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LA GANADERÍA MAGALLÁNICA MATEO MARTINIĆ BEROS LOS ORÍGENES (1876-1884)

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Iniciada la ocupación efectiva del territorio meridional chileno en 1843 con el establecimiento de la presencia jurisdiccional de la república en Fuerte Bulnes, primero, y después en Punta Arenas a partir de 1848, ambos puntos situados en la costa oriental de la península de Brunswick (Patagonia), estrecho de Magallanes, el plan gubernativo original contemplaba el asentamiento de colonos y el comienzo de actividades productivas referidas al aprovechamiento económico de los recursos naturales del territorio magallánico. No obstante tal propósito, en el hecho la actividad colonizadora se vio postergada por diferentes circunstancias y avatares, y solo empezó a manifestarse hacia 1870, tras la puesta en vigencia de algunas medidas eficaces de fomento por parte de la administración del presidente José Joaquín Pérez en 1867 y 1868.

Para entonces, el crecimiento de la población y el conocimiento progresivo que se fue teniendo acerca de la naturaleza y características de la vasta sección continental situada al norte y nororiente de Punta Arenas, formada por terrenos esteparios ricos en pastos, de orografía plano-ondulada que facilitaba su ocupación, llevó a algunos inmigrantes europeos hacía poco arribados a pensar en su aprovechamiento para la crianza ovejera, tal como se había desarrollado exitosamente a contar del decenio de 1840 en la colonia británica de las islas Falkland o Malvinas.

Así, a fines de 1876 el gobernador de Magallanes Diego Dublé Almeida realizó un viaje a ese territorio insular a bordo de la corbeta Chacabuco, con el propósito de establecer relaciones económicas entre ambas colonias, oportunidad en la que procedió a comprar 300 ovejas para llevarlas consigo a su regreso. En tal cometido es muy posible que Dublé hubiera procedido aconsejado por algunos de los inmigrantes británicos radicados en Magallanes, en particular por Henry L. Reynard. Este, que había dado muestras de empuje y creatividad empresarial, adquirió dichos animales para intentar su aclimatación, entregándosele para ello la isla Isabel, en el estrecho de Magallanes, próxima a la colonia nacional.

A la vuelta de un año la experiencia se consideró exitosa, y así paulatinamente el mismo Reynard y otras personas que contaban con algún capital importaron más animales desde el archipiélago sudatlántico para dar comienzo a diferentes explotaciones. Eso fue facilitado por la comprensión del gobernador Carlos Wood, sucesor de Dublé, quien con liberalidad otorgó autorizaciones para ocupar campos en fracciones de capacidad suficiente como para permitir la crianza en forma extensiva, según la modalidad económica practicada en las islas Falkland. De esa manera se fueron ocupando inicialmente los terrenos abiertos de la zona norte de la península de Brunswick y principalmente los que integran el vasto distrito centro-oriental continental, sobre la costa oriental del canal Fitz Roy y los litorales del estrecho de Magallanes hasta pasada la Primera Angostura. La ocupación fue facilitada por el acuerdo transaccional entre Chile y Argentina que había puesto término a la antigua controversia jurisdiccional por el dominio de la Patagonia y la Tierra del Fuego, lo que se alcanzó mediante el tratado de límites suscrito en Buenos Aires el 23 de julio de 1881.

Así, en un lustro cobró forma una empresa colonizadora genuinamente pionera, manifestada en el surgimiento de una veintena de estancias ovejeras (denominación que se dio a los establecimientos de crianza) que se desparramaban a lo largo de 200 kilómetros, ocupando toda la porción litoral meridional de la Patagonia austral continental al norte de Punta Arenas, desde los campos de Río Verde en el mar interior de Skyring hasta los de la bahía Dirección, en el gran saco oriental del Estrecho. La masa ovina podía estimarse en unas 40 mil cabezas, dotación que no cesaba de crecer tanto por multiplicación natural, cuanto por el incremento que derivaba de las sucesivas partidas que se traían desde las islas Falkland.

Al promediar 1884, la ganadería ovina era ya una manifestación económica tangible que concitaba el interés del pequeño ambiente empresarial de Punta Arenas, formado mayoritaria, si no totalmente, por inmigrantes europeos, entre quienes los británicos se hacían notar por sus iniciativas, varios de los cuales habían invertido e invertían importantes capitales en la explotación pastoril. Es seguro que la procedencia étnica de la mayoría de los colonos fue determinante al tiempo de buscar un mercado para la colocación del producto básico de la crianza ovina, la lana. Y este lo fue el mercado tradicional de Londres, con lo que se aseguraba un aspecto esencial en la actividad, facilitado a su vez por la regularidad del tráfico mercante entre Europa y Chile por la vía del estrecho de Magallanes235. El paso inicial había sido dado con decisión y visión por los colonos y empresarios pioneros, que de esa manera contribuyeron a poner en valor el territorio magallánico, concitando el interés de terceros por emigrar al mismo e invertir en negocios productivos. Si hasta entonces la autoridad colonial había alentado la ocupación gratuita de los campos, aunque con carácter precario, se consideró necesaria por parte de los interesados la regularización de la tenencia predial, decisión que el gobierno hizo efectiva con la modalidad del arriendo a largo plazo. Para ello, en noviembre de 1884 se realizó la subasta de los arrendamientos en fracciones o lotes que comprendieron en total 522 mil 200 hectáreas. Con este acto administrativo, los colonos dispusieron de la seguridad y la tranquilidad suficientes para sus inversiones y para el desarrollo de las explotaciones productivas.

La producción factible y económicamente rentable, la tranquilidad fundiaria y la apertura de un importante mercado en el exterior constituyeron entonces las bases sólidas de la crianza ovina: una nueva riqueza —por la modalidad extensiva de ocupación de los terrenos y por la tecnología introducida en su manejo— comenzaba a surgir en el territorio meridional chileno, tan relevante como que en pocos años vertebró el poblamiento, la prosperidad, el crecimiento y el progreso del mismo, relegando al olvido los problemas y desaciertos de los años anteriores a 1868.

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