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¿PODREMOS?

En una noche electoral reciente, los seguidores de «Barcelona en Comú» volvieron a gritar: «Sí, se puede». Pensé en el lema que había acompañado a Obama hasta la Casa Blanca: Yes, we can.

Yes se opone al «no» que repica en los cerebros de los ciudadanos para hacernos bajar la cabeza y aceptar políticas públicas deshumanizadoras que hacen pagar a la mayoría los excesos de la minoría.

We recuerda que el ciudadano solo no puede cambiar las cosas. De hecho, la cultura mercantilista promueve el aislamiento de este ciudadano. Pretende reducirle a consumidor que busque singularizarse comparándose con otros desde el tener. Y convierte a los trabajadores en competidores unos de otros, anestesiando la dimensión comunitaria del trabajo.

Can remite a la posibilidad que se vuelve real cuando el «nosotros» emerge en torno a problemas sociales concretos, acompaña a las víctimas, les busca soluciones y termina promoviendo propuestas políticas y estructurales para que el problema no se reproduzca. Pienso en la Plataforma de Afectados por las Hipotecas, la Asamblea Nacional Catalana y tantas otras coaliciones de ONG que combaten por diversas causas.

Sí, nosotros podemos. Pero es lícito preguntarse: ¿podremos? Es decir, ¿cuánto durará esta ilusión, esta energía balsámica que sustenta el «nosotros» humanizador de las sociedades? ¿Cuánto tiempo seremos capaces de no volver los ojos ante los problemas ciudadanos? ¿Cuánto tiempo resistiremos el impulso mercantilista que nos aísla del «nosotros»?

De hecho, hace veinte siglos, en el Israel ocupado por el Imperio romano, dos jóvenes judíos ya respondían a una pregunta de su maestro afirmando categóricamente: «Sí, podemos». Su maestro les había preguntado si serían capaces de resistir los sufrimientos que conlleva el compromiso por la justicia. Y les advertía: «Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones disponen de ellas como sus dueños y sus magnates las mantienen bajo su poder. No debe ser así entre vosotros: sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros que se haga siervo [...] como también el Hijo del hombre ha venido no a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por una multitud» (Mc 10,42-45).

Podremos si trabajamos día a día para no vivir nuestra individualidad como una comparación. Si somos capaces de renovar cotidianamente la inspiración (gozo, fuerza... Espíritu) en el servicio a la comunidad.


* * *


La revolución social será moral o no será (Charles Péguy).


¿Qué rey, si va a la guerra a luchar contra otro rey, no se sienta primero para decidir si con diez mil hombres puede hacer frente al que viene contra él con veinte mil? Y, si ve que no puede, enviará una embajada a pedir la paz cuando el otro está todavía lejos. Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío (Lc 14,31-33).


¿Para qué sirve tu vida,

si no usas tus huesos

como leña de Su fuego?

(RUMI, Leña para su fuego)


Impulsos genuinos hacia la compasión se pueden difuminar en algo menos noble (Matthew Green, periodista).


* * *


• ¿Qué ideas repican más en los cerebros de los ciudadanos en relación con políticas públicas deshumanizadoras?

• ¿Con qué bienes de consumo (coche, móvil, casa...) siento que me comparo con otros para sentirme superior?

• En el trabajo, ¿qué dinámicas de comparación me distraen de descubrir el sentido comunitario de mi trabajo?

• ¿Qué prácticas cotidianas que ya realizo me ayudan a renovar el sentido de servicio a la comunidad? ¿Qué otras observo a mi alrededor que me podrían ayudar?

Signos de una presencia

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