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LA MANO DE OBRA: LAS FAENAS COLECTIVAS

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La mano de obra asalariada para las labores agrícolas fue casi inexistente en Chiloé. “Los habitantes son muy míseros, no hay trabajo y, por consiguiente, los pobres no pueden procurarse el dinero necesario para adquirir el más pequeño objeto inútil”225. Tampoco era de uso común el salario en dinero metálico o estaba muy poco difundido en la primera mitad del siglo, excepto en los centros poblados. Las transacciones se hacían en tablas de alerce, azul de Prusia, sal o pimienta. Hacia 1831 comenzaron a circular los pesos fuertes de 48 peniques, aunque todavía no en forma general, porque los chilotes campesinos siguieron prefiriendo el modo tradicional de las permutas o trueques226. “He visto —afirmó Darwin— a un hombre cargado con un saco de carbón que iba a entregarlo en pago de un objeto menudo, y a otro cambiar un tablón por una botella de vino. Cada uno está obligado, pues, a hacerse mercader para revender cuanto ha recibido en numerosos cambios”227.

Lo regular era el sistema de prestaciones personales, que en el trabajo agrario era fundamentalmente colectivo, es decir, de colaboración entre los vecinos, costumbre que venía desde la época colonial228. Esto quiere decir que más que la mano de obra asalariada, cobraba sentido la minga, necesaria para las faenas de siembra y cosecha. El que necesitaba mano de obra convocaba a los vecinos con la llamada súplica. Los suplicados acudían el día prefijado portando sus aperos de labranza, bueyes o canastos, según la tarea. Los hombres se distribuían en cuadrillas, mientras las mujeres se ocupaban de la cocina para preparar las meriendas.

La cosecha requería del mayor número de personas, pero era un trabajo sencillo. La siembra, en cambio, era una labor pesada, pero con menos suplicados. Se hacía con el arado de luma (Amomyrtus luma), que Alfredo Weber describe como hecho de “dos palos” que el labrador introducía paralelamente hasta media vara en la tierra, para revolverla con todo el empuje del abdomen, protegido por un cuero de oveja229. Otro instrumento era el gualato, especie de azadón de madera de melí (Amomyrtus meli) en forma de media luna, que se usaba para destrozar los terrones de césped o tepes. Weber los llamó “instrumentos fósiles”, que se resistían a perder vigencia frente al arado de hierro.

La minga o colaboración graciosa se mantuvo en el tiempo, porque todos necesitaban de ese sistema rotativo. La clave estaba en la retribución y solidaridad: “Si hoy soy suplicado y acudo, mañana suplicaré y seré asistido”. En lugar de salario en dinero se ofrecía un parabién, que era comida abundante, ocasión de sociabilidad, instancia de fiesta y estrechamiento de vínculos, como era esta costumbre que llevaba siglos230.

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