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NUTRICIÓN ANCESTRAL EN UN MUNDO MODERNO
ОглавлениеMi dieta cetogénica no es una moda engañosa, ni su único propósito es ayudarte a adelgazar. Es un procedimiento científico para reducir la inflamación, corregir los desequilibrios hormonales, emprender en firme tu pérdida de peso y transformar tu salud para que tengas la mejor oportunidad de un futuro sin enfermedades. No implica hambre, privación, ni conteo de calorías. Es un método rico en grasas, moderado en proteínas y muy bajo en carbohidratos, una combinación singular que logra algo que ninguna otra dieta puede hacer: cambiar fundamentalmente la forma en que tu cuerpo quema calorías. Al desplazar de los carbohidratos a las grasas la fuente de energía que tu cerebro y músculos utilizan, obliga a tu cuerpo a deshacerse de esa obstinada llanta de refacción que se ha estacionado en tu vientre, esa grasa frustrante desde el punto de vista estético que es en gran medida responsable de los problemas de salud que acompañan al sobrepeso. En consecuencia, mi dieta cetogénica es la única que puede servirte cuando todas las demás han fallado.
Aunque tiene raíces científicas, este método se basa en la manera en que los seres humanos nos hemos alimentado desde el amanecer de los tiempos. Nuestros antepasados no tenían acceso a anaqueles repletos de cereales, papas fritas y macarrones con queso, como tampoco a alimentos disponibles las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Su sustento provenía de la naturaleza —de las plantas, hierbas, moras y nueces orgánicas y una extensa variedad de carnes a su alrededor—, así que la disponibilidad de ese sustento dependía de los caprichos naturales y nuestros ancestros experimentaban ciclos de abundancia y hambruna. La alternancia de periodos buenos con gran cantidad de comida y de fases difíciles en las que ésta escaseaba tenía una ventaja: durante las hambrunas intermitentes, el organismo entraba en cetosis, estado promotor de la salud en el que el cuerpo quema grasas, no carbohidratos, para abastecerse de combustible.
Puedes entrar en cetosis con el ayuno o con la dieta cetogénica. Ésta se descubrió en la década de 1920. Médicos que trabajaban en la Universidad Johns Hopkins y la Clínica Mayo trataban a pacientes con problemas dispares: trastornos de ataques incurables y diabetes. Sabían que el ayuno aliviaba los síntomas, pero que éstos regresaban una vez que los pacientes volvían a comer. Así, los investigadores de cada una de esas instituciones comenzaron a manipular por separado la dieta de sus pacientes, para tratar de repetir el estado producido por el ayuno. Cuando redujeron los carbohidratos casi a cero, sus pacientes entraron en cetosis. Los ataques desaparecieron y el azúcar en la sangre se normalizó. Había nacido la dieta cetogénica.
Mi programa cetogénico se basa en la muy sólida ciencia detrás de ese importante descubrimiento. Su combinación de macronutrientes da origen a la misma condición metabólica saludable del ayuno. Así, al tiempo que consumes alimentos que te nutren y satisfacen, cosechas los beneficios de salud de la abstinencia: quemas grasas para tener combustible, normalizas los niveles de tus hormonas, reduces drásticamente la inflamación y le das a tu cuerpo la oportunidad de sanar.
Permíteme reiterarlo: mi dieta cetogénica no supone privación, y mucho menos hambre. Gira en torno a deliciosos platillos que eliminan grasas, reducen el antojo de azúcar y te ayudan a sentirte mentalmente despierto, vigoroso y saciado. Como la del ayuno, la intención no es que ésta sea una práctica prolongada. Pero en nuestros días, en los que desde el estrés hasta las toxinas del entorno pueden echar a perder tu sistema, mi dieta cetogénica es una manera científicamente comprobada de reactivar tu cuerpo mediante el reajuste y estabilización de sus funciones bioquímicas básicas. Más todavía: hay un medio para beneficiarse de la cetosis a largo plazo, conocido como ciclo cetogénico, que explicaré en detalle en las páginas siguientes.