Читать книгу Curso de Filosofía del Derecho. Tomo I - José Joaquín Ugarte Godoy - Страница 24
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Lectura Iª
EL DOMINIO DEL ACTUAR SE DA POR EL DOMINIO DE LA FORMA EN CUYA VIRTUD SE ACTÚA: ES DECIR, POR LA DEPENDENCIA QUE ESTA GUARDA RESPECTO DEL AGENTE
SANTO TOMÁS
“Como todo agente obra en cuanto está en acto, la forma por la que está en acto es el principio de todas sus operaciones. Conviene pues que según sea el modo de la forma, sea el modo de la operación consiguiente a esa forma (que derive de esa forma). Así la forma que no depende del agente (es o existe por el agente) que obra en virtud de ella misma, causa una acción de la que no es dueño el agente. Pero si se diese alguna forma que dependiese de aquel que obra en virtud de ella misma, este sería dueño del obrar consiguiente.- Ahora bien, las formas naturales, de las que proceden los movimientos y acciones naturales, no dependen de aquellos seres de que son formas, sino totalmente de agentes exteriores, por ser la forma natural la que constituye a cada cosa en su naturaleza; pues nada puede ser causa de su ser. Y, por tanto, las cosas que se mueven por impulso natural no se mueven a sí mismas, pues lo pesado no se mueve a sí mismo hacia abajo, sino que lo mueve el ser que le dio la forma.- En los animales brutos, las formas sensibles e imaginarias (sentidas e imaginadas: percibidas por los sentidos e imaginadas) que los mueven, no son halladas (inventadas, imaginadas) por ellos mismos, sino que las reciben de los sensibles exteriores que actúan sobre el sentido, y las distingue (discierne, juzga —decide acerca de ellas—, dictamina acerca de ellas) la estimativa natural. De donde, aunque se diga que en cierta manera se mueven a sí mismos, en cuanto que una parte de ellos mueve y la otra es movida, sin embargo el moverse mismo no es en ellos de ellos mismos (procedente de ellos mismos), sino que en parte procedente de los sensibles exteriores (cosas exteriores conocidas por los sentidos), y en parte de la naturaleza. Así, pues, se dice que se mueven a sí mismos en cuanto el apetito mueve a los miembros, lo cual los coloca por encima de los inanimados y de las plantas (que es lo que tienen por sobre los inanimados y las plantas); pero no son causa de su movimiento en cuanto que el apetecer mismo se sigue necesariamente en ellos de las formas recibidas por el sentido y por el dictamen de la estimativa natural. Y en consecuencia no son dueños de sus actos.- La forma inteligida (entendida) (intelectual, dice la versión BAC), por la que obra la substancia intelectual, existe por el mismo intelecto (depende del mismo intelecto), en cuanto concebida y en cierto modo ideada por él mismo: como se ve en la forma del arte, que el artífice concibe e idea (medita) y por ella obra. Luego las substancias intelectuales se determinan a sí mismas a obrar, como teniendo dominio de su operación. Por consiguiente, tienen voluntad.” (Suma contra Gentiles, cap. 47, Lib. II.)
Lectura IIª
LA VOLUNTAD
SANTO TOMÁS
“Lo activo debe ser proporcionado a lo pasivo, y lo que mueve, al móvil. Pero en los seres que tienen conocimiento, la potencia aprehensiva es respecto a la apetitiva como lo que mueve es al móvil, pues el objeto aprehendido por el sentido, o la imaginación o el entendimiento, mueve al apetito intelectual o animal. La aprehensión intelectiva no está determinada a algo particular, sino que se extiende a todo; por donde dice el Filósofo en el libro de IIIº “De Anima”, acerca del entendimiento posible, que su potencialidad se extiende a todo. Por tanto, el apetito de la substancia intelectual se extenderá a todo. Ahora bien, el extenderse a todo es propio de la voluntad, por lo que dice el Filósofo en el Libro IIIº. de la Ética, que se extiende a los posibles y a los imposibles. Luego las substancias intelectuales tienen voluntad.” (Suma Contra Gentiles, L. II, c. 47).
Lectura IIIª
LA VOLUNTAD
SANTO TOMÁS
El apetito intelectivo es distinto del sensitivo.
“Es necesario afirmar que el apetito intelectivo es potencia distinta del apetito sensitivo. La potencia apetitiva, en efecto, es potencia pasiva, que por naturaleza ha de ser movida por el objeto conocido. De donde tenemos que el objeto apetecible y conocido es motor no movido, mientras que el apetito es motor movido. Los seres pasivos y determinables se distinguen conforme a los principios activos y motores, porque es necesaria una proporción entre el motor y el móvil y entre lo activo y lo pasivo; incluso la misma potencia pasiva recibe su propia naturaleza del orden que dice al principio motivo determinante. Y puesto que lo conocido por la inteligencia es de género distinto a lo conocido por los sentidos, síguese que el apetito intelectivo es potencia distinta del apetito sensitivo.” (R.)
S.2.: “El apetito intelectivo, aun llevado a las cosas singulares que están fuera del alma, es movido a ellas por una razón universal, como el apetecer algo porque es bueno. Por eso mismo dice el Filósofo en su “Retórica”, que se puede tener odio a algo universal; por ejemplo, cuando tenemos odio a todo género de ladrones.- De modo parecido podemos también desear por medio del apetito intelectivo bienes inmateriales, como la ciencia y la virtud y cosas semejantes, las cuales no son conocidas por los sentidos.” (Suma Teológica, 1,q.80, a.2)
Lectura IVª
SI LA VOLUNTAD DESEA ALGUNA COSA CON NECESIDAD
SANTO TOMÁS
“La palabra “necesidad” tiene múltiples acepciones. Necesario es “lo que no puede menos de ser”. Y esto se puede predicar de un sujeto por razón de su principio intrínseco, ya sea material, como al decir que todo compuesto de contrarios necesariamente debe corromperse; ya sea formal, como al decir que todo triángulo necesariamente tiene tres ángulos iguales a dos rectos. Esta “es una necesidad esencial y absoluta”.- Hay otra manera de necesidad, originada en el sujeto por razón de un principio extrínseco, ya sea el final ya el eficiente. Por razón del fin ocurre cuando sin algo determinado no puede conseguirse o difícilmente es alcanzable el fin; y en este sentido se dice que el alimento es necesario para la vida, y el caballo para viajar. A esta llamamos “necesidad de fin”, y también “utilidad”. Por razón del agente, la necesidad brota cuando un sujeto es obligado por él a una cosa, sin serle posible obrar de otro modo. Es lo que se llama “necesidad de coacción”.
Esta necesidad de coacción es contraria en absoluto a la voluntad, pues llamamos violento a cuanto está en contra de la inclinación natural de un ser. Ahora bien, el movimiento de la voluntad es también una inclinación hacia su objeto; y, por lo mismo, así como se llama natural lo que está conforme con la inclinación de la naturaleza, así también una cosa se dice voluntaria en cuanto que está conforme con la inclinación de la voluntad. Siendo, por tanto, imposible que algo sea a la vez natural y violento, se sigue de aquí la imposibilidad absoluta de que una cosa sea violenta y voluntaria al mismo tiempo.”
“En cambio, la necesidad de fin no es contraria a la voluntad, aun cuando no haya más que un modo de alcanzar el fin; así, el que toma en su voluntad la resolución de atravesar el mar, es necesario que forme también en su voluntad el propósito de tomar la nave.”
“De manera semejante, la necesidad natural no es contraria a la voluntad. Al contrario, es necesario que, así como el entendimiento asiente por necesidad a los primeros principios, así también la voluntad se adhiera al fin último, que es la felicidad (bienaventuranza); pues el fin, como dice el Filósofo en el libro IIº de la Física (C.9 nº 3 200 a), es en el orden práctico lo que son los principios en el orden especulativo. Es preciso, en efecto, que lo que compete a una cosa natural e inmutablemente sea principio y fundamento de todo lo demás, ya que la naturaleza es lo primero en cualquier ser, y todo movimiento deriva de algo inmutable.” (Santo Tomás, Suma Teológica, 1, q.82.a.1)
Primera Dificultad: “Dice San Agustín en el Libro V “De Civitate Dei”, que si algo es necesario, no es voluntario. Pero todo lo que la voluntad desea es voluntario. Luego nada de lo que desea lo desea necesariamente”.
Solución: “Las palabras de San Agustín han de entenderse en el sentido de necesario con necesidad de coacción. La necesidad natural “no quita la libertad de la voluntad”, como él mismo dice en el mismo libro (1,c.nt.1)
Tercera dificultad: “Por la voluntad somos dueños de nuestros actos. Pero no somos dueños de lo que sucede necesariamente. Luego el acto de la voluntad no puede ser necesario.”
Solución: Somos dueños de nuestros propios actos en cuanto que podemos elegir esto o aquello; mas, como dice el Filósofo en el IIIº de los Éticos (C 2, nº 9 Bk. 1111 b 26) (c. 5, n. 1, Bk.1113 a 15), la elección no es del fin, sino “de las cosas conducentes al fin”. Por consiguiente, el deseo del último fin no es de aquellos sobre los cuales tenemos dominio.”
Lectura Vª
LA LIBERTAD
SANTO TOMÁS
SUMA CONTRA GENTILES (L. II, C. 48)
1.er argumento
El primer argumento se basa en que la libertad es consecuencia del tener voluntad:
“Se ha puesto en claro que obran por voluntad [las substancias intelectuales], pues, por conocimiento intelectual, tienen un juicio de lo que han de obrar. Mas deben gozar también de libertad, si es que son dueñas de sus actos, como ya quedó demostrado. En consecuencia, tales substancias obran libremente.”
2.do argumento
Las substancias intelectuales tienen libre juicio, que es libre arbitrio, porque conocen su juicio, y se mueven a sí mismas a juzgar: son dueñas de su juicio porque lo conocen:
“Libre es lo que es causa de sí mismo. Luego, lo que no es para sí mismo la causa de actuar, no tiene libertad en su actuar. Pero cualesquiera seres que no se mueven ni actúan si no son movidos por otros, no son para sí mismos (respecto de sí mismos) causa de actuar. Luego, solo aquellos seres que se mueven a sí mismos tienen libertad en el actuar. Y solo estos seres obran en virtud de juicio: pues el ser que se mueve a sí mismo se divide en una parte motora y una parte movida: pues lo que mueve es el apetito, movido por el intelecto, o la imaginación o el sentido, a los que pertenece el juzgar. De ellos solo juzgan libremente aquellos que se mueven a sí mismos a juzgar. Mas ninguna potencia que juzgue se mueve a sí misma a juzgar si no (reflexiona) vuelve (es vuelta, volcada) (si no sea vuelta) sobre su acto; pues conviene (es necesario), si se mueve a sí misma a juzgar, que conozca su juicio. Lo cual ciertamente solo es propio del intelecto. Son pues los animales irracionales, en cierto modo, libres, pero (en verdad) de movimiento o acción, mas no libres de juicio; los seres inanimados, que solo son movidos por otros, no son ni siquiera libres de acción o movimiento; los seres intelectuales son libres no solo de acción, sino también libres de juicio, que es tener libre arbitrio”.
3.er argumento
Son libres de juicio los que se mueven a sí mismos a juzgar. Solo se pueden mover a sí mismos a juzgar los que juzgan por la forma o razón misma de bondad o conveniencia en general, de la bondad o conveniencia de las formas que aprehenden. Solo las substancias intelectuales aprehenden la razón general de bondad o conveniencia, y, por tanto, tienen libre arbitrio:
“La forma aprehendida es el principio que mueve, en tanto que se aprehende bajo la razón de lo bueno o conveniente: pues, en los seres que se mueven a sí mismos, la acción exterior procede del juicio por el cual se juzga que algo es bueno o conveniente, en virtud de la forma sobredicha. Si, pues, el ser que juzga se mueve a sí mismo a juzgar, necesario es que se mueva por alguna forma superior aprehendida (forma aprehendida más alta); la cual, ciertamente, no puede ser sino la misma razón de lo bueno o conveniente (de bondad o conveniencia), por la cual se juzga de cualquier bien o conveniencia determinados. Por tanto, solo se mueven a sí mismos a juzgar aquellos seres que aprehenden la razón general de bien o conveniencia (de bien o conveniencia en general). Pero estos son solo las substancias intelectuales. En consecuencia, las solas substancias intelectuales se mueven a sí mismas, no solo a obrar sino que también a juzgar. Solo ellas, pues, son libres en juzgar, que es tener libre arbitrio”.
4.to argumento
El entendimiento tiende a la aprehensión de lo universal. El universal contiene en potencia muchos particulares.- El juicio práctico del entendimiento, que debe recaer sobre un particular, no está determinado respecto de él:
“A un concepto universal no sigue el movimiento o la acción sino mediante una aprehensión particular: por cuanto la acción y el movimiento se refieren a (lo particular) las cosas particulares (se dan respecto de las cosas particulares). Pero el intelecto aprehende por su naturaleza las cosas universales (lo universal). En consecuencia, para que a la aprehensión del intelecto siga un movimiento o acción cualquiera, es necesario que la concepción universal del intelecto sea aplicada a las cosas particulares. Pero lo universal contiene en potencia muchos particulares. En consecuencia, la aplicación de la concepción intelectual puede ser hecha a muchas y distintas cosas. Por tanto, el juicio del intelecto acerca de las cosas que pueden hacerse (el juicio práctico del intelecto), no está determinado solamente a una. Luego todas las substancias intelectuales tienen libre arbitrio.”
5.to argumento
El entendimiento no solo aprehende este bien o el otro, sino el bien en general. La voluntad de la substancia intelectual no está determinada por la naturaleza sino al bien en general:
“Los seres carecen de libertad de juicio, o porque no tienen juicio en absoluto, como los que carecen de conocimiento, como las piedras y las plantas; o bien porque tienen juicio determinado por la naturaleza a una cosa, como los animales irracionales; pues por estimación natural juzga la oveja que el lobo es nocivo para ella, y por este juicio, huye de él; y de manera semejante ocurre a otros animales. Así pues, necesariamente los seres que no tienen juicio práctico determinado por la naturaleza a una sola cosa, han de tener libre arbitrio. Tales son, pues, todos los seres intelectuales. Pues el intelecto aprehende no solo este o aquel bien, sino el mismo bien en general. Por donde, como el entendimiento mueve a la voluntad en virtud de la forma aprehendida; y por otra parte, es ley universal que el motor y el móvil hayan de ser proporcionados; la voluntad de la substancia intelectual no estará determinada por la naturaleza sino al bien en general. Luego, todo lo que se le ofrezca bajo razón de bien, podrá ser término de la inclinación de la voluntad, sin que intervenga determinante natural alguno contrario que lo prohíba (sin que ninguna determinación natural en contrario la prohíba). Luego todos los seres intelectuales tienen voluntad libre, proveniente del juicio del intelecto. Lo que es tener libre arbitrio, el cual es definido como libre juicio de la razón.”
Lectura VIª
LIBERTAD: SUMA TEOLÓGICA 1, q.82, a.2.
Si la voluntad quiere con necesidad todo lo que ama.
“La voluntad no quiere necesariamente todas las cosas que ama. Para probarlo, recordemos que, según ya dijimos, así como el entendimiento asiente de manera natural y necesaria a los primeros principios, así la voluntad se adhiere al último fin. Pero existen verdades que no tienen conexión necesaria con los primeros principios, como son las proposiciones contingentes, de cuya negación no se sigue la negación de los primeros principios; y a estas el entendimiento no se adhiere necesariamente. Otras, en cambio, tienen conexión necesaria con los primeros principios; tales son las conclusiones demostrables, de cuya negación se sigue la negación de los primeros principios. Y a estas asiente el entendimiento necesariamente una vez conocida por demostración deductiva su inclusión necesaria en los principios; pero no se adhiere a ellas de modo necesario antes de conocer por demostración dicha inclusión”.
“Lo mismo ocurre por parte de la voluntad. Pues existen bienes particulares que no dicen relación necesaria con la felicidad, ya que sin ellos uno puede ser feliz. A tales bienes no se adhiere la voluntad necesariamente. En cambio, existen otros que tienen relación necesaria con la felicidad, por los cuales el hombre se une a Dios, en quien solamente se encuentra la verdadera felicidad. Pero, hasta que sea demostrada la necesidad de esta conexión por la certeza de la visión divina, la voluntad no se adhiere necesariamente a Dios ni a las cosas que son de Dios. En cambio, la voluntad del que ve a Dios en esencia se une a Dios necesariamente, del mismo modo que ahora necesariamente deseamos la felicidad. Está claro, por tanto, que la voluntad no quiere con necesidad todas las cosas que ama.”
Soluciones:
1.- “La voluntad nada puede querer sino bajo la razón de bien. Pero, como este es múltiple, de ahí que no esté determinada necesariamente a uno en particular.”
2.- “El motor causa necesariamente el movimiento del móvil cuando su potencia excede a la del móvil de tal modo que todas las posibilidades de este le queden subordinadas. Mas la capacidad de la voluntad, siendo de un bien universal y perfecto, no puede estar subordinada toda ella a ningún bien particular, y, por lo mismo, ninguno la mueve necesariamente.”
3.- “La facultad sensitiva no tiene el poder de comparar diversos objetos, como hace la razón, sino que simplemente aprehende una cosa determinada. Por eso mueve determinadamente el apetito sensitivo en conformidad con esa sola cosa. La razón, en cambio, compara muchos objetos: por eso el apetito intelectivo, o voluntad, puede ser movido por diversos objetos y no de modo necesario por uno solo”.
Lectura VIIª
EL HOMBRE TIENE LIBRE ALBEDRÍO (Suma Teológica, 1, q.83, a.1)
SANTO TOMÁS
“El hombre posee libre albedrío; de lo contrario, serían inútiles los consejos, las exhortaciones, los preceptos, las prohibiciones, los premios y los castigos. Para explicar esto, adviértase que hay seres que obran sin juicio previo alguno; v.gr.: una piedra que cae y cuantos seres carecen de conocimiento.- Otros obran con un juicio previo, pero no libre; así los animales. La oveja que ve venir al lobo, juzga que debe huir de él; pero con un juicio natural y no libre, puesto que no juzga por comparación, sino por instinto natural. De igual manera, son todos los juicios de los animales. El hombre, en cambio, obra con juicio, puesto que por su facultad cognoscitiva juzga sobre lo que debe evitar o procurarse; y como este juicio no proviene del instinto natural ante un caso práctico (en un particular operable) concreto, sino de cierta comparación de la razón (de una comparación hecha por la razón), síguese que obra con un juicio libre, pudiendo decidirse por distintas cosas. En efecto, cuando se trata de lo contingente, la razón puede tomar direcciones contrarias, como se comprueba en los silogismos dialécticos y en las argumentaciones de la retórica. Ahora bien, las acciones particulares son contingentes, y, por tanto, el juicio de la razón sobre ellas puede seguir direcciones diversas, no estando determinado a una sola. Luego, es necesario que el hombre posea libre arbitrio, por lo mismo que es racional.”
Objeción 2. “El que tiene libre albedrío quiere o no quiere. Pero el hombre no hace lo que quiere, pues se dice en Romanos 7,15: “No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero”. Luego el hombre no tiene albedrío.
Solución: “Las palabras del Apóstol no significan que el hombre no quiera ni corra con libre albedrío, sino que el libre albedrío no es suficiente para hacerlo, si no es movido y auxiliado por Dios”.
Objeción 3: “Según se dice en Iº. Metafísica (c.2, nº 9. BK 980 b 26) “libre es lo que es causa de sí.” Luego, lo que es movido por otro no es libre. Pero Dios mueve la voluntad, pues se dice en los Proverbios, 21,1: “El corazón del rey está en manos de Dios, y Él lo dirige a donde le place”; y el Apóstol escribe: “Dios es el que obra en vosotros el querer y el hacer”, Phil, 2,13. Luego el hombre no tiene libre albedrío.”
Solución: “El libre albedrío es causa de su propio movimiento, pues el hombre se mueve a sí mismo a obrar por su libre albedrío. Pero la libertad no requiere necesariamente que el sujeto libre sea la primera causa de sí mismo; como tampoco se requiere para que una cosa sea causa de otra, el que sea su primera causa. Dios es la causa primera que mueve tanto a las causas naturales como a las voluntarias. Y de igual manera que al mover a las causas naturales no impide que sus actos sean naturales, así tampoco al mover a las voluntarias impide que sus acciones sean voluntarias; antes bien, hace que lo sean, puesto que obra en cada cosa según su propio modo de ser.”
Objeción 4: “Quien tiene libre albedrío es dueño de sus actos. Pero el hombre no es dueño de sus actos, porque, como dice Jeremías, “no está en manos del hombre el trazarse su camino, ni en manos del varón el dirigir sus pasos”. Luego, el hombre no tiene libre albedrío.”
Solución: “Cuando se dice que “no está en manos del hombre el trazarse su camino”, se entiende de la ejecución de sus decisiones, que le pueden ser impedidas, quiéralo o no. No obstante, la elección misma nos pertenece, supuesto, desde luego, el auxilio divino.”
Objeción 5: “Dice el Filósofo, en IIIº, Ética (c.5, nº 7 (BK 1114 a 32)) que “según es cada uno, tal le parece el fin.” Pero no está a nuestro alcance el propio modo de ser, sino que nos es dado por la naturaleza. Luego nos es natural el perseguir el fin, y, por consiguiente, no proviene esto del libre albedrío.”
Solución: “En el hombre hay dos clases de cualidades: unas naturales y otras adquiridas. Las cualidades naturales pueden referirse, bien a la parte intelectiva, bien al cuerpo o a las facultades propias de este. Ahora bien, por el hecho mismo de que el hombre está conformado de manera determinada por una cualidad natural que afecta a su parte intelectiva, desea naturalmente el último fin, o sea la felicidad (bienaventuranza); pues según hemos dicho esta apetencia es natural y no depende del libre albedrío.- A su vez, por parte del cuerpo y las facultades a él anejas, puede el hombre ser de una determinada manera en virtud de alguna cualidad natural, en cuanto que tiene tal complexión o disposición, debido al influjo de cualesquiera causas corporales, las cuales no pueden influir en la parte intelectiva por no ser esta acto de ningún cuerpo. Así, pues, según es cada uno en sus cualidades corporales, tal le parece el fin, puesto que, en conformidad con su disposición, se inclina a escoger una cosa o rechazarla. Pero estas inclinaciones se hallan sometidas al juicio de la razón, a la que, como hemos dicho, obedece el apetito inferior. Luego, por ello no se menoscaba el libre albedrío.”
“Las cualidades adquiridas son a modo de hábitos y pasiones, por cuyo influjo nos inclinamos a unas cosas más que a otras. Pero también estas inclinaciones están sometidas al juicio de la razón; e igualmente las cualidades mismas, en cuanto que depende de nosotros, causal o dispositivamente, el adquirirlas o rechazarlas. Y así nada hay incompatible con el libre albedrío.”
Lectura VIIIª
LA LIBERTAD Y EL PODER DE OBRAR EL MAL
LEÓN XIII: ENCÍCLICA LIBERTAS
“… el movimiento de la voluntad es imposible si el conocimiento intelectual no la precede iluminándola como una antorcha, o sea que el bien deseado por la voluntad es necesariamente bien en cuanto conocido previamente por la razón. Tanto más cuanto que en todas las voliciones humanas la elección es posterior al juicio sobre la verdad de los bienes propuestos y sobre el orden de preferencia que debe observarse en estos. Pero el juicio es, sin duda alguna, acto de la razón, no de la voluntad. Si la libertad, por tanto, reside en la voluntad, que es por su misma naturaleza un apetito obediente a la razón, síguese que la libertad, lo mismo que la voluntad, tiene por objeto un bien conforme a la razón. No obstante, como la razón y la voluntad son facultades imperfectas, puede suceder, y sucede muchas veces, que la razón proponga a la voluntad un objeto que, siendo en realidad malo, presenta una engañosa apariencia de bien, y que a él se aplique la voluntad. Pero así como la posibilidad de errar y el error de hecho es un defecto que arguye un entendimiento imperfecto, así también adherirse a un bien engañoso y fingido, aun siendo indicio de libre albedrío, como la enfermedad es señal de vida, constituye, sin embargo, un defecto de la libertad. De modo parecido, la voluntad, por el solo hecho de su dependencia de la razón, cuando apetece un objeto que se aparta de la recta razón, incurre en el defecto radical de corromper la libertad y abusar de ella. Y esta es la causa de que Dios, infinitamente perfecto, y que por ser sumamente inteligente y bondad por esencia es sumamente libre, no pueda en modo alguno querer el mal moral; como tampoco pueden quererlo los bienaventurados del cielo, a causa de la contemplación del bien supremo. Esta era la objeción que sabiamente ponían San Agustín y otros autores contra los pelagianos. Si la posibilidad de apartarse del bien perteneciera a la esencia y a la perfección de la libertad, entonces Dios, Jesucristo, los ángeles y los bienaventurados, todos los cuales carecen de ese poder, o no serían libres, o al menos no lo serían con la misma perfección que el hombre en estado de prueba e imperfección … Es lo que había visto con bastante claridad la filosofía antigua, especialmente los que enseñaban que solo el sabio era libre, entendiendo por sabio, como es sabido, aquel que había aprendido a vivir según la naturaleza, es decir, de acuerdo con la moral y la virtud.” (nº 5, traducción que figura en “Doctrina Pontificia, Documentos Políticos”, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1958, págs. 229-230).