Читать книгу Del otro lado del espejo - José Güich Rodríguez - Страница 17

“El quinto evangelio” (1904)

Оглавление

Otro tema de larga data en el desarrollo de la literatura fantástica es el llamado “demonismo”. Como derivación del movimiento romántico, que exploró desde varios ángulos las posibilidades del diablo como sujeto ficcional, el modernismo no fue ajeno a su tratamiento. El relato “El quinto evangelio” es un ejemplo de la supervivencia, en la generación de Clemente Palma, de un material que ya había nutrido las inquietudes de muchos autores, desde Cazotte y Goethe6 hasta llegar a los escritores románticos del siglo XIX.

Víctor Bravo (1987) sostiene que “el demonismo es el centro geométrico del Mal; en él confluye la extensa variedad de expresiones del Mal que en el mito, la religión y la literatura cobran forma” (p. 77). Por otro lado, Bravo propone una relación profunda entre el demonio y la figura del doble: “la figura del diablo se encuentra en la génesis de la figura del doble: podría decirse... que la expresión del doble es una variante del demonismo” (p. 77).

En “El quinto evangelio”, Clemente Palma reelabora esta temática con una variante muy provocadora: Cristo agoniza en la cruz y, en contraste con la narración neo-testamentaria original7, ya es de noche. La atmósfera que construye el narrador omnisciente, que focaliza la mirada desde la perspectiva del crucificado, es sobrecogedora:

Le parecía que el horizonte iluminado por rojiza luz se dilataba inmensamente. Poco a poco fue saliendo la luna e iluminó con sarcástica magnificencia sus carnes enflaquecidas, las oquedades espasmódicas que se formaban en su vientre y en sus flancos, sus llagas y sus heridas, su rostro desencajado y angustioso... Padre mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué esta burla cruel de la Naturaleza? (p. 234)

Luego de esa efectiva comprobación del abandono en el que se halla, Jesús oye una carcajada que procede de la parte posterior de la cruz. Una vez más, Satanás se ha presentado y elige justo el momento anterior al de la muerte para manifestarse. El ajusticiado lo reconoce de inmediato, puesto que tuvieron un encuentro crucial cuando el Nazareno iniciaba su vida pública.

El cuento de Palma también puede encararse como una relectura paródica de aquel episodio, consignado solo por Mateo8, que refiere la estancia de cuarenta días y cuarenta noches en el desierto y las tentaciones a que fue sometido. Según el relato, en la última de esas ocasiones, Satanás le ofrece un poder absoluto sobre el mundo a cambio de que el Nazareno le rinda adoración. Este lo rechaza, anteponiendo el primer mandamiento de la Ley Mosaica.

En “El quinto evangelio”, la intertextualidad respecto al pasaje de Mateo permite, a efectos del relato, enfatizar la persistencia del demonio en cuanto a su tarea de separar al ser humano de su aspiración a la trascendencia y, por el contrario, en confundirlo, sembrar el caos y la disgregación. El mismo título del cuento sugiere esa continuidad, antagónica del plan elaborado por los evangelistas, que busca legitimar la condición de Jesús en la historia. La autoría de este último “relato” correría a cargo del Demonio, el Ángel Caído que quiso desafiar la omnipotencia divina y recibió, como castigo, convertirse en un simulacro inverso, en la “alteridad” maligna, odiosa pero necesaria. En esta ocasión, Satán ya no se manifiesta para tentar a Cristo, como ya lo había intentado en el pasado, sino para anunciarle su derrota y reivindicarse a sí mismo como el único poder viable:

La vida es hermosa y tu doctrina es de muerte, Nazareno. Tu recuerdo perdurará entre los hombres; los hombres te adorarán y ensalzarán tu doctrina; pero tú habrás muerto, y yo, que siempre vivo, que soy la Vida misma, malograré tu divina urdimbre deslizando en ella astutamente uno solo de mis cabellos....¡Oh, maestro!, no es eso lo que tú querías, por cierto; tú querías salvar a la Humanidad y no la salvarás, porque la salvación que tú ofreces es la muerte y la Humanidad quiere vivir, y la vida es mi aliento. (p. 235)

De esta impactante “declaración de principios satánica” surge otra imagen luciferina muy visitada por los románticos: el demonio como el auténtico redentor que alejará a los hombres de esa doctrina de muerte que en realidad es el cristianismo, y les brindará la capacidad de ser libres siguiendo el dictado de su naturaleza. La promesa de vida no es ultraterrena sino que se realiza aquí, en el mundo de los sentidos y de las apetencias mortales. Ya no es el “desintegrador”, sino “el que reúne o integra” a la humanidad con su esencia, que es el placer. En este aspecto, el cuento de Clemente Palma revela la fuerte influencia de corrientes de pensamiento epocales en el cuestionamiento frente a los dogmas hegemónicos.

Mora (2000) lo destaca convenientemente al sostener que Lucifer oblitera la esperanza mesiánica, “... con el muy decadente concepto de que la nada sucede a la muerte [...] idea reiterada en el volumen, que posiblemente provenga de Nietzsche” (p. 69). Este nihilismo finisecular nutrió a un considerable grupo de autores modernistas quienes, inspirados en un escritor de esas singulares características, difícil de clasificar o adscribir a la filosofía o a la literatura, hallaron en él un terreno fértil para la ruptura frente a las creencias tradicionales, proponiendo con ello otros usos estéticos, más afines al espíritu de los tiempos, sobre todo en tránsito de un siglo a otro.

La siguiente escena parodia episodios evangélicos ya aludidos (como el de la tentación en el desierto), valiéndose para ello del estilo profético que caracteriza al Apocalipsis o Libro de las Revelaciones, el último segmento de la Biblia9. El narrador en tercera persona focaliza desde la mirada del Nazareno, al borde de la muerte. Satán le muestra sobre el firmamento, a la manera de una gigantesca pantalla de cine, una serie de acontecimientos:

Vio en el cielo, hacia el Oriente, su propia persona orando en el huerto de Getsemaní; copioso sudor bañaba su rostro y su cuerpo; de pronto una aparición súbita y luminosa le llenó de congoja y de placer; un ángel enviado por su Padre le ofreció un cáliz de oro lleno de acíbar hasta los bordes: “¡Padre mío, lo beberé hasta las heces!”, y lo bebió sellando así el compromiso de redimir a la Humanidad. (p. 236)

Satán despliega ante el ajusticiado imágenes del pasado cercano, del presente y del futuro, anunciándole qué ocurrirá con su doctrina en los siglos venideros. Estas visiones describirán corrupción, asesinatos y guerras a escala planetaria, actos efectuados en nombre de aquel que está muriendo en una cruz. Y muchos de estos episodios serán ejecutados por religiosos, lo que realza, sin duda, los contornos de la ironía trágica.

Pero el giro definitivo de la historia y que la ubica plenamente dentro de los alcances de lo fantástico ocurre cuando, en una nueva visión, surge en el cielo una escuálida figura, armada con lanza y escudo, que al principio evoca al tétrico cuarto jinete mencionado en el Apocalipsis. No obstante, Satán tiene otra explicación para el suceso:

He aquí, Maestro, que, además de los Evangelios que escribirán Mateo, Marcos, Lucas y Juan, se escribirá dentro de diez y seis siglos otro que comenzará así: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor...!”. (p. 238)

La súbita aparición de uno de los personajes más icónicos de la literatura universal, confundido con la imaginería apocalíptica, obliga al lector a replantear toda su expectativa previa. Satán desliza sutilmente que las obras maestras de la humanidad, como la novela de Cervantes, son, de algún modo, su propia creación, reivindicándolas desde una órbita metaficcional; él inspira a todos los grandes artistas, capaces de construir mundos autónomos, con sus propias leyes y que corren paralelos al que habitamos. En estas dimensiones alternas, se despliegan poderes análogos a los divinos.

Por un lado, se establece un paralelo entre las figuras de Cristo y el Quijote, en cuanto ambos son seres destinados a la incomprensión y al choque frontal con una realidad antagónica y negadora de sus aspiraciones o anhelos. En este nivel, el Cristo de los Evangelios no sería sino una figura ficticia, que ya poca relación tiene con el personaje histórico que nació, vivió y murió en Palestina a comienzos del siglo I. En segundo término, y acorde a los presupuestos filosóficos de los modernistas, deudores del Romanticismo, la creación literaria se elevaría a un rango superior en tanto continuidad histórica que subsume y perfecciona cualquier discurso religioso o trascendental, por cuanto está guiado por el ejercicio de una libertad, la de la imaginación, sin límites o cortapisas.

Hemos intentado, a lo largo de este recorrido, revelar aquello que sostiene nuestra hipótesis de trabajo: la poética de Clemente Palma en torno de lo fantástico muestra grandes afinidades con los postulados estéticos y filosóficos del Romanticismo, más que con las propuestas modernistas ortodoxas. Esto se verifica en su asunción de una serie de temas y tópicos que la imaginación romántica visitó desde sus orígenes y que se han prolongado sin interrupciones en el devenir de la literatura de la modernidad. Un desarrollo posterior y más amplio profundizará necesariamente en esa fuerte identidad, a contracorriente de lo que sostiene un amplio sector de la crítica especializada.

Del otro lado del espejo

Подняться наверх