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EXPLOTACIÓN FORESTAL

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La madera fue el más importante renglón de la economía de Chiloé durante los siglos coloniales y el hachero el personaje típico del archipiélago. El interior boscoso de la Isla Grande, de las islas meridionales y de la codillera de los Andes hizo posible esa actividad económica más lucrativa que la agricultura, y con un mercado externo permanente231.

El alerce (Fitzroya cupressoides), que se explotaba en el borde oriental del seno de Reloncaví y en el área de Vodudahue, era la madera de mayor demanda interna y externa, aunque durante el siglo XIX las manchas o minas, como llamaban a las formaciones compactas de esta especie, se hallaban alejadas de la costa a causa de la excesiva tala de la centuria anterior232. La explotación del ciprés (Pilgerodendron uviferum), en cambio, era nueva. Comenzó a mediados del siglo XIX en las islas Guaitecas en respuesta a la alta demanda de postes para el tendido telegráfico y eléctrico y de durmientes para el naciente ferrocarril. La tala se hizo con tanta intensidad que hacia 1900 se temía por la desaparición del ciprés. El mañío (Podocarpus nubigena, Podocarpus saligna, Saxe-Gothaea conspicua) era otra de las maderas apreciadas para la construcción. Abunda en los bosques de la Isla Grande junto con el muermo o ulmo (Eucryphia cordifolia), coigüe (Notophagus nitida, Notophagus dombeyi), laurel (Laurelia sempervirens), ciruelillo o notro (Embothrium coccineum), canelo (Drymis winteri), avellano (Gevuina avellana), tique (Aextoxicon punctatum), radal (Lomatia hirsuta), pelú (Sophora microphylla), tepa (Laureliopsis philipiana), luma (Amomyrtus luma), melí (Amomyrtus meli), tepu (Tepualia stipularis), arrayán (Luma apiculata) y tenío (Weinmannia trichosperma), que poblaban el denso manto boscoso de la isla, como lo describió Darwin en 1834. Con estas maderas se abastecía sobradamente el corto pero creciente consumo interno233.

En la segunda mitad del siglo XIX se instaló en Chiloé la Compañía Explotadora de Maderas, de Valparaíso, y lo mismo hizo la Casa Oelckers de Puerto Montt, ambas para explotar los bosques del área de Quemchi. Hasta entonces los armadores y comerciantes de maderas de Ancud estaban en posesión de un verdadero monopolio, según Weber, para vender casi en forma exclusiva las maderas en Chile y Perú. Los embarques se hacían principalmente a Valparaíso y Coquimbo. Desde este último puerto se abastecía a Copiapó y Chañarcillo. Más tarde los embarques se extendieron a Antofagasta. El valor de las exportaciones de madera, que en 1849 sumó 62 mil 500 pesos, fue subiendo paulatinamente hasta alcanzar los 359 mil pesos en 1876 y llegar a un millón 782 mil pesos en 1898234.

Además de Ancud se habilitaron pequeños puertos en el decenio de 1880, inmediatos a las zonas de corte de maderas, como Queilen, Quicaví, Chonchi, Melinka, Quemchi y otros. Pero la explotación y el transporte se estimaron demasiado onerosos para satisfacer un mercado que buscaba centros productores más cercanos y de más fácil acceso desde el centro del país, como Arauco y Valdivia, que terminaron reemplazando a Chiloé.

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