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LA EMANCIPACIÓN: ¿CONTINUIDAD O CAMBIO?

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El proceso de la emancipación, más allá de los cambios políticos, también trajo consigo novedades en el campo de las ideas económicas, aunque lo cierto es que más bien tendieron a predominar las continuidades. Una medida económica importante adoptada al fragor del nuevo orden de cosas fue el decreto de libre comercio de 1811, dictado por la primera Junta de Gobierno, con el que se abrieron los principales puertos del país al tráfico con las naciones extranjeras aliadas de España y también con las neutrales. De esa manera se ponía término al monopolio comercial que legalmente había regido desde el siglo XVI. Podría suponerse que esta medida respondía a las ideas económicas liberales que gozaban de gran crédito en Europa. Sin embargo, ese no fue el caso, pues el decreto respondió a criterios claramente políticos. Lo que les interesaba a los miembros más radicales de la Junta era poder abastecerse de pertrechos de guerra ante las eventualidades futuras y facilitar la introducción de propaganda política favorable a sus ideas791.

Independientemente de lo anterior, es evidente que a la zaga del proceso emancipador se difundieron, en círculos muy estrechos, por cierto, las ideas y los escritos de los autores del liberalismo clásico. Ya en 1813 en un plan de estudios del Instituto Nacional, que no alcanzó a entrar en vigencia, figuraba la enseñanza de la Economía Política de acuerdo a los postulados de Adam Smith y Juan Bautista Say, aunque también se incluía al mercantilista Antonio Genovesi792. Con posterioridad, al reabrirse el Instituto en 1819, se estableció un curso de Economía Política para los estudiantes de Derecho que debía basarse en el Traité d’économie politique de Say, del que incluso circularon traducciones manuscritas793. Por su parte, Camilo Henríquez, en su estadía en Buenos Aires entre 1814 y 1822, se empapó de las nuevas ideas económicas, y al regresar a Chile se dedicó a la difusión de los principios de la economía política desde El Mercurio de Chile y en el ejercicio de cargos públicos. Diego José Benavente, ministro de Hacienda entre 1823 y 1824, leyó a los autores del liberalismo clásico y con frecuencia hacía gala del conocimiento de la obra de Adam Smith y de otros autores794. También José Joaquín de Mora contribuyó a divulgar los principios de la Economía Política en los años iniciales de la república. Sirviéndose de la prensa, trató de inculcar nociones útiles de esa disciplina, que en gran medida respondían a las enseñanzas de Adam Smith, Juan Bautista Say y David Ricardo795.

Pero, más allá de estos prohombres que conocieron, valoraron y difundieron los aportes del liberalismo clásico, lo cierto es que, en la práctica, las políticas económicas que se aplicaron durante esos años, incluso por algunos de ellos en calidad de hombres de gobierno, por lo general no siguieron las enseñanzas de esa corriente. La tendencia apuntó a mantener las políticas proteccionistas que venían de la monarquía796. Esto aconteció, por ejemplo, con Diego José Benavente, quien desde la prensa se identificó con las ideas de Adam Smith, pero que en su calidad de ministro de Hacienda no estuvo dispuesto a aplicar el laissez faire en materia comercial, en consideración a las diferencias económicas y culturales con las naciones más desarrolladas y que hacían necesario otorgar protección a las actividades locales797. Por esos años se dictaron diversas disposiciones que buscaban favorecer el establecimiento o el desarrollo de ciertas actividades productivas o comerciales mediante privilegios de exclusividad, exenciones tributarias, ventajas arancelarias y aportes financieros798. Esto mostraba que a la hora de tomar decisiones de política económica se optaba de manera preferente por las recetas conocidas de fuerte raigambre neomercantilistas.

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