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4.2. EL SUROESTE LITORAL Y MIÑÁN

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En esta zona geográfica el grado de fragmentación de los terrenos era elevado y predominaban las fincas muy alargadas (de tipo “lanière”) con una superficie inferior a 10 áreas. El servicio de los bancales estaba asegurado por redes jerarquizadas de caminos y senderos. Al igual que en la zona de las Mariñas, también aquí el acceso a los bancales se efectuaba a través de rampas abiertas. A partir de estas, las escaleras de piedras construidas en la pared de los muros de sostén permitían el paso a pie a personas.

De forma similar a lo que sucedía en el seno de las “agras”, muchas terrazas (“socalcos”) se encontraban automáticamente sometidas a una disciplina general de trabajo como consecuencia de la uniformidad del sistema de cultivo que en ellos se practicaba, basado en una sucesión de maíz sobre maíz, con un pequeño lugar reservado para las patatas. En todos los fundos, la siembra y recolección se realizaba al mismo tiempo. Además, los cuidados que requería el maíz durante su crecimiento se efectuaban a mano, por lo que no existían durante dicho período problemas para el desplazamiento de los carros o de los vehículos de tracción, puesto que la circulación de personas tenía lugar, de “socalco” en “socalco”, a través de caminos de tránsito general, por las escaleras de piedras instaladas en la pared de los muros de sostén, por los propios “socalcos”, por las sendas provisorias situadas en las extremidades de las fincas que cambiaban de ubicación de un año para otro, o simplemente por pasos entre las plantas de maíz.

La recolección de los frutos y el transporte de las patatas eran las únicas operaciones de cultivo pesadas ubicadas fuera de las concordancias generales de las fechas. Para evitar eventuales perturbaciones en el buen funcionamiento del sistema, no se plantaba el tubérculo más que en los predios situados en la parte final del “socalco” o en el borde del camino, garantizando así un servicio cómodo.

En los bancales, generalmente de secano, en los que el maíz entraba en rotación con un cereal de invierno, de conformidad con ritmos más o menos complejos, se respetaba también la regla de la unidad de cultivo en todos los fundos.

Dichas prácticas consuetudinarias se complementaban, durante las épocas destinadas a la siembra y recolección, con caminos “serventíos” que permitían el acceso a las fincas y el laboreo con el arado en todas las fincas, aunque esto no significaba que existiera una obligación de labrar en una fecha fija. Cada usuario, con tal de permitir el tránsito de los demás usuarios por su(s) finca(s) y no abusara de los derechos de paso a los que pudiera aspirar, disponía de una cierta libertad y de una selección de días suficientemente amplia para realizar sus tareas, aunque siempre dentro de los límites marcados por el calendario agrícola habitual. En todo caso, no existía una obligación de esperar indefinidamente. Aquellos que se demoraran excesivamente tenían la posibilidad de cavar las fincas a mano, sistema empleado también por todos los que carecían de medios de tracción mecánica o animal.

Los bancales o “socalcos” no contaban, como en la zona de las Mariñas, con un camino periférico o red interna de senderos que garantizasen una libertad completa en la explotación individual de las fincas. El “cómaro” tradicional, cuando existía, era extremadamente reducido y su único papel era el de pasto complementario.

Al igual que en la zona de las Mariñas, surgía con frecuencia la necesidad de pasos directos de “bancal” a “bancal”, utilizables por los animales de tiro y por los tractores que permitían abreviar las distancias. Cuando el desnivel no era demasiado elevado y se reducía a un simple “ribazo”, la solución consistía en deshacer este “ribazo” en una de sus extremidades y construir allí una rampa provisional o definitiva.

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