin, Heine y Ominami 2020a; 2020b). No se trata de trasvasijar en forma monotónica planteamientos originados en los sesenta y setenta a las realidades muy distintas del nuevo siglo. Por el contrario, el desafío radica en adaptar conceptos y términos que expresaron una era, a las de un mundo en acelerado proceso de cambio, con las debidas enmiendas y ajustes del caso.

Lo primero a tener presente es la utilidad del término “alineamiento”, un concepto “paraguas” y multidimensional, que no se refiere solo a lo militar, como es el caso de la expresión “alianza”. La noción de alineamiento también “podría proveer el eslabón perdido entre la estructura del sistema internacional y los procesos a nivel de conducta de las unidades del mismo, que la disciplina busca conectar” (Snyder 1997, 32; citado por Wilkins 2012, 55). La noción de alineamiento (y la de no alineamiento) es también más sutil y flexible que la de alianza, que tiende a ser más rígida y atada a temáticas de defensa.

El no alineamiento difiere de la “neutralidad”, que se refiere a no tomar partido en un conflicto bélico, y que ha tenido una connotación más bien negativa (aunque el Mariscal Tito, uno de los fundadores del NOAL, lo describía como “neutralidad positiva”).

El padre del concepto de no alineamiento fue, desde luego, el primer ministro indio, Jawaharlal Nehru (Damodaran 1983). India accedió a la independencia en 1947, justo al inicio de la Guerra Fría, bajo el liderazgo de Nehru, quien vivió en carne propia la experiencia de forjar un Estado-nación bajo las presiones de un mundo bipolar y las exigencias de Washington y de Moscú de tomar partido por alguna de las superpotencias. India fue el primero de los países del mundo afro-asiático en llegar a la independencia en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Sus planteamientos tuvieron un impacto no menor en los líderes del resto de los países que asumían la independencia, tanto en África y en Asia, como en el Caribe.

Lo que los nuevos países de África, Asia y América Latina intentaron a partir de la Conferencia de Bandung en 1955, y luego con el establecimiento formal del Movimiento de Países No Alineados (NOAL) en la conferencia de Belgrado en 1961, fue definir un espacio propio, no subordinado ni a los Estados Unidos ni a la Unión Soviética (Acharya y Buzan 2019, 124-131). En materia de política exterior, este se inspiraba en los principios de panchsheel, con un énfasis en la no-intervención, la soberanía nacional, la coexistencia pacífica y el respeto al multilateralismo. Al comienzo, el NOALpriorizó una agenda de tipo político, como correspondía a países recién asomándose a la vida soberana. Con el correr del tiempo, y bajo el liderazgo de Argelia, así como de países caribeños como Jamaica, ella se trasladó al campo económico, forjando la demanda de un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI), que fijó por varias décadas la agenda de las relaciones Norte-Sur (Getachew, 2019, 142-175).

¿Cuál es la relevancia de ello para América Latina hoy?

Una vez más, el mundo enfrenta una disputa por el poder global (Actis y Creus 2020) entre dos potencias, con América Latina en el medio. Treinta años después del fin de la primera Guerra Fría, la región sigue sumida en el subdesarrollo, y ahora sometida a presiones para alinearse, ya sea con Washington o con Beijing.

Como indica la Tabla 1, sin embargo, el contexto en que se da este nuevo conflicto es muy distinto.

El no alineamiento activo y América Latina

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