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5. LOS GRANDES CAMPOS ABIERTOS (“OPENFIELDS”) DEL EXTREMO SURESTE120

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La extensión de los grandes “openfields”121 dependía del tamaño de los pueblos, aunque la relación no era necesariamente de exacta proporcionalidad. Las tierras más pequeñas contaban con una superficie de 150 a 200 hectáreas; las de tamaño medio oscilaban entre las 300 y 400 hectáreas; y las más grandes partían de los 400 a 450 hectáreas y alcanzaban las 550-600 hectáreas.

Los “openfields” dedicados al cultivo de centeno se organizaban en dos “hojas”, denominadas en esta zona “folladas”, “faceiras” o “folgueiras”. Este sistema, en funcionamiento al menos hasta 1970, permitía resolver los problemas de comunicación de los predios. Una vez sembradas las tierras, cualquier tipo de circulación quedaba prohibida sobre la faz cultivada. En algunos pueblos, al menos hasta 1967, la fecha de prohibición de paso se determinaba cada año por el Concejo en función de las concretas circunstancias meteorológicas y del grado de avance de los trabajos. En otros, en cambio, la fecha se fijaba de modo inmutable. En ambos supuestos, era el Concejo el encargado de velar por el correcto cumplimiento de las medidas impuestas por la comunidad.

Con carácter general, para la siembra no se publicaba por el Concejo ningún bando obligatorio relativo a la cosecha. Las operaciones comenzaban cuando el centeno parecía estar maduro o en las fechas fijadas por acuerdos parciales y directos entre los vecinos o grupos vecinales interesados. Para la labranza y trabajos preparatorios anteriores a la siembra del año siguiente, el paso volvía a ser totalmente libre. No obstante, esta libertad no implicaba un derecho de paso sobre todas las fincas, sino únicamente por los lugares de costumbre.

La disciplina de los rebaños se regulaba a través del movimiento de los cultivos de una “hoja” a otra. Los animales que se dirigían al pasto en el monte no podían tomar los caminos que atravesaban la “hoja” cultivada, sino aquellos otros que lo hacían sobre la “hoja” a barbecho. Los itinerarios seguidos cambiaban anualmente122.

Sin embargo, la despoblación, el debilitamiento de los Concejos y la eliminación de una buena parte del ganado menor provocaron la desaparición paulatina de estas costumbres. Aún así, la organización continuó manteniéndose en sus trazos esenciales bajo el efecto de la fuerza de la inercia.

De todo lo anterior cabe concluir que en Galicia la “serventía” no se regía por un patrón único en cuanto a su funcionamiento y configuración física, sino que existían importantes diferencias entre unas y otras zonas del territorio gallego en atención, fundamentalmente, a las necesidades concretas que motivaron su constitución en cada lugar en cuestión y a las particulares condiciones del suelo agrario.

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