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BERESHIT

Cuando nos encontramos «en medio del camino de la vida» (Dante), podemos pasar por épocas en que, casi imperceptiblemente, la energía vital decae. Algunas expresiones que describen estas épocas son: «Pasan las ilusiones», «sensación cada vez más evidente de los límites de la propia energía», «la existencia adquiere el carácter de lo conocido», «en todo se hace perceptible la rutina», «cada vez aparece más la mezquindad de la vida», «cada vez se debilitan más las promesas de la juventud», «la persona sigue haciendo lo necesario solo de manera mecánica, porque tiene que vivir» (R. Guardini). Y esto ocurre tanto a quienes hacen pocas cosas como a los que hacen muchas; tanto a los que han fracasado como a los que han tenido éxito. Y es que, en el fondo, el sentido de la vida no lo concede el hacer cosas, sino «la fuerza de la experiencia perceptiva» (R. Guardini): es decir, la capacidad de percibir la vida con profundidad.

Al descubrir síntomas de debilidad de la experiencia perceptiva, de pérdida de profundidad de la vida, puede ir bien plantearse una excursión interior guiada por Bereshit. Bereshit no es una marca comercial. Es la primera palabra de la Biblia hebrea y significa «al principio». «Al principio creó Dios el cielo y la tierra» (Gn 1,1). De hecho, el principio hacia el que nos dirigimos en nuestra excursión no se encuentra tiempo atrás, sino realidad adentro.

Y para entrar realidad adentro, lo primero que sugiere Bereshit es que suspendamos la palabra. En efecto, la primera palabra de la Biblia comienza por la letra bet: la segunda del alfabeto hebreo, detrás de álef. Esto sugiere que la Realidad profunda se encuentra antes de las palabras; y que, si queremos hacer una excursión hacia dicha Realidad, no podremos acceder a ella con palabras. Al principio existe la admiración silenciosa por la maravilla de la vida. Después ya vendrán las palabras: es decir, el conocimiento, las razones, los proyectos, los deseos, las estrategias y las luchas. Pero, de entrada, al principio, debería haber el quedarse boquiabierto ante el mundo tal como es, ante mí y ante los demás tal como somos. Debería haber el gozo y la gratitud fundamentales ante la vida.

Bereshit puede ser cada mañana. Al comenzar el día, antes de hablar, desarrollar ideas y proyectos, buscar razones y diseñar estrategias, puedo hacer silencio. Quizá he de empezar el día mirando serenamente el espacio que habito, maravillándome de la gente con quien vivo, agradeciendo el aire que respiro, la ducha que me vigoriza, el desayuno que me refuerza, la naturaleza que me rodea, el silencio de casa o el ruido de la calle... Y este principio silencioso desenmascarará después ciertos hábitos, ciertas rutinas, ciertos escepticismos, que se me han pegado. Sacudirá el agobio ante la mezquindad propia y ajena, y hará brotar la esperanza de la generosidad.

Bereshit puede ser también cada principio. En cada nueva situación, en cada nueva actividad, el silencio y la maravilla pueden preceder a la acción, a las palabras, a las intenciones. El silencio y la maravilla nos prepararán para apreciar la amplitud infinita de la realidad que se me presenta, para descubrir posibilidades que se me escondían, para escuchar profundamente a los demás y para construir una respuesta común enriquecida con las aportaciones de todos.

Y, finalmente, Bereshit no debería depender de mis estados de ánimo, de mi salud o del tiempo que hace. Bereshit en todo tiempo: «Tanto si me llena el gozo como si me vacía la tristeza», «en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de la vida». Porque la admiración inefable ante la vida se nos puede manifestar en cualquier situación y estado de ánimo: incluso en los aparentemente más desesperados. Esta es la gracia.


* * *


Mis palabras tienen un antepasado, mis actos tienen un soberano. Puesto que nadie comprende esto, nadie me comprende a mí. Si son pocos los que me comprenden, son raros los que me siguen. Es que el sabio, aunque se vista de estameña, esconde jade en su interior (Daodejing 70).


Yo estaba allí el primer día,

antes de que nada tuviera nombre.

Ese día no había «yo» ni «nosotros».

Todos los nombres y todo lo que es llamado

llegaron después de mí.

(RUMI, El primer día)


El silencio es solo el marco o el contexto que posibilita todo lo demás. ¿Y qué es todo lo demás? Lo sorprendente es que no es nada, nada en absoluto: la vida misma que transcurre, nada en especial. Está claro que digo «nada», pero podría perfectamente decir «todo» (PABLO D’ORS, Biografía del silencio, p. 4).


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• ¿Cuáles de las expresiones de R. Guardini definen mejor mis momentos de decaimiento de la energía vital?

• ¿Qué reacciones espontáneas tengo ante estos síntomas de pérdida de profundidad: comprar cosas, renovar el mobiliario o el vestuario, hacer deporte compulsivo, buscar promociones en el trabajo, rejuvenecer mi aspecto físico...?

• ¿Qué lugares del comienzo de mi día pueden ser escenario de excursiones silenciosas realidad adentro?

• ¿Qué actos de autoconciencia puedo realizar para que Bereshit sea cada principio?

Signos de una presencia

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