Читать книгу Un abismo sin música ni luz - Juan Ignacio Colil Abricot - Страница 7

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–Es todo lo que tenemos.

–¿Seguro que no se le escapa algo?

–Seguro, señor. Todo ha sido tratado con el máximo de rigurosidad, entendiendo que los medios de que disponemos acá en la unidad son escasos. No es por excusarme que se lo digo. Usted sabe cómo funcionan las cosas. En el informe está todo, traté de ser muy detallista.

–¿Hay algo que deba saber y que usted olvidó poner en su informe?

–¿Que yo sepa? Todo está ahí. No hay mucho más.

–Dígame todo ahora, ya que su informe recién llegará mañana. ¿Esta joven tenía algún antecedente?

–¿A qué se refiere?

–Quiero que me ilustre sobre el tema. La prensa puede comenzar a hablar. No quiero sorpresas y no quiero enterarme por el diario de algo que usted debía haberme dicho.

–Aparentemente era una muchacha tranquila. Salió de su casa para dirigirse a un evento, al cual nunca llegó. El sábado apareció su cuerpo en el río. Muestra muchas contusiones. Murió por un golpe en la cabeza. Eso es lo que le puedo decir después de haber visto el cuerpo en el río. No pude ver mucho.

–¿Nada más?

–Nada más por ahora.

–¿Por qué me dice eso?

–Usted me pidió que le informara de todos las situaciones extrañas. Se me ocurrió que podía tratarse de algo así, quizás sea mejor prevenir que lamentar.

–No piense tanto, Gutiérrez. Mantenga los ojos abiertos. ¿La familia de la mujer?

–Está deshecha.

–No le pregunto eso. Quiero saber si tienen alguna relación con algún movimiento subversivo.

–Nada. Son personas tranquilas. Nada extraño en ellos. En todo caso creo que si tuvieran alguna relación no me lo dirían.

–¿Alguien la vio salir de su casa?

–Sólo su hermana. Nunca llegó adonde se dirigía.

–¿De qué lugar se trata?

–Iba al regimiento.

–¿Está seguro?, ¿qué tienen que ver los milicos con este asunto?

–La fiesta era ahí. Usted sabe cómo son los milicos, invitan a las muchachas del lugar. Son como todos. Ella nunca llegó. Nadie la echó de menos, había suficientes mujeres. Eso es lo que dicen por ahora. En todo caso no dijeron mucho. Quise hablar con un capitán Carvacho, pero no pude. Se supone que él estaba a cargo esa noche.

–¿No le parece extraño?

–¿Qué cosa?

–Que estén metidos los milicos. Espero que no sea más que eso. Una simple casualidad. Cuídese y sea cuidadoso con lo que hace y con lo que dice. Los milicos a veces son muy quisquillosos. Pregunte qué tienen que ver en este asunto, pero trate de no pisar callos. Lo último que necesitamos es un enredo con esta gente.

–Va a ser difícil. Usted sabe cómo es Copiapó. Es un pueblo que quiere ser ciudad. Los milicos están por todas partes, más en este tiempo. Por eso lo llamé.

–¿Cómo llegó esta joven a involucrarse con los milicos?

–A las chicas les siguen deslumbrando los uniformes.

–Cualquier novedad avíseme antes de mandar su informe.

–No creo que haya novedades. Dudo que lleguemos a un final.

–No debería encarar el caso de esa forma. Quiero resultados claros y no excusas. Manténgame informado. Vea con mayor claridad el tema de los milicos. No me gusta para nada. Insisto en que sea cuidadoso.

–¿Usted cree que ellos me van a contar algo si realmente lo saben?

– No pregunte huevadas y haga su trabajo. Si los milicos están metidos estamos hasta el cogote. Trate de ser discreto. No es tiempo para héroes.

Un abismo sin música ni luz

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