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La década de 1970
ОглавлениеLos primeros años de este período no presentaron ángulos diferentes en cuanto al silenciamiento de lo fantástico o su retorno a la periferia de la institución literaria. El realismo, en sus diversas facetas, fue la corriente atendida preferentemente por la crítica y la que ocupó las primeras planas de la prensa cultural.
Hacia 1975, José B. Adolph había culminado la primera parte de su obra, configurada por cinco volúmenes de cuentos, hoy considerados esenciales. En ese momento se produjo un segundo impulso que corroboró la existencia de una tendencia fantástica de perfiles locales. Aquel año, el escritor y diplomático Harry Belevan (Lima, 1945) publicó en España, en la prestigiosa editorial Tusquets, Escuchando tras la puerta, cuentos insertos en los dominios de lo fantástico. El prólogo era de Mario Vargas Llosa, quien saludaba con grandes elogios la aparición de este libro, tributario de las especulaciones borgianas. El país, luego de siete años de dictadura, comenzaba a mostrar síntomas de agotamiento frente al intervencionismo y control sobre todas las esferas de la vida cotidiana.
Las reformas velasquistas habían deteriorado la economía del ciudadano común. La movilización social que el gobierno promovió a favor del modelo, también sucumbía para dar paso a protestas y paros cuya dura represión significó el principio del fin. Juan Velasco Alvarado fue derrocado por uno de sus colaboradores, Francisco Morales Bermúdez, encargado de clausurar el ciclo progresista y reemplazarlo por una economía de mercado. Morales Bermúdez convocó a elecciones para una Asamblea Constituyente (1978) y a presidenciales y parlamentarias para 1980, donde vencería con holgura Fernando Belaunde Terry, enfrentado nuevamente a los apristas, sus adversarios de costumbre.
Belevan también impulsó el estudio sistemático de esta producción “fantasmal”. En 1976, publicó Teoría de lo fantástico, que obtuvo al año siguiente el Premio Anagrama de Ensayo. Y en 1977 apareció su decisiva Antología del cuento fantástico peruano, punto de no retorno, por cuanto el volumen no se limitaba a una simple recopilación de relatos, sino que pretendía explicar “el síntoma fantástico” desde una perspectiva informada y meditada. El complejo ensayo que funge de introducción, así lo demuestra.
El volumen contaba con escasos precedentes en nuestros predios y debería ser considerado histórico a efectos de una lenta emergencia de este género de cara al desdén de la crítica. La libertad de Belevan es un elemento catalizador: al no provenir de canteras especializadas, sus enfoques no se encuentran limitados por sesgos o parámetros. De ahí los vientos frescos que lo animaron para justificar sin ataduras la existencia de una corriente alternativa y sólida (aunque no necesariamente articulada en torno de influencias o continuidades), con escritores como Clemente Palma, Valdelomar, Vallejo, García-Calderón, López Albújar, Carvallo de Núñez, Buendía, Ribeyro, Adolph, González Viaña y el propio antologador. Hubo que esperar hasta la década presente para que ese ánimo de analizar el “estado de la cuestión” resurgiera con fuerza, a propósito del auge y vitalidad que la literatura fantástica experimenta hoy, como expondremos en otros apartados de este libro.