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3. El PIB, métodos de estimación y agregados derivados 3.1. Definición y limitaciones

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El PIB constituye, sin duda, la macromagnitud económica más relevante para determinar la capacidad productiva de una economía. El PIB se define como el valor de todos los bienes y servicios finales producidos por los factores productivos que operan en un territorio, durante un período de tiempo determinado (generalmente, un año, aunque también existen estimaciones trimestrales y semestrales).

Como se explicó páginas atrás, la alusión a los bienes y servicios finales deriva de la necesidad de excluir los de carácter intermedio, al objeto de evitar la doble contabilización. El hecho de que el PIB se refiera a los bienes y servicios producidos en un territorio quiere decir que se considera la producción generada por los factores que operan en el seno de las fronteras, con independencia de su origen nacional. Dicho de otro modo, el PIB de España considera el valor de los bienes y servicios generados por una empresa de origen francés radicada en España; y no considera, sin embargo, el valor de los bienes y servicios finales generados por una empresa de capital español radicada, por ejemplo, en Argentina. Por último, la definición alude al valor de los bienes y servicios generados durante un período de tiempo, lo que sugiere la necesidad de distinguir entre variables flujo y stock.

Se entienden como variables flujo aquellas que expresan un valor que se realiza a lo largo del tiempo: para conocer su magnitud es necesario, por tanto, disponer de dos cortes temporales, el comienzo y el final del período considerado. Es el caso, por ejemplo, de variables como el consumo, las exportaciones, las importaciones o la inversión. Por su parte, las variables stock (o fondo) son aquellas que expresan el valor acumulado de una variable en un momento determinado: para conocer su magnitud basta con un único corte temporal. Es el caso de variables como la deuda, el patrimonio, la población o el stock de capital acumulado en un país. Por supuesto, existe una estrecha relación entre ambos tipos de variables, de modo que una variable stock puede nutrirse de una variable flujo y esta última puede ser resultado de una variable fondo. Por ejemplo, el stock de capital extranjero radicado en un país (variable stock) es la consecuencia de los procesos de inversión extranjera acumulados a lo largo del tiempo (variable flujo); y, a su vez, el stock de capital invertido (variable stock) determina el rendimiento del inversor (variable flujo).

Pues bien, el PIB constituye una variable flujo. Por tanto, no mide la riqueza o patrimonio de un país, sino su capacidad productiva para generar renta (o bienes y servicios) a lo largo de un período, pero no el valor total de la riqueza acumulado en los períodos precedentes (variable fondo). En la realidad internacional pueden encontrarse países notablemente ricos, desde la perspectiva de su patrimonio natural reconocido, y cuyo PIB per cápita se encuentra por debajo de la media mundial (es el caso de la República Democrática del Congo, por ejemplo), mientras otros países con dotaciones limitadas alcanzan niveles de renta per cápita muy superiores (es el caso de Japón, por ejemplo). Por tanto, se trata de dos perspectivas distintas desde las que analizar la actividad económica.

Aunque el PIB constituya el agregado económico más central y el de mayor uso en el análisis económico, es un exceso suponer que es una medida incontrovertible del bienestar material de una población. Entre las limitaciones más centrales que se le suelen atribuir a este agregado económico figuran las siguientes:

En primer lugar, el PIB constituye una variable flujo, por lo que deja marginados aquellos otros aspectos, de importancia indudable en el progreso económico, relacionados con las variables fondo implicadas. Por ejemplo, si un país basa su modelo de desarrollo en la explotación intensiva y acelerada de sus recursos naturales de una forma insostenible (a través de una tasa de deforestación elevada, por ejemplo), este hecho se revelará en la contabilidad nacional en un rápido crecimiento del PIB (variable flujo), sin considerar que ello se hace a costa de una pérdida acelerada del patrimonio forestal (variable fondo), hipotecando las posibilidades de desarrollo futuras.

En segundo lugar, el PIB se define como el conjunto de bienes y servicios finales producidos por una economía, con independencia del carácter o finalidad de tales producciones. Desde el punto de vista de la contabilidad nacional tendrán igual aportación al PIB el gasto de un millón de euros en servicios educativos que en armamento militar, e igual contribución si se dedica a invertir en hospitales que en asumir los gastos derivados del deterioro social, como los asociados al control del crimen o a los accidentes automovilísticos, por ejemplo. No obstante, es obvio que la contribución de cada uno de estos gastos al bienestar agregado de la sociedad es bien diferente.

En tercer lugar, la generación del PIB comporta costes ambientales que no son contemplados en el PIB y que se expresan en forma de emisiones, residuos o agotamiento de recursos. Parece razonable demandar una valoración neta de la actividad económica, restando al valor de los bienes producidos, los costes ambientales a los que se hubiese dado lugar. Sin embargo, esto no sucede y, de este modo, se asume una valoración parcial y sesgada de lo producido. Dada la importancia creciente adquirida por los costes ambientales derivados de la actividad económica, se han generado diversas propuestas tendentes a corregir esta carencia (véase al respecto la Lección 6).

En cuarto lugar, el PIB evalúa los bienes y servicios finales dirigidos al mercado, de modo que se excluyen aquellas actividades que se realizan al margen del circuito mercantil, aun cuando satisfagan necesidades altamente valoradas. Por ejemplo, una parte importante de la actividad productiva en los países más pobres se desarrolla en el marco de una economía familiar de subsistencia, sin que parte de esas actividades lleguen a incluirse adecuadamente en el PIB. En idéntico sentido, y con un grado mayor de generalidad, el PIB no contempla los gastos reproductivos y los cuidados en materia de salud dispensados en el seno de la propia familia, como es el caso del trabajo ligado a la maternidad y al cuidado de los hijos, que han venido desarrollando tradicionalmente las mujeres sin que se evalúe su esencial contribución al bienestar agregado. En esta carencia se fundamenta una de las críticas que las feministas realizan a la contabilidad nacional por su falta de perspectiva de género (Recuadro 1).

En quinto lugar, el PIB es incapaz de valorar de forma apropiada la aportación del sector informal (es decir, el de aquellas actividades no registradas legalmente) a la generación de renta de un país. Este aspecto, aunque importante en todas las economías, alcanza una trascendencia mayor en el caso de los países en desarrollo, donde este sector es amplio y dinámico. Los economistas han derivado diversos procedimientos para aproximar la dimensión de este sector, pero ninguno de estos métodos arroja resultados plenamente satisfactorios.

En sexto lugar, el PIB per cápita es una variable promedio que expresa la renta atribuida a un “individuo representativo” en una economía dada. Pero la representatividad de ese valor promedio dependerá crucialmente de cómo esté distribuida la renta en el seno del país. Y sobre esta dimensión distributiva, esencial para el bienestar agregado, no nos dice nada el PIB.

Por último, existe una contradicción manifiesta entre la apariencia de exactitud que proporciona una cifra precisa de medición del producto agregado y la realidad de los procedimientos, en muchos casos aproximativos, con los que se obtiene esa magnitud. En los países desarrollados son frecuentes errores en las evaluaciones próximos al 10%, pero en los países en desarrollo estos errores se amplifican, hasta llegar a valores próximos al 20% en los peores casos.

Recuadro 1

LA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN LA CONTABILIDAD NACIONAL

Para muchos autores existe una contradicción fundamental en la contabilidad nacional: no se incluye el trabajo realizado en el hogar (principalmente por las mujeres), pese a su indiscutible aportación al bienestar agregado, y, sin embargo, se incluye la producción bélica o las actividades que dañan el medioambiente, cuyo impacto sobre el bienestar es claramente adverso. Estos problemas cobran más vigencia en muchos países en vías de desarrollo en los que el trabajo femenino es vital para la supervivencia de la familia. Por ejemplo, una niña de las tierras bajas de Zimbabwe puede dedicar cerca de 100 horas a la semana a la recogida de agua, al cuidado de sus hermanos, a la búsqueda de comida, etc. Pero estas tareas no figuran en los datos de la contabilidad nacional. Una estimación realizada por el PNUD de la contribución del trabajo no contabilizado de las mujeres en la economía mundial para el año 1993 lo estimó en 11 billones de dólares; teniendo en cuenta que el PIB mundial fue de unos 23 billones de dólares en aquel año, significa que el valor reconocido de la producción total podría crecer en un 50 por 100 si se incluyese el trabajo femenino no remunerado. Más recientemente, en 2012, se realizó un cuidadoso estudio para saber en cuánto se podría evaluar el trabajo doméstico ajeno al mercado, que descansa fundamentalmente sobre las mujeres: la estimación más modesta sugería que, de contemplarlo, el PIB de Estados Unidos se vería incrementado en un 26%. Como se puede comprobar, este campo es de notable dimensión. Por ello, el Reino Unido ha elaborado una cuenta satélite de la contabilidad nacional para registrar tentativamente este aspecto.

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