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DIFUSIÓN Y AUGE DEL LIBERALISMO
ОглавлениеEl panorama anterior experimentará un cambio significativo sobre todo a partir de mediados de la década de 1850. La preocupación de las autoridades de la Universidad por la enseñanza de la Economía Política las llevó finalmente a buscar un profesor en el extranjero que asumiera la tarea. Primero trataron de contratar a Andrés Cochut, conocido en el país por los artículos que publicaba en El Araucano. Él desistió por razones familiares, pero recomendó a Gustavo Courcelle Seneuil, quien, a pesar de su juventud, gozaba de gran prestigio por sus escritos periodísticos sobre temas económicos, jurídicos, políticos y literarios, y también por sus tres libros de economía, El Crédito y el banco, Tratado teórico y práctico de las operaciones de Banco y Tratado teórico y práctico de las operaciones industriales, comerciales y agrícolas, publicados en 1840, 1852 y 1854, respectivamente. El ofrecimiento que le hizo el gobierno chileno coincidió con una situación compleja que vivía en su país por haberse jugado políticamente por la república y contra los afanes dictatoriales de Luis Napoleón. Su contrato, por cinco años, era para desempeñarse como profesor de Economía Política en la universidad y como consultor del Ministerio de Hacienda813.
Gran impacto tuvo la presencia de esta figura en el mundo académico y en la elite gobernante. Como está dicho, Courcelle Seneuil no solo gozaba de prestigio en Francia, sino que su nombre había trascendido las fronteras y en Inglaterra su obra era muy bien valorada, sobre todo por haber traducido al francés los Principios de Economía Política de John Stuart Mill. Pero, además, poseía una personalidad muy atractiva, era de carácter afable y de grata conversación; poseía una gran inteligencia y cultura que se reflejaba en el manejo de las lenguas clásicas y en los conocimientos científicos y literarios que exhibía. Renovó de manera sustancial la enseñanza de la Economía Política, como lo subrayó Diego Barros Arana, quien pudo comprobar el cambio en ese aspecto por haber sido alumno durante el sistema antiguo y también haber asistido al segundo curso que Courcelle dictó en el país. Al respecto, dice que el nuevo profesor presentaba la asignatura como una disciplina científica, con las características de una “ciencia exacta” y que los cinco años de enseñanza que impartió “ejercieron una grande influencia en la juventud […], y todos [sus discípulos] adquirieron nociones correctas de esta ciencia y han contribuido a la propagación de los principios de libertad industrial”814.
Como asesor del Ministerio de Hacienda, tuvo activa participación en la labor legislativa que llevó adelante el gobierno de Manuel Montt. Colaboró con informes, redacción de proyectos y de proposiciones referentes a legislación en materia monetaria, de aduana y bancaria, así como a la modernización de la contabilidad en las oficinas fiscales y al perfeccionamiento del proyecto de Código de Comercio. Paralelamente, realizó una activa labor de difusión de sus ideas económicas a través de la prensa y en ocasiones dio muestras de sus cualidades de polemista, que ya habían quedado de manifiesto en su etapa europea. Su prestigio indiscutido llevó a que fuera incorporado por unanimidad como miembro de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad. Y sus escritos y opiniones gozaban de gran consideración, al punto de ser utilizados con frecuencia como argumentos de autoridad en los debates parlamentarios815. En suma, desde la llegada de Courcelle Seneuil, las ideas librecambistas experimentaron una amplia difusión y cada vez ganaron mayor adhesión en los sectores dirigentes del país. La legislación que se dictó a partir de esos años en los ámbitos mercantil y financiero se inspira, por lo general, en los principios del liberalismo clásico, en una muestra evidente del cambio que se había operado en la mentalidad de la clase gobernante, del que Courcelle Seneuil era en gran parte responsable.
Con todo, la labor que pudo desarrollar el economista francés no explica por sí sola la rápida penetración y amplia aceptación de los principios del liberalismo económico por parte de la mayoría de la elite intelectual, política y empresarial de la segunda mitad del siglo XIX. Hay razones que van más allá de lo doctrinario para explicar el abandono de las políticas proteccionistas y el abrazo del librecambio. El factor fundamental tiene que ver con los cambios experimentados en el desarrollo económico del país desde la Independencia y que se acentuaron al promediar la centuria. Como se ha indicado, se había heredado del periodo monárquico un sistema proteccionista que se mantuvo en las primeras décadas de la Independencia no tanto por cuestión de principios, sino fundamentalmente por razones hacendísticas. El fisco necesitaba ingresos y estos provenían sobre todo de los derechos que pagaba el comercio exterior. La coyuntura económica favorable que se generó desde fines del decenio de 1840 acentuó la tendencia que mostraba la economía en cuanto dependiente de aquel sector. La producción agrícola y minera tuvo un brusco crecimiento por esos años y esto obedeció a la demanda externa, como lo reflejan las cifras de las exportaciones816. En la medida en que el intercambio internacional crecía, las disposiciones que dificultaban su desarrollo fueron vistas como un obstáculo que debía alzarse, a la vez que se abogaba por normas que estimularan ese comercio. Por lo mismo, fueron los representantes del sector exportador quienes iniciaron las acciones destinadas a introducir cambios en la legislación, antes por cierto de que Courcelle Seneuil llegara a Chile817. En ese aspecto desempeñaron un papel significativo los comerciantes de Valparaíso, los mineros del norte y los productores de trigo y harina de la zona centro-sur. Una muestra de ese proceso se aprecia en la derogación de la ley que reservaba el cabotaje a los barcos chilenos. La presión ejercida por los mineros del norte y los molineros y agricultores del sur ante la escasez de navíos, a causa de la fiebre del oro de California, hizo que el gobierno decretara en 1849 la libertad de cabotaje, eliminando el régimen proteccionista existente, a pesar de la oposición de los armadores nacionales818.
Con el ideario librecambista y con Courcelle Seneuil ocurrió un fenómeno curioso. Es indudable que su enseñanza, labor difusora y su prestigio contribuyeron a la amplia y profunda penetración de la economía clásica en el país. Pero también es cierto que el economista francés fue bastante pragmático y moderado en materia doctrinaria. Él era, sin duda, un representante destacado del liberalismo, no obstante lo cual en sus propuestas legislativas tomaba en consideración las particularidades del caso chileno y evitaba las proposiciones extremas. Un ejemplo típico es la ley de bancos de 1860, que trató de moderar en sus disposiciones, y que en varios aspectos se alejó de lo que había propuesto en sus libros como ideal para la situación europea819. El proyecto original, defendido por Courcelle, fue criticado en su momento por numerosos parlamentarios que consideraban excesivas las regulaciones que establecía820. No faltó algún discípulo del economista francés, como Zorobabel Rodríguez, que le criticó su tendencia a dar preferencia a la práctica antes que a la teoría821.
Entre 1860 y 1880 las ideas liberales gozaron de gran prestigio y la mayoría de quienes se dedicaban a estudiar los temas económicos se identificaban plenamente con ellas. La Revista Económica, fundada en 1886, refleja la importancia asignada a aquellas materias y el peso que tenía el librecambismo entre sus redactores, entre los que destacaron Miguel Cruchaga Montt, Zorobabel Rodríguez, Marcial González y Marcial Martínez, entre otros. En ese éxito del librecambismo no solo influyeron la enseñanza universitaria y la circulación de las obras de los más reputados autores de dicha corriente, sino también la situación económica favorable que vivió el país la mayor parte de esos años. La prosperidad era en gran medida consecuencia del auge del comercio exterior, lo que permitía asociar el desarrollo con las políticas liberales que estimularían esas actividades822. Por otra parte, el buen comportamiento del sector externo mejoraba los ingresos fiscales, que, a pesar de las políticas liberales, continuaban dependiendo en gran medida de aquel823. De ahí que se buscara estimular ese comercio, a veces independientemente de las consideraciones doctrinarias824.
No obstante el éxito del liberalismo, nunca dejaron de aparecer opiniones críticas o defensoras de políticas proteccionistas. Cuando se debatía la ley de bancos, hubo quienes postularon el establecimiento de un banco estatal, a cargo del monopolio de la emisión de billetes825. Las crisis económicas favorecían la aparición de las propuestas antiliberales. Así, Pedro Félix Vicuña sostuvo que la propagación de las teorías económicas liberales era responsable de la crisis de 1857 en Chile. Y a raíz de la crisis provocada por la guerra con España, volvió a proponerse en el Congreso, sin mayor éxito, la idea de establecer un banco nacional, es decir, del Estado. Durante la crisis de 1873 y la depresión consiguiente, otra vez surgieron voces que llamaban a crear un banco del Estado, el que habría permitido, según sus promotores, superar la difícil situación que atravesaba el país826.
A partir del decenio de 1870 las propuestas proteccionistas se concentraron en torno a la idea del desarrollo industrial. Surgieron diferentes opiniones, que en algunos casos se expresaron en el semanario La Industria chilena y a veces también en la propia Revista Económica, que destacaron la mala situación en que encontraba esa actividad debido a la imposibilidad de competir con las importaciones extranjeras. Se hizo una crítica al liberalismo, pero no hubo necesariamente un sustento doctrinario sólido tras ella. Por lo general, los juicios se centraban en las ventajas que tendría para el país el desarrollo de la industria manufacturera y en la modificación de los aranceles827. Las críticas más significativas al librecambio aparecieron después de 1880, en que cobró fuerza la idea de una industria nacional como factor de desarrollo y modernidad. Pero los planteamientos proteccionistas que se esgrimieron por esos años no implicaron, en lo fundamental, una objeción al modelo económico liberal. En ese sentido, es sintomática la creación de la Sociedad de Fomento Fabril, que en sus orígenes no se expresó como un organismo defensor de los intereses corporativos de los industriales, sino como una institución, con mayoría de consejeros no industriales, que, a través de la industrialización, aspiraba al progreso social y la modernidad, siguiendo criterios parecidos a los de las antiguas sociedades económicas de España. Se pretendía que la industria gozara de los mismos beneficios que habían disfrutado los otros sectores de la economía, en cuanto a disponer de materias primas a bajo costo y gozar de protección ante la competencia externa828.
En todo caso, las críticas al librecambio y la adhesión al proteccionismo representaban a sectores minoritarios de la elite de la época. Hasta el término del periodo que analizamos, el liberalismo continuó siendo, sin duda, la ideología económica predominante en los círculos académicos y políticos.
* Con la colaboración de Joaquín Fernández Abara.
786 Sergio Villalobos, El comercio y la crisis colonial. Un mito de la Independencia, Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago, 1968, p. 98 y ss.
787 Ibídem., p. 160.
788 Anselmo de la Cruz, “Balanza de comercio que conviene al reino de Chile”, Memoria leída en el Consulado en enero de 1809, en Miguel Cruchaga, Estudio sobre la organización económica y la hacienda pública de Chile, III, Editorial Reus, S.A., Madrid, 19292, pp. 400-416.
789 Al respecto, ver “Representación del señor síndico don Manuel de Salas sobre fomentar algunos artículos útiles al comercio de este reino” de julio de 1796, en Miguel Cruchaga, op. cit., I, Santiago, 18781, pp. 293-297.
790 Robert M. Will, “Economía clásica en Chile antes de 1856”, RChHG, 131, 1963, pp. 178-179. Los chilenos con inquietudes por los temas económicos leían a Pedro Rodríguez Campomanes, Bernardo Ward y José del Campillo y Cossío.
791 Jaime Eyzaguirre, “El alcance político del decreto de libertad de comercio de 1811”, en BAChH, 75, 1966, p. 158.
792 Will, op. cit., p. 179.
793 Ibídem., p. 180, nota 9.
794 Diego José Benavente, Opúsculo sobre la Hacienda Pública de Chile. Cuadernos primero y segundo. Santiago, 1841 y 1842. Reedición por Biblioteca Fundamentos de la Construcción de Chile, Cámara Chilena de la Construcción, Pontificia Universidad Católica de Chile y Biblioteca Nacional, No 32. Santiago, 2010, pp. 10, 13, 27, 72 y 74.
795 Will, op. cit., pp. 185-189. También, Sergio Villalobos y Rafael Sagredo, El proteccionismo económico en Chile. Siglo XIX, Instituto Blas Cañas, Santiago 1987, pp. 23-26. En los planes del Liceo de Chile, José Joaquín de Mora pensaba establecer un curso de Economía Política que se ceñiría a un texto que iba a redactar siguiendo la obra de James Mill, Elementos de Economía Política, y en el que destacaría “las opiniones más seguras de Smith, Say, Sismondi y Jovellanos”.
796 Diego Barros Arana, Historia General de Chile, XIV, Editorial Universitaria y Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Santiago, 2005, pp. 118-119; Marcello Carmagnani, Los mecanismos de la vida económica en una sociedad colonial. Chile 1680-1830, Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos y Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Santiago, 2001, pp. 116-117.
797 Benavente, op. cit., pp. 13-14.
798 Villalobos y Sagredo, op. cit., p. 35 y ss.
799 Manuel Rengifo, Memoria que el ministro en el departamento de Hacienda presenta al Congreso nacional. Año de 1834, en Documentos Parlamentarios. Discursos de apertura en las Sesiones del Congreso y Memorias Ministeriales correspondientes a la administración Prieto 1831-1841, I, Imprenta del Ferrocarril, Santiago, 1858, p. 242.
800 Ibídem, p. 243.
801 Barros Arana, Historia General de Chile, XVI, Santiago, 2001, pp. 173-174.
802 Ricardo Couyoumdjian, “Portales y las transformaciones económicas de su época: una aproximación”, en Bernardino Bravo, editor, Portales. El hombre y su obra. La consolidación del gobierno civil, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1989, pp. 269-270.
803 Claudio Véliz, Historia de la Marina Mercante de Chile, Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago, 1961, pp. 49-52.
804 Manuel Rengifo, Memoria que el ministro en el departamento de Hacienda presenta al Congreso nacional. Año de 1835, en op. cit., p. 252. También, Rafael Sagredo, “La organización de la Hacienda Pública en Chile”, en Opúsculo sobre la Hacienda Pública en Chile de Diego José Benavente, op. cit., p. xlvii.
805 SCL, XXIV, sesión de 22 de julio de 1835, anexo 108, p. 92.
806 SCL, XXIV, sesión de 27 de julio de 1835, anexo 114, p. 98.
807 Will, op. cit., p. 192; Jorge Pinto Rodríguez, “Proyecto de la elite chilena del siglo XIX”, ALPHA, 27, diciembre 2008, pp. 123-145.
808 Luis Ortega, Chile en ruta al capitalismo: cambio, euforia y depresión 1850-1880, LOM Editores, Centro de Investigaciones Barros Arana. Santiago, 2005, p. 357.
809 Juan Braun Ll., Matías Braun Ll., Ignacio Briones, José Díaz B., Rolf Lüders S., Gert Wagner H., Economía Chilena 1810-1995: Estadísticas Históricas, Documento de Trabajo No 187, Instituto de Economía, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 2000, p. 76.
810 Diego Barros Arana, Un decenio de la Historia de Chile. 1841-1851, Imprenta y Encuadernación Universitaria, Santiago, 1905, I, pp. 237-242.
811 Will, op. cit., p. 195. Cabe hacer notar que Cristóbal Valdés era yerno de Andrés Bello, el cual, siendo rector de la Universidad, volvió a insistir sobre el tema en un artículo que publicó en El Araucano el 17 de octubre de 1853.
812 Diego Barros Arana, Necrolojía de don Juan Gustavo Courcelle Seneuil, Imprenta Cervantes, Santiago, 1892, p. 7.
813 Ibídem., pp. 5-7.
814 Ibídem., p. 8 y 11.
815 René Millar Carvacho, Políticas y teorías monetarias en Chile, p. 92.
816 Marcelo Carmagnani, Desarrollo industrial y subdesarrollo económico. El caso chileno (1860-1920), Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana y Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile, Santiago, 1998, p. 188.
817 Millar Carvacho, op. cit., pp. 93-94; Eduardo Cavieres, Comercio chileno y comerciantes ingleses 1820-1880: (Un ciclo de Historia Económica), Instituto de Historia, Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, 1988, p. 122; también, del mismo, “Anverso y reverso del liberalismo en Chile, 1840-1930”, en Historia, 34, 2001, p. 47; Carmagnani, Desarrollo, pp. 113-114.
818 Véliz, op. cit., pp. 79-87. Antes de 1850 buena parte de las tierras agrícolas de la zona centro-sur estaban aisladas de los mercados externos debido a los altos costos del transporte; cfr. Arnold J. Bauer, “Expansión económica en una sociedad tradicional: Chile central en el siglo XIX”, en Historia, 9, Santiago, 1970, p. 156.
819 Millar Carvacho, op. cit., p. 101.
820 Ibídem., p. 107.
821 Villalobos y Sagredo, op. cit., p. 69.
822 Eduardo Cavieres, “Anverso y reverso”, en op. cit., p. 61.
823 Eduardo Cavieres y Jaime Vito, “Chile 1860-1930. Liberalismo y financiamiento del Estado: Un problema secular”, en Dimensión Histórica de Chile, No 11-12, 1995-1996., pp. 94-96. Debe tenerse presente la significación que tuvo el impuesto a las exportaciones de salitre.
824 Cavieres, Comercio chileno, pp. 107-108.
825 Millar Carvacho, op. cit., pp. 112-114.
826 Ibídem., pp. 145-147.
827 Carmagnani, Desarrollo, p. 114 y 115. Los industriales defendieron el alza de aranceles y la liberación de derechos para las materias primas al discutirse en 1878 la reforma de la ordenanza de aduanas; cfr. Juan Eduardo Vargas, “La Sociedad de Fomento Fabril, 1883-1928”, en Historia, 13, 1976, p. 8.
828 Ibídem., pp. 40 y 52.