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6. Indicadores de Desarrollo Humano

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En diversas ocasiones se ha tratado de elaborar un indicador que aproximase el nivel de desarrollo de los países de una manera más completa que el PIB per cápita. Un avance notable en ese sentido se produjo en la década de los noventa, cuando el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) propuso el índice de desarrollo humano (IDH), como forma de hacer operativa su nueva visión del desarrollo. Una visión que identifica el desarrollo con un proceso de ampliación de las capacidades y de las opciones de las personas para hacer aquello que valoran. Sin duda, los ingresos son uno de los condicionantes de esas capacidades y opciones, pero no es la única dimensión relevante: las personas también buscan vivir una vida sana, tener acceso a la formación, disfrutar de la libertad o ser tratados con dignidad. Por ello, el nuevo concepto trata de integrar otros logros, distintos de los estrictamente económicos, que son cruciales para el desarrollo de la vida de las personas.

Hay ámbitos que son difíciles de traducir a un indicador cuantitativo que suscite consenso, por ese motivo el IDH se construye sobre tres dimensiones que se consideran centrales para el ser humano: disfrutar de una vida larga y saludable, tener acceso a los procesos de educación para la ampliación de conocimientos y capacidades, y disponer de medios materiales para llevar una existencia digna. Esas tres dimensiones han estado en la definición del IDH desde su origen, en 1990, aun cuando los indicadores que miden esas dimensiones han sufrido algún cambio en el período considerado.

En la actualidad, las tres dimensiones que componen el IDH –salud, educación y recursos – se traducen en los siguientes indicadores: la salud viene medida a través de la esperanza de vida promedio al nacer; la educación, a través de la media aritmética de dos indicadores, los años de educación promedio y los años esperados de instrucción; y los recursos se miden a través del PNB per cápita en PPA. Al tratarse de medidas diferentes, es necesario normalizar los valores de cada una de ellas para obtener el índice agregado. Para ello, se ponen los valores propios de cada país en relación con la escala de valores máximos y mínimos a escala internacional: esos valores son publicitados por el propio PNUD (Cuadro 10).

Cuadro 10.–Valores máximos y mínimos para el cálculo del IDH (2019)

IndicadorValor máximoValor mínimo
Esperanza de vida8520
Años de educación promedio150
Años esperados de instrucción180
PNB per cápita en PPA75.000 dólares100 dólares

Fuente: PNUD

Posteriormente, se aplica la siguiente fórmula para averiguar el correspondiente valor para cada uno de los índices de país:


Identificado el valor de cada componente, el IDH se calcula como la media geométrica de los índices de las tres dimensiones. Es decir


Así, por ejemplo, adoptemos como caso de estudio Sudán que, de acuerdo con los datos originarios del PNUD, tiene una esperanza de vida al nacer de 65,3 años, 3,8 años promedio de educación, 7,9 años esperados de educación y un PNB per cápita en PPA de 3.829 dólares. Pues bien, el Índice de Salud será:


En cuanto al nivel educativo, habrá que considerar los dos componentes: los años de educación promedio (AEP) y los años esperados de educación (AEE). Es decir:



El Índice de educación se obtiene referido a la media aritmética de los dos indicadores anteriores. En concreto el valor del país será:


Por último, el Índice de renta se construye con un procedimiento similar, pero referido al logaritmo neperiano de los valores correspondientes al PNB per cápita en PPA. Es decir, en el caso considerado:


Por último, el IDH se obtiene como media geométrica de los tres componentes, lo que da 0,510 que es el IDH de Sudán. Es decir:


El procedimiento seguido sitúa a cada país en una posición relativa respecto al conjunto de la comunidad internacional, moviéndose el IDH entre 0 y 1, de menor a mayor desarrollo humano. De acuerdo con los datos de 2019, la relación internacional la encabeza Noruega, con un IDH de 0,957, y la cierra Níger, con un IDH de 0,394. Los países están organizados en cuatro agregados, de acuerdo en que su IDH sea muy alto, alto, medio o bajo (véase Lección 3). En esta relación, España ocupa el puesto 25, con un IDH de 0,904.

Si se quiere apreciar el desarrollo humano es importante conocer también cómo se distribuyen los logros económicos y sociales entre la población: una observación que conduce, de nuevo, a considerar los problemas relacionados con la desigualdad. En una aportación reciente el PNUD ha incorporado un factor de corrección de los indicadores (y, particularmente, del IDH) asociado a la desigualdad: tal factor se expresa a través del cociente entre la media geométrica y la media aritmética de las correspondientes distribuciones. Cuanto más desigual sea la distribución, menor es el cociente entre ambas medias, de modo que corrige a la baja el resultado obtenido en cada uno de los indicadores. El cuadro 9 ofrece el valor del IDH de cada uno de los países contemplados y el IDH ajustado por la desigualdad. Como se puede observar, esta última medida desciende notablemente en los países más desiguales, revelando que para mejorar el desarrollo no basta con elevar los logros sociales, es necesario también distribuirlos adecuadamente.

De entre las desigualdades que rigen en la sociedad, hay una que afecta transversalmente a todos los estratos sociales y es la que remite a las diferencias entre hombres y mujeres: las desigualdades de género. También el PNUD ha dedicado atención a este aspecto crucial y a las formas de medirlo (Recuadro 2). En el cuadro 9 se ofrece información de este indicador, referido a los países más y menos equitativos en su distribución.

Recuadro 2

EL ÍNDICE DE DESIGUALDAD DE GÉNERO

El Índice de Desigualdad de Género (IDG) es un índice compuesto que mide la pérdida de logros en tres dimensiones del desarrollo humano: la salud reproductiva, el empoderamiento y el mercado laboral, debido a la desigualdad entre hombres y mujeres. Se calcula a partir de cinco indicadores: la tasa de mortalidad maternal (proporción entre la cantidad de muertes maternas y la cantidad de nacidos vivos en un año determinado, expresada por cada 100.000 nacidos vivos); la tasa de fecundidad adolescente (cantidad de nacimientos de mujeres de 15 a 19 años, expresados por cada 1.000 mujeres de esa misma edad); los escaños en el parlamento (proporción de escaños en poder de las mujeres en una cámara baja o única o en una cámara alta o senado, expresado como el porcentaje del total de escaños); la población con, al menos, educación secundaria completa (porcentaje de la población de 25 años y mayor que ha recibido educación secundaria completa); y la tasa de participación en la fuerza de trabajo (proporción de la población económicamente activa del país que participa en el mercado laboral, ya sea trabajando o buscando trabajo, expresado como porcentaje de la población económicamente activa). El mayor valor en el IDG en 2017 le corresponde a Suiza (con un IDG de 0,039) y el valor con una desigualdad de género más elevada le corresponde a Yemen (con un IDG de 0,834). En términos generales, aquellos países cuyo nivel de desarrollo humano es bajo y está mal distribuido suele ser alta también la desigualdad entre hombres y mujeres. No obstante, la correspondencia no es perfecta y hay países con alto ingreso, pero menor desarrollo humano (como Kuwait o Qatar) y, a la inversa, países con limitado ingreso, pero apreciable desarrollo humano (como Cuba o Tonga); países con apreciable desarrollo humano, pero con niveles de desigualdad relativamente altos (como Brasil, Namibia o Panamá) y, al contrario, países relativamente equitativos, pero con menor desarrollo humano (como Eslovaquia o Bielorrusia); y, en fin, países de alto nivel de desarrollo y destacable desigualdad de género (como Australia, Irlanda o Estados Unidos) y, a la inversa, países que mejoran su posición relativa cuando se considera la equidad de género (como Eslovenia).

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