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1.5. Aislados políticamente (1935)
Оглавление1935 fue un año muy difícil para los dos líderes políticos objeto de este estudio. Desde su exilio en Francia y Bélgica, Prieto se volcó en reconstruir la alianza del PSOE con los republicanos de Azaña, achacando a su ruptura la derrota electoral de las izquierdas en 1933, tal y como analizó en un importante artículo, publicado en El Liberal el 14 de abril de 1935, que tuvo gran repercusión29. El mismo día, este diario bilbaíno dedicó un número extraordinario a la República con motivo del cuarto aniversario de su proclamación, en el cual colaboraron destacados dirigentes republicanos, con Azaña a la cabeza, propugnando la unión de las izquierdas. Desde entonces los dos únicos diputados de esta tendencia en el País Vasco se erigieron en los máximos valedores de la nueva coalición de las izquierdas españolas, que en 1936 se denominó Frente Popular. Manuel Azaña lo hizo a través de sus multitudinarios Discursos en campo abierto, el segundo de los cuales tuvo como escenario el campo de fútbol de Lasesarre en Baracaldo, feudo socialista de la margen izquierda de la ría de Bilbao30. Por su parte, Indalecio Prieto, atacado duramente por las Juventudes Socialistas radicalizadas en su folleto Octubre-segunda etapa, defendió sus Posiciones socialistas en una serie de artículos aparecidos en su periódico en mayo de 193531.Y en diciembre, estando clandestinamente en Madrid, consiguió imponerse a su gran rival, Francisco Largo Caballero, que dimitió como presidente del PSOE, en el Comité Nacional, el cual acordó aliarse de nuevo con los republicanos de izquierda, junto con otros partidos obreros32.
José Antonio Aguirre se sintió obligado a salir al paso de las graves acusaciones lanzadas por las derechas contra el PNV mediante la temprana edición de su libro de memorias, titulado significativamente Entre la libertad y la revolución 1930-1935. La verdad de un lustro en el País Vasco (1935). Su motivo principal fue «la campaña injusta […] desatada contra el Nacionalismo Vasco y sus dirigentes», siendo esta su conclusión: «Hemos luchado entre la libertad que queremos alcanzar como nuestra y la revolución que, entorpeciendo su logro, era ajena a nosotros»33 (doc. I.47). En 1935 el PNV se encontraba aislado políticamente, tal y como reflejó el propio Aguirre en una carta al jesuita José María Estefanía, en la cual hacía un balance muy negativo del bienio radical-cedista34: El Estatuto —se pregunta— «¿se aprobará en estas Cortes? Francamente lo veo muy difícil»; «el Estatuto Vasco tendrá más dificultades cuanto más se acentúe el auge derechista, y tendrá más facilidades a medida que decrezca aumentando la izquierda. Esta es nuestra tragedia». ¿Cuál era la tragedia del PNV, según Aguirre? Se refería al hecho de que su partido católico y conservador veía imposible alcanzar su objetivo político en la República, que era el Estatuto de autonomía para Euskadi, con las derechas católicas, de las que ya le separaba un abismo, mientras que era factible con las izquierdas, a las que Aguirre consideraba sectarias en dicha carta. En ella acertó al vaticinar la posición centrista del PNV en las siguientes elecciones: «De nuevo lucharemos solos contra dos bloques; uno el de izquierdas que volverá lleno de sectarismo, otro el de derechas pletórico de suicida incomprensión».
La ruptura total del PNV y las derechas se confirmó unos meses más tarde, a finales de 1935, cuando José Calvo Sotelo, el jefe monárquico de Renovación Española, primero en un mitin en San Sebastián y después en un discurso en las Cortes, atacó a los diputados del PNV con sus célebres frases «antes una España roja que una España rota» y «entregaros el Estatuto […] sería un verdadero crimen de lesa patria»35. Entonces, en otro mitin en San Sebastián, Manuel Irujo le replicó tajantemente: «Nosotros pedimos lo nuestro, lo que nos pertenece. ¿Que las derechas españolas nos lo niegan? Nosotros, con la confianza en Dios y en nuestro esfuerzo, bendeciremos la mano por medio de la cual nos llegue el Estatuto»36. Como escribió Juan Pablo Fusi, «Irujo acababa de bendecir sin saberlo la mano de Indalecio Prieto»37. En efecto, el Estatuto vasco llegó de la mano de Prieto en 1936, tras la victoria del Frente Popular, la coalición de las izquierdas liderada por él mismo y por Azaña.