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EL SERVICIO DE CORREOS

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El gobierno republicano reafirmó el principio del monopolio estatal en el transporte de la correspondencia, heredado de la administración española, e impuso fuertes sanciones a los contraventores, sin cejar ante el reclamo del procurador de Santiago por esta medida743. Durante el gobierno de Bernardo O’Higgins esa insistencia obedecía en parte al deseo de controlar las comunicaciones, en especial cuando la Independencia aún no estaba afianzada, pero también porque, al igual que durante el régimen monárquico, se consideraba el ingreso del ramo de correos como una de las rentas del Estado.

Las disposiciones de la Ordenanza de Correos de 1795 se mantuvieron después de la emancipación por lo menos hasta mediados del siglo, con la diferencia de que la Administración de Santiago, otrora parte del sistema indiano, pasó a ser la oficina central del correo chileno. Esto significó que “a las funciones mecánicas del servicio” se le agregaron las de inspección y dirección del sistema en su conjunto. Estas atribuciones diferentes solo fueron separadas por la ley de 16 de agosto de 1854 que creó la Dirección General de Correos, dependiente del Ministerio del Interior744.

Las tarifas del correo fueron recargadas a raíz de la guerra de la Independencia y rebajadas por el gobierno de O’Higgins a fines de 1818, pero aún eran elevadas. El cobro por una carta “sencilla” variaba de acuerdo a la distancia transportada, desde dos reales (25 centavos) entre Santiago y Valparaíso o puntos intermedios, hasta cuatro reales (50 centavos) para Vallenar, Copiapó, Chiloé o Buenos Aires745.

El aumento del comercio internacional a partir del decenio de 1820 hizo necesario reglamentar el servicio de correo exterior. Una ley de 4 de abril de 1835 dispuso que toda la correspondencia cerrada que viniera por mar debía ser entregada por el capitán de la nave al jefe de resguardo del puerto, quien le pagaría cierta suma de dinero por el transporte de cada pieza. Este, a su vez, transferiría la correspondencia a la administración de correos en conformidad con el monopolio postal. Las cartas transportadas por mar pagaban como mínimo un real o real y medio, según se tratase de correspondencia nacional o desde el extranjero, más la tarifa para el correo interior. Así, por ejemplo, una carta sencilla enviada por mar desde Santiago a Coquimbo pagaba tres reales: dos por llevarla a Valparaíso y un real por el porte marítimo.

Esta ley puso de manifiesto las deficiencias que resultaban de una falta de acuerdos compensatorios de correos. Para el caso de la correspondencia despachada hacia el exterior, el remitente en Chile solo podía pagar el franqueo hasta el puerto de salida y los cargos restantes correspondían al destinatario de la carta. A su vez, las cartas que venían franqueadas desde el exterior debían pagar otra vez en nuestro país. Estos inconvenientes solo se resolvieron cuando Chile adhirió a la Convención de París de la Unión Universal de Correos —hoy Unión Postal Universal— en 1880746.

La reforma del servicio de correo fue propuesta en 1849 por el diputado Fernando Urízar Garfias. Su proyecto de ley proponía una rebaja sustancial de las tarifas vigentes y la exigencia del pago previo de la correspondencia —o franqueado, como se decía—, lo que se acreditaba mediante un sello o estampilla adherida a la carta747. La reforma estaba basada en las innovaciones propuestas por Rowland Hill en Inglaterra y aplicadas allí desde 1840. La idea de usar estampillas en Chile había sido sugerida por el ya mencionado Guillermo Wheelwright, quien las empleaba en el trasporte de la correspondencia en los vapores de la Pacific Steam Navigation Company (PSNC), por él fundada748.

La reforma fue aprobada por ley de 20 de octubre de 1852. Ella eliminó el cobro diferencial para la correspondencia terrestre de acuerdo a la distancia transportada, si bien la correspondencia proveniente desde el extranjero y la trasportada en el interior del país por vía marítima mantenían el recargo adicional. Lo importante era la reducción de las tarifas terrestres a la quinta parte o menos, y el recargo marítimo dentro de Chile a la mitad749. La ley estableció, además, diversas exenciones para la correspondencia oficial750.

Society London, 1989, p. 66.

El nuevo sistema empezó a funcionar a mediados del año siguiente, cuando llegaron a Chile los sellos postales cuya impresión se había encargada a la firma Perkins Bacon de Inglaterra, la misma que había impreso los sellos de la PSNC751. Después de adoptarse diversas disposiciones parciales, se procedió a la reglamentación del servicio mediante una ordenanza general dictada el 22 de febrero de 1858752.

Para 1855 el número de administraciones de correos alcanzaba a 45, más otras 15 estafetas u oficinas locales753. La extensión del servicio, que prosiguió en los años siguientes, se hizo en parte agregando las funciones de correo a otras oficinas de hacienda, en especial a los empleados del estanco del tabaco, que por entonces formaba la mayor red de agencias oficiales a lo largo del territorio754.

En las grandes ciudades la correspondencia podía ser depositada en buzones especiales, sin necesidad de ir a una oficina de correos. A la vez, para su distribución, la ordenanza de 1858 contemplaba el uso de casillas y un servicio de carteros, siempre que el movimiento lo justificara. Estos funcionarios fueron autorizados para cobrar por sus servicios a razón de dos centavos por carta y un centavo por cada periódico o pliego suelto, y tenían además la obligación de recoger la correspondencia de los buzones755.

La reducción de las tarifas y el mejoramiento del servicio se tradujeron en un vigoroso aumento en el volumen de correspondencia transportada. El número de piezas movilizadas por correo aumentó de 296 mil a poco más de dos millones entre 1853 y 1855. Ante el crecimiento exponencial del tráfico de correos, la provisión de estampillas resultó muy insuficiente y se debió encargar la impresión de los sellos en Chile756. En los decenios siguientes se difundió aún más el uso del correo. En 1869 el movimiento total alcanzó a casi cuatro millones de piezas, equivalente a 2,28 por habitante; en 1880 las piezas movilizadas eran más de 12 millones, equivalente a 8,58 piezas por habitante. De otra parte, la generalización del empleo de este servicio hizo necesario educar a la población sobre la manera de escribir la dirección del destinatario y el lugar en que se debía colocar el sello757

No obstante el éxito de la reforma postal, el crecimiento del volumen de correspondencia movilizada tenía como principal obstáculo la celeridad del servicio, como hacía notar el Director General de Correos en 1856. Esta situación debió ser modificada mediante el aumento de la frecuencia de las salidas, hasta llegar a dos o tres por semana entre las poblaciones principales, y aún más en ciertos recorridos. Esta mejora alentó a su vez un mayor uso del correo, lo que justificaba el servicio. Lo recomendable era que la conducción de correspondencia fuera hecha por empresas particulares de diligencias y birlochos que transportaban pasajeros, con lo cual el correo se evitaba tener que organizar las postas y hacer inversiones en esa materia. Esta idea fue recogida en la ordenanza general de 1858, que dispuso contratar la conducción de la correspondencia terrestre con terceros mediante licitación758.

El servicio pronto se valió de los nacientes ferrocarriles para el transporte de las valijas de correo. El artículo 53 de la Ley de Ferrocarriles de 6 de agosto de 1862 dispuso que todas las empresas de ferrocarriles estuvieran obligadas a transportar sin cargo las valijas de correspondencia, los empleados encargados de su transporte y las estafetas que el correo estableciera en las líneas de ferrocarriles. Respecto de esto último, al año siguiente se establecieron correos ambulantes en vagones especiales759.

En cuanto al servicio marítimo, se mantuvo el pago al capitán o consignatario del buque conductor de la correspondencia transportada. Sin embargo, este mecanismo perdió importancia, pues los buques de guerra y los vapores que recibían subvenciones del gobierno tenían la obligación de llevar el correo sin cargo760.

La Ordenanza de Correos de 1858 amplió los servicios. Se hizo posible el despacho de correspondencia certificada, la cual, mediando un pago adicional, era registrada en la guía que acompañaba a los paquetes de correspondencia761. En los años siguientes se extendió el servicio de correos al reparto de la correspondencia dirigida dentro de la misma ciudad, con una tarifa rebajada de dos centavos por pieza, y se autorizó el uso de tarjetas postales. Estas últimas, solo emitidas por el Estado, debían llevar la dirección por un lado y el mensaje por el reverso, con la advertencia de que la comunicación no debía ser de carácter obsceno o inmoral762. Una de las novedades más importantes fue la introducción, en 1869, de giros postales que permitían la remesa de pequeñas sumas de dinero entre las oficinas del país en una época en que no existía una red de bancos. En un comienzo, el máximo que se podía remitir era 40 pesos, el cual fue ampliado hasta 150 y 200 pesos en 1877763. La buena acogida que tuvo este servicio queda demostrada en el cuadro No 19:

Por último, hay que mencionar las franquicias otorgadas por el servicio de correos para la circulación de impresos conforme a una política oficial. Los diarios y revistas podían circular libre de porte, como también los libros y folletos que pesaran hasta 50 gramos. Los de mayor peso pagarían solo un centavo por cada 50 gramos o fracción764.

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