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1. LA SEGUNDA REPÚBLICA (1931-1936) 1.1. Prieto y Aguirre no se encontraron en el Pacto de San Sebastián

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En la coyuntura de transición y cambio político que fue la dictablanda del general Berenguer, entre el final de la dictadura de Primo de Rivera en enero de 1930 y la caída de la Monarquía de Alfonso XIII en abril de 1931, Indalecio Prieto se convirtió en la punta de lanza del proceso revolucionario contra la Monarquía y por la República con su famoso dilema de «Con el rey o contra el rey», que obligó a posicionarse a todas las fuerzas políticas. La excepción fue el PNV, que optó por mantenerse neutral: ni sostuvo a la Monarquía en crisis, como hizo la Lliga de Francesc Cambó, ni hizo nada por traer la República, rechazando la invitación de Prieto a integrarse en el Bloque antimonárquico. Este fue reconstituido en el País Vasco en 1930, bastantes meses antes de que la Comisión Ejecutiva del PSOE aprobase volver a aliarse con los partidos republicanos. Por eso, la presencia de Prieto en el Pacto de San Sebastián, celebrado el 17 de agosto, fue a título personal y no como representante del Partido Socialista, como él mismo reconoció6. La esencia de dicho pacto consistió en el acuerdo alcanzado entre los líderes republicanos españoles y los catalanistas de centro-izquierda para que, en contrapartida al apoyo de estos últimos al cambio de régimen en España, la República otorgase la autonomía a Cataluña. La posibilidad de que dicha solución autonómica pudiese aplicarse también al País Vasco fue aceptada por Prieto con la condición de que fuese dentro del espíritu liberal y democrático de la República española, que para él representaba un bien superior a la autonomía vasca. El problema era que el PNV no había asistido al Pacto de San Sebastián, ni se había sumado al bloque antimonárquico que proclamó la Segunda República el 14 de abril de 1931, porque entonces «socialistas y nacionalistas eran como el diablo y el agua bendita: no se podían ver», en gráfica expresión del dirigente jelkide Manuel Irujo7.

Prieto reconoció la existencia de una cuestión vasca, pendiente de resolver desde la Monarquía liberal, cuya solución requería la autonomía dentro de la democracia republicana. La dificultad estribaba en que las izquierdas vascas que él lideraba creían que la autonomía beneficiaría a su mayor rival, el PNV, que no era una fuerza laica y pro-republicana, como la Esquerra catalana, sino clerical y derechista, tal y como lo corroboró poco después de la instauración de la República al aliarse con su mayor enemigo, el carlismo, en las elecciones a Cortes Constituyentes, llevando como programa el Estatuto de Estella.

Vidas cruzadas: Prieto y Aguirre

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