Читать книгу Historias cortas de magnicidios y de sangre - Jorge Osvaldo Bazán - Страница 19
Estupor y estallido popular
ОглавлениеLa primera que se entera es la periodista radial Mina Feliciángeli, que exclama al aire “¡Lo mataron a Argaña !” “¡Hijos de puta!”. Conmoción total. La ambulancia llega pronto pero no hay nada más que hacer. En el Sanatorio Americano constatan la muerte, mientras cientos de ciudadanos se congregan para exigir justicia.
Llamativamente, a las 10 de la mañana de ese día sangriento, ya circulaba en medios judiciales una Resolución por la cual se procedía al llamado de elecciones para cubrir la vacancia en la vicepresidencia.
“¿Cómo se enteraron tan pronto ? ¿Acaso tenían la bola de cristal esos jueces, o todo era parte del mismo complot?”. Al mismo tiempo, sectores de la juventud del movimiento argañista del Partido Colorado comienzan a reunirse para marchar hacia el Palacio de Gobierno, para pedir la cárcel para Oviedo y la renuncia del presidente Cubas Grau, que sólo atina a cambiar al ministro del interior para nombrar a su hermano en su reemplazo. Aquel día en el Palacio de López todo era silencio y congoja. Todo el país acusaba a Oviedo del asesinato y el presidente era el que había firmado el indulto que lo sacó de la cárcel en agosto de 1998, aún con la opinión contraria de la Corte Suprema, y ahora Cubas estaba en un brete. Ni siquiera el flamante ministro del interior cree en la inocencia del general retirado.
Es la gota que rebalsa el vaso. Coreando las estrofas de “Patria Querida”, la multitud recorre las calles asuncenas: “Robusto el cuerpo, la frente siempre erguida / Alegres vamos en pos de tu pendón/ (...) Si por desgracia el clarín de las batallas/ Nos llama un día a cumplir el gran deber/ Serán allá nuestros pechos las murallas/ Que detendrán las afrentas a tu ser/ Libre serás oh Patria amada/ Mientras tengamos el rubí/ De nuestra sangre derramada/ Triunfante allá en Curupayty/ (...).
La indignación generalizada motivó la movilización de miles de paraguayos en las plazas del Congreso, los oviedistas también marcharon y se produjeron serios enfrentamientos en la noche del 26 de marzo, cuando francotiradores escondidos atacaron a balazos a la multitud dejando 8 jóvenes muertos y más de 700 heridos. La conmoción precipitó la renuncia del presidente y la huída de Oviedo, en lo que se llamó “El marzo paraguayo”, el “glorioso” marzo paraguayo.