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TAL COMO ERES
Un sábado de octubre por la noche, después de la actividad del grupo scout, los monitores nos reunimos para una sesión de formación. La dirigían Xavier y Eulàlia, que llevan muchos años educando en el tiempo libre en Bellvitge (Hospitalet de Llobregat). De todo lo que contaron nos quedó grabada una afirmación contundente: «Tal como eres educas».
Es decir, el educador no transmite lo que desea transmitir; no transmite sus ideales educativos; no transmite los valores pedagógicos que ha estudiado y sobre los que ha reflexionado. Transmite lo que es: «Tal como eres».
Xavier lo decía muy crudamente: «Si eres un cabrón, educarás a cabrones; si eres un vanidoso, educarás a vanidosos; si eres generoso, educarás a generosos. Porque los niños se fijan en todo lo que hacen los monitores». A veces los niños se fijan en lo que decimos, pero solo a veces, porque se distraen con frecuencia. En cambio, captan, consciente o inconscientemente, todo lo que hacemos. Esto es lo que reciben, lo que absorben, lo que les configura la forma de ser: lo que les educa.
Estas reflexiones me hicieron pensar en un informe de la UNESCO de 1996, coordinado por Jacques Delors y titulado La educación encierra un tesoro. Vale la pena leerlo todo, pero dos ideas me parecen relevantes:
1) Nos educamos toda la vida: «De la cuna a la tumba».
2) Educarse tiene cuatro dimensiones: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir y aprender a ser.
Siempre estamos educándonos, y siempre estamos educando a los demás. Tanto si somos conscientes de ello como si no. Y, particularmente, las dimensiones de aprender a convivir y aprender a ser son las que transmitimos de manera menos consciente: las transmitimos viviendo, no hablando.
Todo ello, ¿son buenas o malas noticias? Pues depende del grado de autoestima de cada uno. Si estoy convencido de que soy una persona fantástica, son buenas noticias, porque, siendo como soy, estoy educando fenomenalmente bien a todo el mundo con el que trato. En cambio, si creo que soy un desastre, son ciertamente malas noticias. La realidad es que, seguramente, no soy ni tan fantástico ni tan desastre.
En cualquier caso, no es fácil descubrir cómo soy. Hay una parte de mí de la que no acabo de ser consciente, y que se manifiesta en mi ser y en mi convivir. Por eso es bueno cultivar prácticas de vida interior: para ser consciente de «cómo soy». Para agradecer y desarrollar poco a poco lo que ayuda a los demás a ser más felices y generosos, y para entristecerse e ir cambiando pacientemente lo que les hace más egoístas.
También es bueno vivir en comunidad y trabajar en equipo. Porque la comunidad me hace de espejo, me ayuda a descubrir «cómo soy» y cambiar a mejor; y un buen trabajo en equipo pone en valor los diversos rasgos positivos de los miembros, permitiendo que los demás puedan recibir o absorber del equipo lo mejor de cada uno.
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El niño es el padre del hombre (William Wordsworth).
La educación o todo lo que la humanidad ha aprendido sobre sí misma (Jacques Delors).
Sé que el bien no habita en mí, es decir, que soy débil. Veo que soy capaz de querer el bien, pero no de hacerlo: no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Si hago, pues, lo que no quiero, está claro que no soy yo quien lo hace, sino el pecado que habita en mí. Me encuentro, por tanto, que quisiera hacer el bien, pero a la vez constato esto: solo soy capaz de hacer el mal [...] ¡Qué desgraciado soy! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte? ¡Dios, a quien doy gracias por Jesucristo, Señor nuestro! (Rom 7,18-25).
Zigong preguntó cómo es el hombre noble. El maestro dijo:
–Primero pone en obra lo que dice y luego lo hace seguir (CONFUCIO, Analectas II, 13).
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• ¿En qué ámbitos de mi vida y mi trabajo desarrollo más claramente un papel de educador?
• ¿A qué personas admiro más? ¿Qué actitudes están cultivando, me están transmitiendo?
• ¿Qué prácticas de vida interior tengo incorporadas a la rutina diaria o semanal para ir descubriendo «cómo soy»?
• Los equipos en los que trabajo, ¿potencian lo mejor de cada miembro?