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LOS PRIMEROS BANCOS

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El fin de la década de 1840 coincidió con el comienzo de una fase de prosperidad económica vinculada el gold rush californiano. En el decenio de 1850 se produjo un notorio aumento en las exportaciones de trigo y harina, y la actividad comercial vivió un momento de auge. La ampliación de las áreas de cultivo, la necesidad de elevar la contratación de mano de obra, la realización de obras de regadío y la construcción de molinos, entre otras actividades, requirieron de un incremento en la circulación de capitales y un aumento del crédito. Sin embargo, los mecanismos e instituciones crediticias tradicionales fueron incapaces de satisfacer dicha demanda de manera adecuada. No es de extrañar que en esos años surgieran los primeros bancos que operaron con el nombre de tales y que se constituyeron como sociedades anónimas. La acción del gobierno también contribuyó al surgimiento y desarrollo de ese género de instituciones financieras, mediante la promulgación de diversas leyes que, de manera indirecta, favorecieron la fundación de aquellas y la expansión del crédito. Estas fueron la Ley de Prelación de Créditos, de 1854, y el Código Civil, de 1857, que, entre otros aspectos, clarificó el procedimiento judicial para hacer efectivas las garantías de los créditos. Los bancos nacidos en este periodo surgieron en el eje urbano Santiago-Valparaíso, y de preferencia en esta última ciudad, lo que ha llevado a algunos investigadores recientes a calificar a esta zona como un enclave bancario, al menos en esa etapa fundacional848.

Ya con anterioridad habían existido bancos de crédito y depósito. De hecho, a mediados de la década de 1840 funcionaban varios de ellos, aunque no utilizaban el nombre de tales. Fue a partir del año 1854, con la creación del Banco de Bezanilla y Mac Clure, en Santiago, que surgieron nuevos bancos que operaron bajo tal denominación, autorizados por el gobierno. Dicho banco se inició como caja de consignaciones y corretajes. Muy pronto comenzó a poner en circulación entre sus clientes vales a la vista y a la orden de otra casa comercial que los endosaba en blanco. Parece claro que este banco emitió vales y billetes al igual que el Banco Ossa y Cía., fundado en 1856, el cual, según un director del banco de la época, emitía billetes a la vista y al portador. Ninguna de esas instituciones tenía autorización oficial para realizar dichas operaciones, sin perjuicio de lo cual sus vales o billetes circularon sin inconvenientes849.

Las casas comerciales de Valparaíso continuaron oponiéndose al establecimiento de bancos de emisión. Según estas, el mercado monetario perdería la solidez de que gozaba. Los comerciantes estimaban que la emisión de billetes bancarios crearía un efecto paradójico, pues en lugar de aumentar el circulante y facilitar el crédito, generaría la retirada de los capitales extranjeros. Además, insistieron en que ellos estaban en condiciones de satisfacer las demandas de crédito del país850.

Como puede observarse, los comerciantes de Valparaíso habían sido los más férreos opositores al establecimiento de los bancos de emisión; sin embargo, sus reticencias no incluían a los bancos de crédito y depósito. Tanto es así, que a mediados de 1855 algunos de los más connotados comerciantes porteños estaban en negociaciones para fundar un banco de depósito con autorización oficial. El 25 de junio de 1855, mediante una ley, se facultó al Presidente de la República para que autorizara la fundación del Banco de Valparaíso. En virtud de esa disposición, el 12 de septiembre se constituyó la sociedad anónima para establecer el Banco de Depósitos y Descuentos de Valparaíso. Fue integrada por 14 socios, entre comerciantes individuales y compañías comerciales. El principal accionista era Matías Cousiño, con 200 acciones, y la gran mayoría de los socios se suscribió con 100 acciones cada uno. Las operaciones más importantes que realizaría serían las de descuento de letras, préstamos, cuentas corrientes, depósitos, giro de letras, cobranza de documentos y compra y venta de bonos de la deuda pública. Un artículo de los estatutos consignó de manera expresa la prohibición de emitir billetes al portador y de cédulas o vales que hicieran las veces de papel moneda851.

El Estado no se conformó con respaldar la creación de instituciones crediticias privadas. Con el objeto de fomentar la agricultura, el gobierno emprendió la tarea de fundar una institución que otorgara crédito a ese sector. En agosto de 1855 se promulgó la ley que creó la Caja de Crédito Hipotecario. Se trataba de un organismo estatal, sin fines de lucro, destinado a conceder préstamos a largo plazo sobre hipotecas, preferentemente sobre fundos rústicos. La Caja no otorgaba el préstamo en dinero efectivo, sino que entregaba al peticionario letras de crédito por la cantidad solicitada y contra hipoteca de la propiedad. El deudor debía vender las letras en el mercado de valores, de manera que el dinero que recibía en esa operación correspondía al crédito. La Caja, por tanto, actuaba como intermediaria entre los agricultores y los inversionistas. Comenzó a funcionar en diciembre de 1855 y durante 1856 otorgó préstamos a 97 propietarios, número que disminuyó en los años siguientes a causa de la crisis económica852.

Finalmente, el 16 de noviembre de 1859, el gobierno autorizó la fundación del Banco de Chile, cuyos estatutos fueron aprobados definitivamente en marzo de 1860. En ellos se establecían las operaciones que efectuaría, entre las cuales no figuraba la emisión de billetes y se excluía expresamente el otorgamiento de créditos hipotecarios. Con todo, y pese a las disposiciones estatutarias, varios memorialistas han sostenido que el banco puso en circulación sus billetes antes de la promulgación de la Ley General de Bancos de 1860. Sus principales accionistas fueron Pastor Cerda, Gregorio Ossa y Diego Ovalle853.

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