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SALITRE

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La producción de salitre, iniciada en el decenio de 1810 en la región septentrional de la provincia peruana de Tarapacá, entre Pisagua y caleta Chucumata, al sur de Iquique, en Zapiga, Sal de Obispo, Pampa Negra, Negreiros La Peña, Independencia, San Antonio y La Noria, empezó a crecer en forma permanente al incrementarse la demanda del fertilizante en el exterior, en especial en Europa y en los Estados Unidos. La facilidad de las labores extractivas ayudó a la multiplicación de pequeñas oficinas de parada, alzadas en lugares en que se habían descubierto depósitos de salitre, en que era posible el abastecimiento de agua y en que se había obtenido la concesión legal para iniciar las operaciones. Una vez hecha la mensura del pedimento y debidamente estacado este, se construían las dependencias del establecimiento y se instalaban los hornos, cada uno de los cuales llevaba dos estanques o fondos de hierro a sus lados, donde se procesaba el material. Los trabajos consistían en remover el material estéril de la superficie de las calicheras, denominado chuca, con chuzos, picos y palas, y más adelante con ayuda de la pólvora, hasta encontrar la capa de caliche, para proceder a su retiro. Transportado generalmente en burros a la oficina, el material era triturado con combos y depositado en los fondos, en que era disuelto en el agua hirviente calentada por los hornillos, labor que duraba unas dos horas. El combustible empleado era la leña de tamarugo o de algarrobo. En un nivel inferior se hallaba un estanque en el que por decantación se eliminaba el material sólido, el ripio, y se clarificaba la solución. Esta era llevada a continuación a unos estanques en que se verificaba la cristalización del salitre, guardándose en otros estanques las aguas madres provenientes de la elaboración para la posterior extracción del yodo. Concluida la cristalización en el fondo de los estanques, el salitre era puesto a secar para ser posteriormente ensacado y enviado a los puertos de Iquique o Pisagua para su embarque502. El bajo costo de producción del salitre, en que los insumos principales eran el combustible y el forraje para los animales —la remuneración de la mano de obra era muy baja— tenía, como contrapartida, el altísimo costo de su transporte a los puertos, que podía llegar a ser tan elevado como aquel503. No obstante la competencia del guano, cuya explotación en gran escala se inició en 1840, el salitre continuó siendo demandado en Europa y los Estados Unidos, y la situación de los elaboradores, algunos en serias dificultades económicas por la reducida capacidad de muchas de las oficinas de paradas, recibió un considerable alivio al derogar el gobierno peruano en 1849 un impuesto a la exportación aprobado en 1840.

La participación de extranjeros, en especial ingleses y chilenos, en la extracción de salitre impulsó la modernización de los procedimientos y la participación de capitales de mayor envergadura. George Smith y William Bollaert realizaron exploraciones en la zona e incluso, por encargo del gobierno peruano, levantaron un plano de la provincia de Tarapacá entre 1827 y 1828, completado en el decenio de 1850. Tal vez a fines de 1850 o principios de 1851 descubrieron depósitos de bórax en la cordillera, y en 1852 formaron una sociedad en Iquique para dedicarse a la actividad salitrera. En 1853 el gobierno peruano otorgó al chileno Pedro Gamboni privilegio exclusivo para usar, por el término de cinco años, un nuevo sistema de elaboración del salitre: la aplicación del vapor al beneficio del nitrato en vez del uso del fuego directo504. El empleo de nuevos estanques, los cachuchos, que se cargaban hasta con 50 toneladas de caliches, permitió un notable aumento de la producción y, sobre todo, aprovechar caliches de baja ley. Por la misma época se generalizó el empleo de chancadoras movidas por vapor para moler el caliche. La primera máquina con el sistema Gamboni se estableció en una de las oficinas de Sal de Obispo; la segunda la construyó el mismo Gamboni en Sebastopol, y la tercera en Cocina, en los terrenos que más adelante fueron de la oficina de San Pedro, de Gildemeister y Cía. En 1856 George Smith alzó la máquina de la Nueva Noria505. Es necesario advertir que el término máquina se usó para diferenciar las nuevas oficinas de las que utilizaban el sistema de paradas. Gamboni inventó, asimismo, un procedimiento para extraer el yodo de las aguas madre, amparado por un privilegio exclusivo otorgado por el gobierno peruano, aunque le fue expropiado más adelante por presiones de los industriales salitreros506.

Intervino en la naciente industria salitrera peruana el chileno Pedro González de Candamo, quien, tras formar parte de la expedición libertadora del Perú como coronel de milicias, se radicó en ese país y participó en la construcción y explotación del ferrocarril del Callao a Lima, del de Chorrillos y del de Tacna a Arica507. Candamo habilitó en el negocio salitrero a Antonio Alfonso, discípulo de Domeyko y profesor de química en el liceo de La Serena, y emigrado al Perú tras la revolución de 1851508. También tuvo importante injerencia en la explotación del guano. Y su hijo Carlos Candamo, conviene subrayarlo, tuvo una participación preponderante en la solución del gran problema de la industria salitrera, el transporte del producto a los puertos. En efecto, los privilegios exclusivos obtenidos del gobierno peruano a partir de 1868 por la sociedad Ramón Montero Hermanos para construir ferrocarriles en la provincia de Tarapacá hasta los puertos de Iquique y Pisagua, fueron traspasados en 1873 a la recién creada Compañía Nacional de los Ferrocarriles Salitreros del Perú, de la cual Carlos Candamo fue socio509.

En la orilla occidental del salar de Bellavista, los británicos Williamson y Mac-Lean encontraron salitre y lograron adjudicarse más de 500 estacas. Carentes de capital, fueron habilitados hacia 1850 por los chilenos Tomás y Ángel Custodio Gallo en más de medio millón de pesos, y pudieron alzar varias oficinas, la más importante de las cuales fue la llamada Alianza510. No eran esos los únicos capitales chilenos que hicieron posible el desenvolvimiento de la industria salitrera en Tarapacá. Según lo indicó Billinghurst en su obra de 1889, varias casas comerciales de Valparaíso abrieron crédito a los salitreros entre 1854 y 1864, créditos que no fueron pagados a consecuencia de la baja del salitre en 1876. Entre 1870 y 1873 la Compañía Chilena de Consignaciones invirtió en habilitaciones casi un millón y medio de pesos. Otras casas de Valparaíso y Agustín Edwards hicieron adelantos a varios industriales por más de un millón de soles. Desde 1870 en adelante el mercado financiero de Valparaíso tenía intereses en la industria salitrera por más de seis millones 200 mil pesos511.

Los trabajos de los ingleses en el salar de Bellavista despertaron la atención de varios grupos de peruanos, que se adjudicaron estacas en dicho sector y establecieron numerosas oficinas. Las dificultades para el abastecimiento de las oficinas de Williamson y Mac-Lean, y, en especial, para transportar el salitre a la caleta de Patillos para su embarque, hicieron tambalear el negocio, que hubo de ser traspasado a los hermanos Gallo512. En forma independiente, Ángel Custodio Gallo adquirió propiedades salitreras desde 1852 en el sur de Tarapacá, las cuales pasaron al dominio de la sociedad Alianza en 1872513.

La falta de leña para la alimentación de las calderas en las oficinas constituyó un aliciente para que Matías Cousiño tratara de introducir el carbón de Lota en ellas. Después de las dificultades iniciales surgidas del precio del combustible, este comenzó a ser empleado en todos los establecimientos salitreros de Tarapacá. Incluso el propio Cousiño, mediante la sociedad Cousiño y Garland, también se dedicó a la elaboración de salitre. Tal vez lo más innovador de la acción de Cousiño fue el intento de resolver el problema del transporte del producto, enviándolo disuelto a la costa por una cañería514.

Entre otros chilenos que se distinguieron en la actividad salitrera de Tarapacá debe mencionarse a Daniel Oliva, propietario de las oficinas La China y Salar de la Noria, y a los hermanos Manuel J. y Francisco José Vicuña515.

George Smith, quien había ampliado las instalaciones en La Noria para incrementar su producción, decidió construir una nueva planta en Sal de Obispo, en el sector septentrional de la provincia de Tarapacá, para lo cual obtuvo el financiamiento de la casa Guillermo Gibbs y Cía., de Valparaíso, primera intervención de esa empresa en la actividad salitrera516. Para el embarque del abono de la nueva oficina Carolina habilitó asimismo la caleta de Junín en 1863. Deseoso de dar término a su actividad en la minería, Smith decidió liquidar su deuda con Gibbs, para lo cual negoció con esa sociedad y con el inglés Melbourne Clark la constitución de una nueva empresa, formándose en Tacna, el 8 de noviembre de 1865, la Compañía de Salitres de Tarapacá517.

A partir de 1840 se instalaron en el Departamento Litoral boliviano, y específicamente en el puerto de Cobija, fundado 15 años antes, comerciantes y mineros, en su gran mayoría extranjeros, entre los cuales destacaron los españoles José María Artola y Manuel Ruiz y Montilla, los hermanos franceses Domingo y Máximo Latrille, mineros de cobre en Gatico y descubridores de las covaderas de Mejillones, y los chilenos José Santos Ossa y Matías Torres. A fines de 1845 Cobija contaba con 600 habitantes, de los cuales 200 eran bolivianos, 250 chilenos y el resto peruanos y de otras nacionalidades.

Ossa se dedicó a la compra de minerales para remitirlos a las fundiciones de Copiapó y Vallenar, y traía desde el valle del Huasco maderas, cereales, vinos, mercaderías varias y carbón518. Después se interesó en la explotación del guano y, en sociedad con Artola, instaló una planta resacadora de agua en Cobija. Dedicado a la extracción de cobre, fue natural que recorriera la región en busca de yacimientos de ese mineral o de plata. Parece indudable que los descubridores del salitre en el litoral del desierto fueron los hermanos Latrille en 1857, quienes intentaron sin éxito obtener una concesión del gobierno boliviano. En abril de 1860, Ossa, siguiendo probablemente el derrotero de los hermanos Latrille, persiguió un mineral de plata en el cerro Palestina y encontró salitre en el sector de Aguas Blancas, lo cual mantuvo en secreto, pues la falta de agua le impidió efectuar un reconocimiento cabal de la zona519.

En 1866, asociado con Francisco Puelma, logró que se le adjudicara un sector en el Salar del Carmen para la extracción de salitre. En efecto, el 18 de septiembre de ese año, en Santiago, donde se encontraba negociando el tratado de límites con Chile, el ministro boliviano Mariano Donato Muñoz le otorgó a la Sociedad Explotadora del Desierto de Atacama una concesión para la explotación del nitrato, la que fue ratificada por un decreto dado en La Paz el 30 de julio de 1867. Mediante este, se le adjudicó a la empresa cinco leguas cuadradas continuas para extraer salitre y bórax en el Salar del Carmen, debiendo los beneficiarios habilitar la caleta de la Chimba y construir un muelle de propiedad del Estado y destinado al uso público. Además, deberían hacer un camino de 25 o 30 leguas hacia el interior. Ya en posesión de la concesión, Ossa inició una nueva expedición hacia el sur, hasta llegar al lugar denominado La Chimba, en la costa, donde después se alzaría Antofagasta. Desde allí se dirigió hacia el interior, y en agosto del citado año, en el Salar del Carmen, fue reconocido el yacimiento de salitre ya descubierto por los Latrille520. Para poner en marcha el proyecto, que requería de considerables capitales dada la baja ley de los nitratos, Ossa viajó a Valparaíso, donde inició conversaciones con Agustín Edwards, su habilitador. Ellas fracasaron por las reticencias de Edwards a intervenir en esa actividad. Acudió entonces al francés Henri Arnous de Rivière, conocido en Chile como barón de la Rivière, “quien después de hacer grandes demostraciones de su interés” en que el negocio quedara en manos de capitalistas galos, viajó a su país521. En carta de noviembre de 1868 Puelma, quien había sostenido nuevas conversaciones con Edwards, le expresaba a Ossa:

Parece que don Agustín no estaría dispuesto a entrar por sí solo en el negocio, ya sea porque no lo entiende, ya por no tener alguna persona de su confianza a quien entregar su administración, o, en fin, por no ser de su agrado asociarse con nosotros522.

Semejante actitud indujo a Ossa a solicitar al gobierno de Melgarejo nuevas concesiones, que fueron dadas por un decreto de 5 de septiembre de 1868. Este le otorgó a la Sociedad Explotadora del Desierto de Atacama el privilegio exclusivo por 15 años “para la explotación, elaboración y libre exportación del salitre en el Desierto de Atacama”. El 5 de septiembre un nuevo decreto concedió a la empresa el privilegio, también por 15 años, para construir una vía carretera de sangre de 30 leguas de largo desde la costa hacia el interior, trayecto que en toda su extensión tendría el ancho de una legua, entendiéndose comprendida en ella todas las substancias que se encontraran, como salitre, bórax, sal, azufre, etcétera, excepto oro, plata y cobre523. Es probable que tan generosas concesiones interesaran a Edwards, quien decidió ingresar al negocio si la casa Gibbs y Cía., con conocida participación en el salitre de Tarapacá, hacía otro tanto. El gerente de Gibbs en Tacna, Melbourne Clark, examinó el yacimiento y, con su juicio favorable, el 1 de marzo de 1869, Gibbs y Cía. le compró a Ossa y Puelma la mitad de los privilegios exclusivos y de las concesiones otorgadas por Bolivia, así como la mitad de las instalaciones y maquinarias en La Chimba y en el desierto524. A continuación, el 19 de marzo se constituyó en Valparaíso la sociedad Melbourne Clark y Cía., formada por Francisco Puelma, José Santos Ossa, Agustín Edwards, Melbourne Clark, George Smith —quien ya se había radicado definitivamente en su país natal— y Guillermo Gibbs y Cía. La sociedad fue subrogada más adelante, en octubre de 1872, por la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta525. Del capital de 280 mil pesos, el 56,6 por ciento correspondía a los socios chilenos y el 43,3 por ciento a los británicos. La administración general del negocio quedó en manos de Gibbs y Cía., que se obligó a adelantar a la sociedad, en calidad de préstamo, un total de 150 mil pesos al ocho por ciento de interés anual. El único agente para la compraventa de los productos de la empresa en la costa del Pacífico, en los Estados Unidos y en Europa sería también Gibbs y Cía., por intermedio de Anthony Gibbs, de Londres526.

La caleta de La Chimba o Peña Blanca había sido el paradero del cateador chileno Juan López, quien, dedicado primero al guano, descubrió vetas de cobre en los cerros de los alrededores e instaló allí a su familia y a algunos operarios. Hacia 1867 se iniciaron los trabajos en algunas minas de cobre halladas en los cerros de la caleta de Coloso, algunos kilómetros al sur de La Chimba, que habían sido descubiertas por el copiapino Francisco Carabantes527. Por su parte, Ossa construyó una bodega en La Chimba para depositar las provisiones y herramientas utilizadas en sus expediciones, y lentamente fue formándose un pequeño caserío que experimentó algún crecimiento con la llegada del personal y de las maquinarias de Melbourne Clark y Cía. para la oficina salitrera del Salar del Carmen. La primera elaboración de salitre en dicho establecimiento, a fines de octubre de 1869, demostró que la mala calidad del caliche hacía inviable la producción528. Con todo, algunas expediciones de cateo descubrieron buenos caliches en Carmen Alto, a 122 kilómetros de La Chimba, y en Salinas, a 128 kilómetros, lo que indujo a la empresa a gestionar de las autoridades bolivianas el derecho para construir un ferrocarril desde la mencionada caleta hacia el Salar del Carmen, con prolongación hasta Salinas. Los trabajos de la vía férrea se iniciaron en diciembre de 1872.

El terremoto de 13 de agosto de 1868, que destruyó, entre otros, los puertos de Iquique y Cobija, indujo al gobierno boliviano a darle vida oficial a La Chimba, que fue fundada el 22 de octubre de dicho año, con dependencia de la Subprefectura Departamental de Cobija. El descubrimiento en 1870 del mineral de plata de Caracoles originó un intenso movimiento de personas y bienes, que, hecho en un principio a través de Cobija, se desvió hacia La Chimba por haberse hallado una ruta más directa entre ese yacimiento y la costa. El gobierno boliviano debió, por consiguiente, establecer allí diversas dependencias administrativas, a las que se agregaron casas para los obreros, bodegas, almacenes, canchas para depositar salitre y una máquina resacadora de agua. En 1870 La Chimba, que pasó a llamarse Antofagasta, tenía entre 300 y 400 habitantes. Como se había autorizado la constitución de municipales con extranjeros residentes, al constituirse el 25 de enero el Cuerpo de Agentes Municipales de Antofagasta, de los nueve elegidos, seis eran chilenos, dos alemanes y uno inglés. Al mismo tiempo se organizó una Guardia de Orden y Seguridad529.

El derrocamiento de Melgarejo en diciembre de 1870 y su sustitución por el coronel y después general Agustín Morales, asesinado en 1872, originó graves problemas a Melbourne Clark y Cía., y después a su sucesora, la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, cuyas consecuencias políticas e internacionales se examinan en otra parte. Las principales de ellas, contenidas en las leyes de 9 y 14 de agosto de 1871, fue la anulación de muchos actos del gobierno de Melgarejo, entre ellos las ventas, enajenaciones, adjudicaciones y concesiones de terrenos

Al oriente de Tocopilla, en el sector denominado El Toco, el descubrimiento de salitre originó varias concesiones a partir de 1870 en favor de Juan Forrastal, Francisco Allenk, Juan Vargas, Marcelino del Castillo, José Luis Ruiz y otros. Melbourne Clark y Cía., en conocimiento de tales adjudicaciones, hizo la reclamación del caso por intermedio de José Santos Ossa ante el gobierno boliviano. Este, reconociendo que dichas concesiones se oponían al privilegio de la empresa, procedió a anularlas. El chileno José Antonio Barrenechea, que exploró El Toco entre 1870 y 1871 y descubrió caliches en las proximidades de Chacance, en la margen izquierda del río Loa, se benefició de la nueva política del gobierno de La Paz tras la caída de Melgarejo, y obtuvo una concesión en ese lugar el 6 de septiembre de 1871. Nuevos descubrimientos en la región hechos por Leonardo Dolhabaratz, Federico James, Narciso de la Riva, Francisco S. Ojeda y Pedro López Gama fueron seguidos de las respectivas concesiones en favor de ellos o de las sociedades que formaron, pero la falta de capitales impidió el desarrollo de las salitreras del sector de El Toco530.

También en el decenio de 1870 se iniciaron exploraciones en Taltal, en la región septentrional de Chile, tras el salitre. Así lo aconsejaban tanto la política salitrera puesta en práctica por Bolivia como la verdadera fiebre que se desató en el Perú en torno al nitrato y que se tradujo en la formación de numerosas sociedades, fuertemente capitalizadas, que comenzaron a desplazar a los inversionistas chilenos. Se sabía de la existencia de salitre en el interior de Taltal, pues José Antonio Moreno lo había descubierto en una de sus exploraciones. Este, sin embargo, estaba interesado en el cobre y se dedicó a la explotación de sus minas en Paposo. En 1871 una expedición financiada por Emilio Concha y Toro y Juan Francisco Rivas descubrió yacimientos de nitrato en las proximidades de la Aguada de Cachiyuyal, y en septiembre de ese año los interesados pidieron a la Intendencia de Atacama la adjudicación de ellos, procediéndose al año siguiente a su mensura531. Saliendo desde Antofagasta en dirección suroriente, una expedición organizada por Emeterio Moreno encontró depósitos de salitre en Aguas Blancas, a unos 90 kilómetros de dicho puerto. A partir de 1877 destacaron en nuevas exploraciones y en el registro de pedimentos Manuel Ossa Ruiz, Daniel Oliva, Rafael Barazarte, Emigdio Ossa y Vicente Bañados. Sin embargo, una vez más, las dificultades del transporte y la carencia de puertos constituyeron un freno al desenvolvimiento de la industria.

José Victorino Lastarria, como ministro del Interior de Aníbal Pinto entre septiembre de 1876 y octubre de 1877 y como conocedor práctico y poco afortunado de la minería, tuvo especial interés en favorecer el desarrollo de esa actividad con el establecimiento de puertos y la construcción de caminos. Para ello dispuso la realización de un estudio de la costa norte de la provincia de Atacama, labor que cumplió una comisión de dos ingenieros embarcados en la Abtao en octubre de 1876. Se concluyó que la caleta Remiendos, en la cual desembocaba una quebrada que permitía el acceso hacia los yacimientos de nitrato, era la más apropiada, y en abril de 1877 se la convirtió en puerto menor con el nombre de Blanco Encalada. Sin embargo, para los establecimientos de Aguas Blancas resultó más conveniente el embarque del producto por Antofagasta, y los de Cachiyuyal, por Taltal. También el ministro Lastarria le encargó a Amado Pissis la elaboración de un informe sobre las zonas salitreras de Aguas Blancas y Cachiyuyal, el cual confirmó el potencial de ellas. El ingeniero Aurelio Lastarria, por último, hizo un estudio sobre las vías de comunicación en la zona y un proyecto de tendido ferroviario532.

Velozmente se sucedieron las peticiones de concesiones salitreras, en que con seguridad se mezclaban las de los verdaderos interesados en la actividad con las de quienes las consideraban una posible especulación. Llama la atención, por ejemplo, la existencia de miembros de una misma familia, cada uno de los cuales presentaba peticiones de adjudicación, como ocurrió con la familia Severín, así como el elevado número de mujeres que perseguía tales adjudicaciones. Daniel Oliva, Vicente Bañados, Manuel Ossa, Olegario Pairoa y Carlos María Lamarca hicieron pedimentos en La Lautaro, “situada como a cuatro leguas más o menos de Agua Verde de Cachiyuyal, en una pampa negruzca”, como con notoria imprecisión lo determina un índice de solicitudes salitreras en Taltal; José Antonio Guzmán, Rafael H. Barazarte, Miguel Barazarte, Domingo E. Sarratea y José M. Callejas, y muchos más, en Carrizal de la Sierra, y José Antonio Guzmán, con un segundo descubrimiento a unos 85 kilómetros al sureste de Paposo. No faltaron los extranjeros que intervinieron en el negocio salitrero de Taltal, como Andrés Keating, Alfredo Quasfaslen, Tomás Siegelkow, Emilio y Julio Scheffer, Julio Barth, Juan Kuknow, Federico Kuhlmann y otros533.

Las primeras oficinas que con enormes esfuerzos se lograron montar al sur del paralelo 24 fueron “María Teresa”, de Hernán Puelma y Ruperto Echeverría; “Oriente”, de Benjamín Fisher y asociados, y “Santa Rosa”, de Edmundo Eastman y Carrasco Hermanos. Las maquinarias fueron encargadas a Valparaíso y construidas por Balfour, Lyon y Cía. Solo avanzado el año 1878 Emeterio Moreno, uno de los descubridores del salitre en Aguas Blancas, pudo levantar su oficina de paradas, que más adelante denominó “Esmeralda”. A esta se agregó la oficina “La Central”, de Julián González Alegre, y cinco oficinas más, que en junio de 1881 produjeron alrededor de 50 mil quintales de salitre534. En el cantón de Taltal la producción se inició en el segundo semestre de 1879 en las oficinas “Lautaro”, de Lamarca y Ossa Hnos., “Germania”, de Saint Marie y Lappé, y “Lagunas”, de Rafael Barazarte.

El desenvolvimiento de la industria salitrera, que había tomado gran fuerza en los años iniciales del decenio de 1870, sufrió graves tropiezos debido al intento del presidente Prado de establecer un monopolio estatal en la producción del nitrato y, más adelante, por las determinaciones del gobierno boliviano sobre la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, materias que se examinan en otros capítulos.

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