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VAMPIRISMO EMOCIONAL
Mi amiga Mònica tuvo un cáncer de mama hace unos años. Entonces tenía dos hijos pequeños (de uno y cuatro años), y sufría por cómo les afectaría la enfermedad y la quimioterapia. Con gran sensibilidad, ternura y sabiduría se las ingenió para no esconderles que estaba enferma, pero explicándolo de manera esperanzada. Un libro precioso explica su vivencia de la enfermedad y la relación con sus hijos: M. CASABAYÓ, La mare té molts desitjos. Conviure amb el càncer quan tens fills petits [Una madre tiene muchos deseos. Convivir con el cáncer cuando tienes hijos pequeños]. Barcelona, Dèria, 2013.
Todo el libro vale la pena por su contenido, pero también porque los derechos de autor van a la Fundación Pequeño Deseo, que da apoyo a niños con enfermedades crónicas.
Una de las reflexiones del libro me llamó especialmente la atención. Dice Mònica que en las salas de espera de los médicos se da una actitud propia de «vampiros emocionales» (pp. 68-70). Consiste en que una persona enferma empieza a conversar amablemente contigo, después compara su enfermedad con la tuya y finalmente concluye indefectiblemente que ella está mejor que tú. Esto te deja abatida: como si te hubieran chupado la sangre. Mònica aconseja prevención ante estas actitudes, pero trata con gran ternura a las personas que las manifiestan. Y las contrasta con la actitud de los amigos:
Un amigo, para mí, es aquel que en un momento determinado, aunque sea pequeño, te abraza con la mirada; que te hace reír con cualquier pretexto; que te da fuerza y te anima; que respeta tu espacio y te protege; que está contigo sin estar; que te apoya cuando le necesitas; que viene «llorado» de casa y no le tienes que consolar; que no exige información, y que sufre, pero no te lo dirá hasta que todo se haya solucionado (pp. 112-113).
Pienso que las actitudes de vampirismo emocional o de amistad no son propias solo de situaciones de enfermedad. Nuestras actitudes se pueden dividir en dos tipos: las que chupan vida de los demás (vampirismo emocional) y las que transmiten vida a los demás (amistad). Estas actitudes tienen un paralelo en dos actitudes que expone Pablo de Tarso (1 Cor 15): la del «cuerpo terrenal» (soma psikikós) y la del «cuerpo espiritual» (soma pneumatikós). Los cuerpos terrenales absorben la vida de los otros (vampirismo) y los cuerpos espirituales transmiten vida a los demás (amistad).
Pero la expresión paulina «cuerpo espiritual» enfatiza que es la persona entera (con cuerpo y espíritu) la que transmite o chupa vida. Esta idea de cuerpo espiritual contrasta tanto con los que asocian la maldad al cuerpo como con los que creen que reprimir el cuerpo es siempre malo. En cambio, Pablo está diciendo que cualquier acto humano (que implica siempre cuerpo y espíritu) no puede considerarse malo o bueno de entrada, sino en función de si transmite o chupa la vida de los que están implicados. Y por eso podríamos decir que una vida espiritual no es la que contrapone cuerpo y espíritu, sino la que busca con cuerpo y espíritu transmitir vida en lugar de chuparla.
Pablo de Tarso considera que la actitud de transmitir vida no es fácil, porque la tendencia a chupar vida es activa y permanente dentro de nosotros. Pero confía en que dentro de nosotros también habita activa y permanentemente el Espíritu de Jesús. Y que invocando este Espíritu podamos empezar a ser en este mundo «cuerpos espirituales».
¡Gracias, Mònica, por ser testigo de esta posibilidad!
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El perfume de las flores no se propaga contra el viento, como tampoco la fragancia de la madera de sándalo, del rododendro o del jazmín; pero la fragancia del virtuoso se esparce contra el viento. La del hombre virtuoso se expande en todas direcciones (Dhammapada 54).
En tiempos de dificultad, lo único que me hace feliz es ver el rostro de un amigo. Siendo así tanto en la dificultad como en el gozo, ¿hay algún momento en que un amigo no sea un beneficio? Cuando estoy triste, un amigo reduce mi tristeza. Cuando estoy feliz, un amigo aumenta mi alegría (MATTEO RICCI, Sobre la amistad. Cien máximas para un príncipe chino 11).
Con la resurrección de los muertos pasa algo parecido. Se siembra un cuerpo corruptible, pero resucita incorruptible; se siembra un cuerpo sin honor, y resucita glorioso; es sembrado débil, y resucita lleno de fuerza. Es sembrado un cuerpo terrenal, y resucita un cuerpo espiritual. Porque, así como hay cuerpos terrenales, también hay cuerpos espirituales (1 Cor 15,42-44).
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• ¿En qué situaciones de la vida de cada día suelo sentirme más inclinado a actitudes de vampirismo emocional? ¿Qué prácticas me ayudan a evitar este vampirismo?
• ¿En qué otras situaciones me es más fácil practicar la amistad, transmitir vida? ¿Qué prácticas me permiten hacer crecer este tipo de actitudes?
• ¿En qué situaciones chupo vida bajo el paraguas de estar haciendo acciones espirituales?
• ¿En qué situaciones, en las que mi cuerpo está claramente implicado, transmito vida?