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PASAR POR EL TUBO

Cuando éramos jóvenes jesuitas en formación, Ramón, uno de nuestros formadores, solía sugerirnos un camino más bien incómodo para madurar como personas y como jesuitas. Decía: «Las personas solo maduramos cuando pasamos por el tubo». Pero añadía dos condiciones:

1) Cuando pasamos por un tubo que nosotros no hemos elegido.

2) Cuando pasamos por dentro del tubo, no paseándonos hábilmente por encima de él.

Su «pasar por el tubo» significaba aceptar afrontar retos vitales que no hemos elegido; y además afrontarlos a fondo. Ejemplos de pasar por el tubo que nos pueden hacer madurar son: aceptar una limitación de salud propia; trabajar con una persona con la que no me entiendo espontáneamente, y hacerlo eficientemente; hacer trabajos que no me apetecen o que no conllevan reconocimiento por parte de los demás; acompañar a personas que sufren, y para las que soy insustituible; vivir en una localidad donde no me encuentro cómodo, pero donde se me necesita; hacer cosas que precisan competencias que no tengo facilidad para desarrollar; estudiar temas importantes a fondo, sin conformarse con respuestas simplificadoras...

En estos contextos maduramos porque somos expulsados de la propia zona de confort; y seguimos adelante –¡tubo adentro!– si somos capaces de cambiar-madurar en respuesta a este malestar. El cambio-maduración es posible si ponemos en juego recursos vitales que no habríamos desarrollado en condiciones de confort: «reconexión» con amigos que nos apoyan; nuevas formas de serenarnos; renuncia a sueños de grandeza; renuncia al culto al propio cuerpo o a la propia salud, etc. En el fondo, pasar por el tubo y madurar significa romper los límites que me impone mi psicología y acceder a una realidad más amplia, más profunda: en donde los demás (que me quieren y a quien yo puedo querer) me sacan de la soledad inspirándome un proyecto de vida más humano y socialmente transformador.

El problema de «pasar por el tubo» se da cuando una persona o una familia deben pasar por demasiados tubos a la vez: en vez de madurar nos quemamos y aparece el estrés o la enfermedad mental. De hecho, la sociedad y la economía de hoy hacen pasar a mucha gente por demasiados tubos a la vez: horarios laborales de noche o de fines de semana que impiden la convivencia familiar y la educación de los hijos; baja calidad de los servicios de salud o de educación; desempleo de larga duración o precarización del trabajo; falta de condiciones para la rehabilitación de quienes viven en las cárceles o en otras situaciones de marginación; barrios enteros de ciudades en que se hace casi imposible llevar vidas dignas y hacer crecer a los hijos de manera sana.

Luis Espinal (1932-1980), otro jesuita catalán, hablaba de algo parecido al «pasar por el tubo» de Ramón con la expresión «gastar la vida». Él gastó la vida en Bolivia, justamente trabajando por los pobres, que son los que tienen que «pasar por demasiados tubos a la vez». Trabajó en medios de comunicación, denunciando la dictadura de Luis García Meza y apoyando movimientos de mineros. La noche del 21 de marzo de 1980 fue secuestrado por orden del propio dictador, fue largamente torturado y finalmente asesinado. Hoy es venerado por muchos bolivianos, que llevan flores al lugar donde murió.


* * *


Señor Jesucristo, nos da miedo gastar la vida,

pero la vida tú nos la has dado para gastarla;

no se la puede economizar en estéril egoísmo.

Gastar la vida es trabajar por los demás, aunque no paguen;

hacer un favor al que no lo va a devolver;

gastar la vida es lanzarse aun al fracaso,

si hace falta, sin falsas prudencias;

es quemar las naves en bien del prójimo [...]

(LUIS ESPINAL, «Gastar la vida», en Oraciones a quemarropa)


Siento miedo a la violencia sobre mi persona. Se me ha advertido de serias amenazas precisamente para esta semana. Temo por la debilidad de mi carne, pero pido al Señor que me dé serenidad y perseverancia. Y también humildad, porque siento también la tentación de la vanidad (Óscar Romero, obispo mártir de San Salvador, 1980).


Te harán prisionero y te pondrán en hielo,

pero yo soy el fuego y el calor

de tu verdadero anhelo

–te dije–.

(RUMI, Canto a mi alma)


* * *


• ¿Qué tubos me humanizan y tengo que aceptar y qué otros me deshumanizan y tengo que trabajar para que no me quemen?

• ¿Cómo puedo acompañar a niños, jóvenes y mayores para que «pasen por tubos» que les harán madurar?

• ¿Qué personas o colectivos a mi alrededor están «pasando por demasiados tubos a la vez»?

Signos de una presencia

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