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EL COMERCIO EXTERIOR: LOS MECANISMOS Y LOS ACTORES

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Durante la mayor parte del siglo XIX el comercio internacional se realizaba de preferencia mediante ventas a consignación: el exportador enviaba la mercadería a su agente para que este la vendiera al mejor precio conforme a las condiciones del mercado571. Aunque los cónsules, los extranjeros y los agentes locales informaban a los centros proveedores de manufacturas cuáles eran los artículos de mayor demanda, la lentitud de las comunicaciones hacía muy difícil saber cuáles serían las condiciones imperantes en la plaza al tiempo que llegara la mercadería.

Los agentes no trabajaban solo a base de comisiones. En algunos casos, especialmente cuando se trataba de operaciones realizadas con la casa matriz o con filiales en el Perú y otros países, estos participaban en el negocio compartiendo las utilidades y los riesgos en la compra y la venta de mercaderías.

Dado lo reducido del mercado chileno, los comerciantes, actuando como agentes o como importadores por cuenta propia, no se limitaban a un determinado género de mercaderías, sino que traían los más diversos artículos que pudieran tener compradores entre la población local. En un comienzo, el pago de las importaciones se hacía en moneda de oro o plata, o en pastas metálicas, si bien muy pronto se encontraron artículos de retorno —minerales y productos agropecuarios— que las mismas casas importadoras se encargaban de exportar para saldar el valor de las compras y realizar un negocio adicional.

Todo lo anterior podía resultar bastante lucrativo para el agente que recibía mercaderías en consignación. Así lo demuestra el tarifado de las comisiones cobradas por la casa Boom, Vigneaux y Grisar de Valparaíso en la década del 1840. La comisión por la venta de consignaciones, sea en remate o en forma particular, era el cinco por ciento. Si el monto parece pequeño, hay que tener presente que todos los demás gastos incurridos por el agente se cobraban por separado. La mercadería se vendía a plazo y el riesgo de no pago recaía sobre el exportador dueño de la mercadería. Ahora bien, el agente se ofrecía a garantizar dicho pago mediando una comisión adicional de dos y medio por ciento, pagando con un plazo de un mes adicional a lo pactado originalmente. También existía la posibilidad de adelantar el dinero de la venta, con un descuento según el interés vigente en la plaza, y calculando un plazo adicional de dos meses. Después estaba el problema del retorno de la venta: si para esto se requería de la compra de plata u oro, había otra comisión de uno por ciento, que se elevaba al dos y medio por ciento si se trataba de otros productos. Había cobros adicionales de dos y medio por ciento para la contratación de pasajes, fletes de carga, y fletamento de navíos y negociación de cartas de crédito, y comisiones menores para el reembarque de mercaderías, metales preciosos y otras gestiones. Estos cobros y los correspondientes al desembarque y almacenamiento de las mercaderías eran deducidos del pago en la liquidación final572. Estas comisiones no variaban mucho entre un consignatario y otro. La contabilidad de Gibbs Crawley para 1832 revela que las comisiones de venta cobradas en calidad de agentes fluctuaban entre un cinco y un siete por ciento, dependiendo de la mercadería573. Un rango parecido de comisiones operaba para los negocios entre Otto Uhde y Hunicken de Valparaíso y la casa matriz en Hamburgo, a las que nos referiremos más abajo. La filial porteña estaba autorizada a cobrar a esta una comisión de cinco por ciento por las ventas, dos y medio por ciento por la garantía de créditos, uno por ciento por el arriendo de bodegas, y dos y medio por ciento por las mercaderías de retorno574.

Además de recibir mercadería en consignación, la casa Gibbs de Valparaíso solía ir en medias con las mercaderías que le despachaba o que remitía a la sucursal en Lima o a la firma asociada en Australia, en cuyo caso, como anticipábamos, la comisión era reemplazada por una participación en el negocio. Sin embargo, la mayor parte de las utilidades de dicha firma provenía de las comisiones y de los cobros de interés a los deudores575.

El pago de una comisión adicional para garantizar el riesgo del crédito resultaba necesario si se considera que los comerciantes minoristas, que compraban a plazo con letras, solían atrasarse en el pago de sus compromisos. Si estos demoraban en exceso, o simplemente no pagaban, era necesario entablar un juicio, lo que no era fácil si el deudor estaba en una plaza distinta.

Esta fue una de las razones que tuvieron las casas de consignación de Valparaíso para abrir sucursales o agencias en Santiago y otras ciudades de Chile y aun en los países vecinos, a medida que los negocios lo justificaban. Así, en Tacna y Arica, Huth Gruning y Lezica Hermanos, ambas de Valparaíso, terminaron por abrir una agencia local para cobrar deudas que tenían en la plaza, prestando servicio de cobranza a otras firmas porteñas576.

Si era importante la cobertura local para distribuir las mercaderías recibidas, la vinculación con los centros productores de manufacturas resultaba fundamental, tanto o más porque estos mismos productores buscaban una relación más estable con estos mercados. Si el riesgo recaía sobre el exportador dueño de la mercadería, era imprescindible que el consignatario fuera una persona de confianza. De ahí que, tan pronto lo justificaba el volumen de los negocios, algunas firmas inglesas y alemanas abrieron sucursales en Chile mediante la formación de sociedades entre el exportador y un agente local, a menudo enviado directamente por ellos, que recibía una proporción de las ganancias. Estas sociedades eran entidades separadas de la casa matriz, pero vinculadas estrechamente a ellas por estar constituidas por los mismos socios principales, a los que se agregaba un socio residente, por lo general una persona con experiencia en estos mercados, cuando no se trataba de un pariente. Con el tiempo, la tendencia fue que las casas comerciales extranjeras enviaran a algún familiar de los socios a ganar experiencia en estas latitudes antes de regresar a ocupar cargos principales en la empresa. La mayor parte del capital de esas sociedades era aportado por los socios en el extranjero, quienes eran los que fijaban la política comercial de la empresa, como lo atestigua la correspondencia existente, sin perjuicio de la necesidad de tomar en cuenta las apreciaciones del socio en el terreno.

Si en un primer momento fue común que los comerciantes extranjeros que llegaron de paso se radicaran después en Chile, como fue el caso de Josué Waddington, Jorge Lyon, David Ross y los Walker, la tendencia posterior fue la formación de sociedades locales con casa matriz en el extranjero, una práctica que se afianzó en los decenios siguientes. Algunas de estas sociedades aparecieron ya en la década de 1820: es el caso de Huth, Coit & Co., más tarde Huth Gruning, de Gibbs Crawley y de Hemenway & Co.

En 1822, Frederick Huth, comerciante alemán establecido en Londres, y que tenía algún conocimiento del comercio con la América española, resolvió establecer agencias en Lima y Valparaíso. Para ello se asoció con el norteamericano Daniel W. Coit, persona con experiencia en estos mercados. La sociedad fue disuelta en 1828, cuanto Coit resolvió regresar a los Estados Unidos, pero el negocio continuó bajo la razón social de Huth, Gruning & Co., la misma que tenía la firma en Inglaterra. Se nombró como socio gerente a Augustus Kindermann, quien fue sucedido, ya en la década de 1840, por H. V. Ward577.

En un comienzo, las actividades de Huth en Chile se concentraron en el comercio bilateral con el Perú y con Gran Bretaña. La firma se dedicó de preferencia a la importación de textiles desde este último país, contando para ello con más de 70 proveedores. Anticipaban dinero tanto a los exportadores británicos y de otros países europeos, que despachaban mercadería a consignación, como a los exportadores chilenos, mediante los mecanismos de habilitación, explicados más adelante578.

Casi tan antigua como la anterior era la casa Gibbs, establecida en Valparaíso en 1826, creada como una extensión de la oficina en Lima, que operaba desde 1821, con el fin de atender mejor a los fabricantes ingleses que enviaban sus mercaderías a la costa del Pacífico sudamericano, y conseguir negocios para las demás ramas de la empresa. La oficina en Chile, que operaba bajo la razón social de Gibbs, Crawley & Co., fue puesta a cargo de John Hayne. Durante un tiempo, Gibbs mantuvo también una oficina en Santiago, donde estaba la aduana principal, pero ella fue cerrada en 1835, en vista de la preeminencia comercial de Valparaíso, cuya aduana pasó a ser la principal. El crecimiento de los negocios y los problemas entre las firmas de Lima y Valparaíso fueron motivo para que uno de los socios principales visitara las oficinas sudamericanas en 1828, tras lo cual se procedió a separarlas. En 1847, la razón social de la casa en Chile pasó a ser William Gibbs & Co. hasta 1879579.

El tercer caso de estas tempranas sociedades internacionales es el de Augustus Hemenway, natural de Boston y establecido en nuestro país en 1829 o poco antes. Se había iniciado como empleado de comercio, sin perjuicio de realizar negocios por su cuenta desde temprana edad, despachando y recibiendo mercadería hacia y desde los puertos de las Antillas y Brasil580. Su arribo a Chile, cuando tenía apenas 24 años, estaba relacionado con un encargo de sus empleadores, George W. Bangs & Co., quienes ya hacían negocios con Chile. Sin embargo, pronto se independizó, aunque mantuvo perdurables relaciones con dicha firma581. En 1835 se asoció con W. R. Kennedy para que lo ayudara en sus actividades. En 1840 contrajo matrimonio en su patria, regresando definitivamente a Boston, donde trasladó el centro de sus operaciones. Tenía por entonces un capital de unos 200 mil dólares. Sus negocios estaban centrados en la importación de maderas, parafina, manteca, aceites, tejidos de algodón y artículos de ferretería, enviando a cambio minerales de cobre —en parte, reexportados a Gran Bretaña actuando a través de Henry Bath & Co.—, cueros y lanas. Además de lo anterior, Hemenway se constituyó en armador, adquiriendo algunas naves y fletando otras conforme a las exigencias de su negocio principal582.

Después de su regreso, la oficina de Valparaíso quedó a cargo de Kennedy y William Miller hasta 1850, cuando su hermano, Charles P. Hemenway, fue nombrado apoderado general. La primera escritura social de Hemenway & Co. anotada en el Registro de Comercio en 1870 muestra el control de la firma desde la matriz en Boston. Allí residían Augustus Hemenway y William Miller, que eran socios pasivos o comanditarios; los socios activos eran Charles P. Hemenway, T. Quincy Browne, ambos residentes en los Estados Unidos y Carlos Wolff, a cargo de la oficina en Valparaíso. Después de la muerte del fundador en 1876, la empresa continuó con la misma razón social hasta 1885583.

A estas tres iniciativas pioneras, mencionadas por la vía de ejemplo, se sumaron otras sociedades que se establecieron en Chile durante la década de 1840 y que también tuvieron larga trayectoria. En 1847, la firma Hochgreve y Vorwerk de Hamburgo patrocinó la formación de una filial para operar en Chile a cargo de Otto Uhde, un exempleado de dicha sociedad, y Julius Hunicken, familiar de Vorwerk. El grueso del capital estaría aportado en la forma de un crédito por la casa alemana sobre el cual recibiría un interés del cinco por ciento anual, más un porcentaje de las ganancias584. Uhde se retiró de la sociedad y regresó a Alemania en 1853 con un capital de casi 77 mil pesos; poco después ingresó como socio Julius Bahr, un comerciante alemán de Valparaíso, y en 1856 se incorporó Carl Heinrich Pini, enviado a Chile por George Friedrich (conocido en Chile como Federico) Vorwerk, socio principal de la casa alemana585. Hunicken, que se había casado con una hija de Vorwerk, regresó definitivamente a Hamburgo en 1858 y dos años después Julius Bahr se retiró de la firma. Resultado de lo anterior fue la constitución de una nueva sociedad en la que se afianzó la primacía de los socios residentes en Alemania —Hochgreve y Vorwerk— a los que se sumaba Hunicken en calidad de comanditario, es decir, sin participar en el manejo del negocio. En Valparaíso quedó Pini como principal socio local junto con Wilhelm (Guillermo) Lehmann y Adolfo Vorwerk, hijo de Federico y persona de confianza de su padre, que debía conciliar los propósitos de la casa de Valparaíso, interesada en realizar operaciones por cuenta propia, con las ideas del patriarca en Hamburgo, que prefería los negocios a comisión, menos seguros, pero más rentables. La muerte de George Friedrich en 1867 significó un cambio en la organización de la firma en Alemania, que en la década de 1870 quedó bajo el control de los hijos de Vorwerk bajo la razón social de Vorwerk Gebruder (hermanos), mientras en Valparaíso se retiraron Pini y Lehman586.

Cuatro años antes que Vorwerk, es decir, en 1843, empezó sus operaciones la firma Ravenscroft Brothers en Valparaíso, integrada por John y James Ravenscroft, actuando como casa de consignaciones por cuenta de W. & J Ravenscroft de Liverpool. William Ravenscroft, uno de los socios de Liverpool, había estado en Chile anteriormente, y fue esta experiencia lo que lo indujo a abrir una oficina en el país. Al parecer, ya estaban en contacto con George Wilson, residente en Santiago, que trabajaba como agente de la casa Gibbs y que asumió además la representación de los Ravenscroft. En 1852, los Ravenscroft abrieron una tienda en Copiapó, importante plaza minera, negocio que resultó ser de corta vida. En 1853, tras el regreso de los Ravenscroft a Inglaterra, Henry F. Fox quedó a cargo de la oficina en Valparaíso como socio minoritario antes de partir, a su vez, a Gran Bretaña, donde pasó a ser socio de la casa principal587. En 1863 se constituyó una nueva sociedad, sucesora de la anterior, bajo la razón social de Sawyers, Duncan & Co., al mismo tiempo que se formaban sociedades hermanas en Liverpool y Lima. La oficina de Valparaíso estaba integrada por James Sawyers, apoderado de Ravenscroft, David Duncan, a quien nos referiremos a continuación, y Henry Fox588. Sawyers se retiró en 1872 y, al año siguiente, las casas en Chile y Perú cambiaron su nombre a Duncan, Fox & Co., tal como el de la firma en Inglaterra. La firma mantuvo esta razón social en Chile, aun después de que los socios originales fallecieron en los años posteriores al periodo estudiado.

David Duncan había estado vinculado al comercio entre Inglaterra y la costa del Pacífico sudamericano desde hacía más de una década como socio minoritario de la firma S. Williamson & Co., constituida en 1851 por Alexander Balfour y Stephen Williamson en Liverpool con un capital de cinco mil libras esterlinas más la promesa de ayuda financiera de algunos parientes. Los socios principales, escoceses presbiterianos, tenían un fuerte compromiso con su iglesia, que se manifestó en una cláusula introducida en el pacto social según la cual una parte de las ganancias debía ser destinada a fines religiosos y benéficos. Esta disposición se manifestó en el apoyo al culto protestante en Valparaíso y en diversas obras de beneficencia, siendo ellos los impulsores de la fundación del Artisan School de dicho puerto, antecesor del Colegio Mackay. Conforme a estas mismas creencias, los empleados debían firmar un compromiso de abstenerse del consumo de alcohol. De los socios, Balfour, que era algo mayor que los anteriores y con más experiencia comercial, permaneció en Liverpool, quedando a cargo de los despachos de mercaderías, mientras Duncan partió rumbo a Valparaíso, seguido pronto por Williamson, donde pronto pasaron a operar bajo la razón social de Williamson, Duncan and Company589.

La pérdida de buena parte del capital debido a una desafortunada iniciativa los obligó a limitarse al negocio de las consignaciones en Valparaíso. Sin embargo, pronto fueron estableciendo una red de corresponsales en otros puertos, nombrando agentes en Santiago, Mendoza y Bolivia, y embarcando productos de retorno desde los países del Pacífico sudamericano. Los resultados fueron espectaculares, alcanzando a unas 18 mil libras de ganancia en 1857. Resulta interesante observar que en este caso eran los socios en Valparaíso los que aparecían dirigiendo el negocio en cuanto a los artículos que deseaban recibir. Más aun, ante los problemas financieros de la casa en Liverpool a fines de 1857, Williamson debió regresar a Inglaterra donde se hizo cargo de la situación, contando con remesas desde Chile. Las complicaciones de la casa de Liverpool contribuyeron a agravar las malas relaciones entre David Duncan y Alexander Balfour, disputa que concluyó con el retiro del primero en 1863 y la constitución de una nueva sociedad bajo la razón social de Williamson, Balfour y Cía.590.

Una de las ventajas que tenían estas y otras casas de consignación, filiales de sociedades en Gran Bretaña, Estados Unidos y Alemania, era la capacidad de conseguir crédito en esos países, en mayores montos y a menor interés, lo que les permitía financiar las operaciones. El crédito de esas casas comerciales podía beneficiar tanto al comprador de la mercadería, que no tenía mucho capital, como también a los consignatarios o exportadores británicos que no siempre podían esperar la liquidación de las consignaciones en mercados distantes como el de Chile, donde los artículos demoraban en venderse591. Si bien este financiamiento podía dejar buenos márgenes, existía el riesgo de no pago y las casas matrices eran reacias a comprometer mucho dinero en tales operaciones.

Además del capital o el acceso al crédito, había otra ventaja en contar con una red de corresponsales, de una amplitud inalcanzable para los mercaderes locales. Cuando Gibbs abrió su primera sucursal en Sudamérica, la casa matriz envió una circular a mil empresas comerciales, desde Amsterdam a Silesia, en la que ofrecían los servicios de aquella, haciendo valer, como garantía, la seriedad y la reputación de la firma en Londres592. Uno de los casos más emblemáticos en este sentido es el de Huth, Gruning & Co., cuya casa matriz en la capital británica tenía tratos que abarcaban los cinco continentes. Esto permitía ir más allá del comercio bilateral y realizar operaciones triangulares, financiadas desde Inglaterra593. Así, por ejemplo, Huth se asoció con Adolphe Roux, de París, para la compra y despacho de tejidos finos a Valparaíso y otras plazas, para lo cual la casa francesa recibía anticipos, que eran garantizados con el endoso de los documentos de embarque. Huth se encargaba de contratar los seguros y le reembolsaba con envíos de cobre, plata o guano, despachados desde Chile a Inglaterra o directamente a Francia. Existían acuerdos similares con otros comerciantes de Francia, Alemania y Suiza, además de reexportaciones desde otros países de Europa594. En el caso de los textiles, que constituían el área más importante de las importaciones chilenas, la casa Huth de Londres tenía más de 70 proveedores diferentes, la gran mayoría en el norte de Inglaterra, lo que exigía tener allí a un agente para obtener consignaciones de los fabricantes; en 1839 llegaron a establecer una oficina en Liverpool para hacerse cargo de los embarques595.

Los contactos de las casas matrices en Europa eran importantes fuentes de negocio. Un ejemplo es la relación de Huth con la casa de N. M. Rothschild & Sons de Londres. Esta última era un actor importante en el comercio de metales preciosos, y sus importaciones desde Chile a partir de la década de 1820 fueron canalizadas a través de los Huth. Cuando los Rothschild obtuvieron el monopolio de la producción de mercurio de las minas de Almadén como parte del arreglo para la concesión de préstamos al gobierno español, decidieron vender ese producto en Sudamérica a través de una firma que les diera confianza, como era el caso de Huth. El azogue, insumo indispensable para la extracción de la plata a través del proceso de amalgamación, encontraba buenos mercados en el Perú, Bolivia y Chile. Los Huth actuaban como agentes cobrando comisiones por diversos conceptos, las que alcanzaban al 13 por ciento del total, un monto bastante elevado para un negocio de poco riesgo; en un momento, los Rothschild pensaron eliminar al intermediario, pero desistieron ante las dificultades que se avizoraban. El negocio era bastante lucrativo y en algunas oportunidades los Huth llegaron a comprar azogue en España por cuenta propia.

Sin embargo, los descubrimientos de mercurio en California a partir de 1848 significaron una mayor competencia, ya que sus costos eran menores. Cuando los Gibbs consiguieron la representación de los productores californianos, se desató una guerra de precios, los que bajaron a menos de la mitad. El valor aduanero del kilo de azogue, que era de 2,71 pesos en 1845 llegaba a 1,11 peso en 1856. Los acuerdos entre Huth y Gibbs para establecer un cartel durante la década de 1850 resultaron de corta duración, pero los precios continuaron bajos: el valor oficial por kilo era de 1,22 peso en 1868 y solo de un peso en 1879596.

Estas y otras casas extranjeras terminaron por ocupar un papel principal en el comercio exterior chileno, desplazando a los comerciantes chilenos e hispanoamericanos. Juan Eduardo Vargas y Gerardo Martínez entregan el siguiente detalle de la nacionalidad de las principales firmas mayoristas de Valparaíso y Santiago en los periodos que se indican en términos porcentuales:

Nacionalidad de las firmas importadoras de Valparaíso y Santiago, 1818-1849 Porcentajes sobre el total597



Para 1849, alrededor del 75 por ciento de esas casas tenían su sede en Valparaíso. En los años siguientes, la proporción de firmas extranjeras fue en aumento y en 1874 representaban el 87 por ciento del comercio mayorista de Valparaíso598. Baldomero Estrada, que toma la nacionalidad de las casas de consignación en el puerto, registra un porcentaje similar de participación extranjera, la que se revierte solo en la década de 1880.

Casas de consignación en Valparaíso según nacionalidad, 1847-1885 (en porcentajes)599


Las casas extranjeras no solamente predominaban en cuanto a su número; eran también las más grandes. De las 20 casas importadoras de Valparaíso que pagaban patente de primera clase en 1875, todas ellas eran extranjeras, incluyendo las siete mencionadas más arriba y al menos dos de las compañías navieras600.

No obstante las desventajas que enfrentaban por la falta de una red de corresponsales, las firmas chilenas o hispanoamericanas podían concentrarse en aquellos mercados respecto de los cuales tenían mayor conocimiento y donde contaban con agentes de confianza601. La lista de las firmas que pagaban patente de segunda clase en Valparaíso incluía algunas de nacionalidad chilena, como Urmeneta y Errázuriz —que exportaba su producción de cobre—, Besa y Salinas, y José Tomas Ramos.

De estas últimas, Besa y Salinas había nacido de los negocios de José Besa Infantas, hijo de español, quien después de trabajar un tiempo como empleado de comercio se había instalado por cuenta propia en 1838. En 1841 abrió oficina en la calle Huérfanos de Santiago, con un modesto capital, dedicándose a la venta de abarrotes y tejidos; pronto se asoció con José Salinas para formar Besa y Salinas, con oficinas en Santiago y Valparaíso, y una tienda en Talca. La oficina de Valparaíso operaba como Besa, Salinas y Compañía, de la cual formaban parte también José Bordalí y José Manuel Almarza602. Durante la fiebre del oro en California, Besa aprovechó la oportunidad para enviar agentes y mercaderías, aunque los resultados no fueron demasiado exitosos603. El despegue de la firma se habría producido durante el gobierno de Manuel Montt, cuando inició la importación de azúcar, entrando a competir con una refinería local; para 1856, el capital de la sociedad alcanzaba a los 400 mil pesos. A comienzos de la década de 1870, la casa Besa entró en el negocio del cobre en Chañaral, con buenos resultados. No solo se dedicó a la compra de minerales, a la explotación de algunas minas y la venta de mercaderías, sino que también tenía un laboratorio de ensayes y una destilería de agua604.

En paralelo a estas operaciones y confirmando su posición en el comercio de Valparaíso, José Besa participó en la fundación del Banco Nacional de Chile en 1865, del cual llegó a ser presidente 10 años más tarde. Se inició en la política, comenzando como diputado gobiernista por Curicó en 1855. Mientras incursionaba en estas y otras actividades, el capital de la casa de comercio se mantuvo más o menos estable, y en 1881 Besa se retiró de la sociedad, dejándola en manos de su hijo605.

La trayectoria empresarial de José Tomás Ramos comenzó con algunos pequeños negocios antes de ingresar como socio minoritario a la firma Francisco Álvarez y Cía. en 1838. Por esa fecha, Álvarez ya era un hombre de fortuna y es probable que haya proporcionado la mayor parte del capital, siendo Ramos una suerte de dependiente con participación en las utilidades, según era la práctica en el comercio de Valparaíso. El giro de la sociedad era el comercio interior y exterior con buques aportados por el socio principal. Las mercaderías correspondían a frutos del país y productos importados; estos últimos eran adquiridos a las grandes casas importadoras de Valparaíso o traídos del Perú y Brasil. Al cabo de tres años, Ramos había reunido un capital de 24 mil pesos, lo que le permitió establecerse en forma independiente. Formó un equipo de colaboradores, entre los que incluyó a José Santos Bordalí, y algunos de ellos recibieron una participación en el negocio, tal como él la había tenido con Álvarez606.

Aprovechando la experiencia ganada, Ramos concentró sus actividades en el tráfico con las plazas que mejor conocía. Del Perú, cuyo comercio con Chile había vuelto a sus cauces normales después de los trastornos del decenio anterior, importaba azúcar, chancaca y arroz, y despachaba hacia él trigo, harina y maderas. Para aprovechar la bonanza surgida de la fiebre de oro en California, había formado una sociedad con José Besa y otros. A lo anterior se agregan operaciones con Guayaquil, desde donde traía cacao y sombreros, artículos que eran reexportados en parte, y algo de café. También hacía negocios con Brasil, desde donde importaba yerba mate y azúcar. Complementaria a este comercio fue la adquisición de molinos de trigo, primero en Santiago y después en la zona de Tomé, cuya producción exportaba. Participó asimismo en una sociedad para producir arroz en el Perú y adquirió algunas naves para dedicarlas de preferencia a sus propias operaciones607.

En general, los negocios de Ramos resultaron bastante rentables. Su capital inicial de 24 mil pesos había aumentado a 457 mil, según un balance de 1849, un desarrollo no demasiado diferente al de las iniciativas de su contemporáneo José Besa. Examinando esas cuentas, se aprecia que la mayor parte de sus activos estaban dedicados a operaciones comerciales: el valor de sus inmuebles y buques apenas superaba el 12 por ciento de su patrimonio608. Este uso eficiente de su capital, una práctica compartida con las principales casas de comercio de Valparaíso, permitía maximizar el volumen de los negocios y, de ser estos rentables, de las ganancias.

Juan Eduardo Vargas, que ha estudiado a Ramos y sus negocios, destaca la atención personal que daba a todos los aspectos de sus operaciones. Esta preocupación no lo libraba de la necesidad de contar con administradores que manejaran sus molinos en Chile y agentes en Lima, Guayaquil, San José de Costa Rica, San Francisco de California, Buenos Aires y Río de Janeiro, con varios de los cuales tenía acuerdos de reciprocidad609.

El desarrollo del comercio de Chile con Europa, advertido en el capítulo anterior, a expensas del comercio con los puertos de Sud y Centroamérica, colocaba en desventaja a aquellos mercaderes concentrados en este tráfico, como era el caso de Besa y Ramos. Por otra parte, había mayores facilidades para los pequeños importadores que podían hacer sus pedidos a través de los agentes en Chile de los fabricantes europeos, aumentando la competencia610. Así como el primero se adentró en la actividad bancaria y en la minería del cobre, junto con iniciar una carrera política, José Tomás Ramos dio un giro a sus negocios mediante la compra de dos haciendas azucareras en el Perú, cuya maquinaria e instalaciones fueron modernizadas con el fin de competir mejor con el producto proveniente del Brasil611.

Historia de la República de Chile

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