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2. LA GUERRA CIVIL (1936-1939) 2.1. Aliados en la Guerra Civil (1936-1937)

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Como se ha resaltado46, en la decisión pro-republicana adoptada por la dirección del PNV, en Bilbao el 19 de julio de 1936, fue determinante la clave autonómica, esto es, la proximidad de la aprobación del Estatuto por las Cortes del Frente Popular, que lo hicieron por aclamación en Madrid el 1 de octubre47.El mismo Prieto lo vio así cuando escribió en el exilio: «Los nacionalistas no erraron su actitud ante la guerra. Intervinieron en ella para salvar el estatuto, dictaminado ya cuando la insurrección estalló». «Los vascos, al defender las instituciones democráticas de la República española, defendieron su estatuto, parte integrante de ellas»48 (docs. III. 4 y 8). Así puso de manifiesto la estrecha correlación existente entre la autonomía vasca y la democracia española, unidas de manera inexorable en el conflicto bélico; de ahí que ambas pereciesen como consecuencia de la victoria militar de Franco.

En el primer mes y medio de la guerra se dio una neta diferencia en la actuación de Aguirre y Prieto. Este último desplegó desde el inicio de la contienda una actividad arrolladora con el objetivo de reforzar la autoridad del Estado republicano y contener la revolución social desencadenada. Aunque era solo diputado, pues no tuvo otro cargo oficial hasta que fue nombrado ministro de Marina y Aire en el Gobierno de Largo Caballero constituido el 4 de septiembre, Prieto se convirtió, en palabras del socialista italiano Pietro Nenni, en «el animador, el coordinador de la acción gubernativa», atendiendo las demandas de todos los frentes de combate y preparando a la población para una guerra larga desde las columnas de la prensa y las ondas radiofónicas49 (doc. II.2). En esto coincidió con Irujo, que se posicionó en defensa de la República desde el mismo 18 de julio y tuvo un gran protagonismo en el verano de 1936 en Guipúzcoa50.

Por el contrario, durante ese mes de agosto Aguirre estuvo silencioso y casi desaparecido51, hasta que Francisco Largo Caballero le ofreció formar parte de su Gobierno (de hecho en la prensa de Madrid llegó a aparecer su nombramiento como ministro). Quizás en esa inhibición inicial de Aguirre influyó el hecho de que no esperaba la guerra, porque no veía «el peligro del fascismo», como muestran sus «Cartas parlamentarias» en el diario Euzkadi y sus discursos pocos días antes del golpe de Estado, cuando seguía creyendo que las Cortes aprobarían el Estatuto «antes de las vacaciones parlamentarias»52. Es un ejemplo de que su sempiterno optimismo le hacía incurrir a veces en ingenuidad manifiesta. En cambio, Prieto, más realista y mejor informado, alertó al Gobierno de Casares Quiroga para que estuviese «prevenido» ante un ataque o subversión53, pero no le hicieron caso; de ahí que Casares, desbordado por los acontecimientos, dimitiese al producirse la sublevación militar el 18 de julio.

El PNV no quiso que Aguirre fuese ministro, porque no había nadie mejor que él para ser el lehendakari del primer Gobierno vasco: era el político vasco revelación en la República, en cuyo transcurso se había convertido no solo en el principal dirigente del PNV sino también en «el líder de la autonomía vasca», haciendo de la consecución del Estatuto su objetivo político prioritario desde 1931 hasta 193654. Por eso, el ministro del PNV en el Gobierno de Largo Caballero acabó siendo Irujo, el más republicano de los jelkides, a finales de septiembre de 1936. El único que podría haber disputado a Aguirre la lehendakaritza era Prieto, pero ya había aceptado ser ministro de Marina y Aire en ese ejecutivo presidido por su gran rival dentro del PSOE. Paradójicamente, los diputados caballeristas le habían impedido cuatro meses antes ser el jefe del Gobierno republicano cuando Manuel Azaña se elevó a la Presidencia de la República en mayo de 193655. Y un año después, cuando Prieto parecía llamado a sustituir a Largo Caballero al frente del Gobierno, su amigo Azaña optó por Negrín.

El paso de la mera entente cordial a la alianza de pleno derecho entre el PNV y el Frente Popular se llevó a cabo a mediados de septiembre, coincidiendo con la toma de San Sebastián por las tropas del general Mola, cuando Aguirre y Ajuriaguerra se reunieron en Madrid con Prieto y Largo Caballero. El PNV aceptó la entrada de Irujo en el Gabinete republicano a cambio de la aprobación del Estatuto en cuanto se reabriesen las Cortes, tal y como reconoció el propio Irujo: «Mi entrada en el Gobierno iba unida a la necesidad de proclamar la vigencia de la carta autonómica»56. Por eso, se le considera el ministro vasco del Estatuto, mientras que Prieto y Aguirre fueron los padres de la autonomía vasca en la Guerra Civil.

Al texto consensuado en las vísperas de ella solo se añadieron unas disposiciones transitorias para facilitar la elección del lehendakari y la formación de su Gobierno provisional, porque la coyuntura bélica hacía imposible la celebración de elecciones autonómicas (doc. II.4). La única discrepancia tuvo que ver con la mención a Navarra, que figuraba en el proyecto plebiscitado en 1933 y había desaparecido en el texto acordado en 193657. Prieto se opuso al intento del PNV de reincorporar a Navarra, según recordó en el exilio58 (doc. III.71):

En septiembre llegaron por avión a Madrid José Antonio Aguirre y Manuel Irujo para sugerirme una modificación en el dictamen, de modo que el Estatuto abarcara a Navarra, además de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa. Me opuse al intento, estimándolo, además de anticonstitucional, profundamente impolítico, pues, levantada ya en armas Navarra contra la República, justificaríamos a los sediciosos, quienes alegarían que a los navarros se les obligaba a formar parte de una organización regional que no les era grata.

La alianza, sellada en Madrid por Prieto y Aguirre, se concretó en tres acontecimientos históricos, que cambiaron el curso de la guerra en Euskadi: el nombramiento de Irujo como ministro sin cartera (por primera vez un nacionalista vasco era miembro de un Gobierno español) el 25 de septiembre de 1936, la aprobación parlamentaria del Estatuto el 1 de octubre59 y la formación del primer Gobierno vasco, de coalición PNV/Frente Popular, el 7 de octubre. Este día Aguirre fue elegido lehendakari unánimemente por los concejales vascos nacionalistas y de izquierdas que pudieron votar en Bilbao, para después jurar su cargo en la Casa de Juntas de Guernica, donde dio a conocer la composición de su Gabinete y su programa gubernamental60 (doc. II.5). Esto era una prueba evidente de que todo había sido pactado de antemano entre el PNV y el Frente Popular de Euskadi: era la culminación de su alianza política y militar en la Guerra Civil.

Así lo ratificaron sus dos grandes artífices, Aguirre y Prieto, en sendos telegramas que se cruzaron tras la toma de posesión del primer lehendakari. Aguirre reconocía la decisiva aportación de Prieto (doc. II.6):

Con sentimiento por no haber podido acudir V E actos proclamación autonomía elección presidente tenga seguridad de que le hemos recordado con emoción y pueblo vasco congregado hoy en Guernica bajo árbol entusiasmo indescriptible no olvida ni olvidará a quien como V E ha hecho posible con gran generosidad que pueblo vasco recobre libertad. Esperamos en breve venga V E para recoger de pueblo testimonio simpatía. Le saluda cordialmente.

La contestación de Prieto remarcaba su autonomismo y su apoyo61 (doc. II.7):

Agradezco con toda mi alma que en momento tan solemne y emocionante como el de la proclamación de la autonomía del País Vasco y elección de su Presidente, se me dedicara el cariñosísimo recuerdo que refleja su telegrama. Muy cordialmente le felicito por haber sido elevado a la más alta magistratura del país, y formulo votos fervorosos por el éxito del Gobierno que preside, al que me ofrezco de modo incondicional como diputado a Cortes. Al saludar a representación tan libremente elegida, saludo al País Vasco al comenzar el disfrute de su autonomía, y declaro que constituye para mí preciado galardón haber suscrito como Presidente de la Comisión parlamentaria de Estatutos el dictamen que las Cortes aprobaron por aclamación estatuyendo esa autonomía. Ofrézcole señor Presidente el testimonio de mi respeto y de mi simpatía.

El respeto y la simpatía nunca faltaron entre ambos líderes, incluso en momentos de graves divergencias políticas, que les distanciaron sobre todo durante los años de la Segunda Guerra Mundial; pero también las tuvieron en 1937, como vamos a ver.

En la Guerra Civil se confirmó que la autonomía iba a ser capitalizada por el PNV, y no por el Frente Popular de Euskadi, que le cedió la hegemonía que había detentado en el verano de 1936 por medio de las Juntas de Defensa de Vizcaya y Guipúzcoa, en las cuales la representación del PNV fue muy reducida. En octubre de 1936 desaparecieron dichas Juntas al ser sustituidas por el Gobierno vasco, que concentró casi todos los poderes, incluidos muchos que correspondían a la República española. Aunque siete de sus once departamentos se hallaban en manos de los consejeros del Frente Popular (tres socialistas, dos republicanos, un comunista y uno de ANV), los cuatro regentados por dirigentes jelkides controlaban los principales resortes del poder político, económico y militar, quedando patente la neta hegemonía del PNV en el primer Gobierno vasco. Buena prueba de ello es que este asumió los principales símbolos nacionalistas, que no figuraban en el Estatuto: el nombre Euzkadi, la bandera bicrucífera o ikurriña, el himno Euzko Abendaren Ereserkia y el escudo incluyendo a Navarra62. Además, su predominio se acrecentó por el presidencialismo de Aguirre, debido a que era también el consejero de Defensa y a su liderazgo carismático, no solo entre los consejeros nacionalistas sino también entre los frentepopulistas63.

Durante los escasos nueve meses que dicho Gobierno ejerció su jurisdicción sobre una parte de Euskadi (Vizcaya y pequeños territorios de Álava y Guipúzcoa), el lehendakari Aguirre y el PNV convirtieron el Estatuto de mínimos de 1936 en una autonomía de máximos, creando un pequeño Estado, con numerosos organismos de todo tipo64, y dando lugar a una especie de oasis vasco, sin revolución social ni persecución religiosa, en flagrante contraste con el resto de la España republicana65.

Vidas cruzadas: Prieto y Aguirre

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