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3. EL MOVIMIENTO POR LA REGENERACIÓN DEMOCRÁTICA O QUÉ CLASE DE DEMOCRACIA PERMITE ESTE CAPITALISMO
ОглавлениеLa crisis ha provocado un profundo malestar ciudadano y ha dado lugar a un movimiento crítico con el sistema económico y político existente. Este movimiento ha recogido, ampliado y divulgado el discurso que los movimientos sociales venían portando desde la Transición. Duda si, como dicta el imaginario democrático, la ciudadanía ha elegido el capitalismo que vivimos; discute cómo el capitalismo condiciona la democracia que tenemos; pregunta qué tipo de democracia tenemos que hace tan difícil escoger otra opción distinta a este capitalismo y, en definitiva, culpa a los poderes económicos de imponer unas reglas del juego al margen y contrarias a los intereses de la ciudadanía, así como a los representantes políticos por consentirlo.
Una crisis evidencia los fallos de un sistema. La de 1973 sirvió para mostrar los defectos y limitaciones de las políticas keynesianas y se utilizó para introducir otras políticas de inspiración liberal; la de 2008 ha constatado que estas otras tampoco están libres de problemas y que dichos problemas pueden ser, además, ciertamente graves. Tal es así, que la primera respuesta internacional a la crisis es la intención de refundar el capitalismo. Esta intención, declarada por Sarkozy y apoyada por Obama y Merkel, al mismo tiempo que reconoce errores en el sistema económico, persiste en su benignidad. Refundar el capitalismo significa literalmente revisarlo, bien para hacerlo volver a sus principios originales, bien para adaptarlo a los nuevos tiempos. Ambas cosas parecen estar en la mente del presidente francés cuando hace esta proclama.82 Los orígenes a los que se propone llevarlo son los de un capitalismo industrial orientado al crecimiento a largo plazo (en contra de un capitalismo financiero basado en la especulación), en el que los poderes públicos están legitimados para intervenir en la regulación del sistema financiero. Se trata, no obstante, de un capitalismo dotado de unos mecanismos adaptados al contexto de una economía global. La idea de refundación pronto deja paso a una simple implementación de medidas para prevenir que las economías más poderosas se contagien de la caída de las más vulnerables, acompañada de privatizaciones y rebajas del gasto público.
En España, la especial incidencia de la crisis, la forma y los resultados de su gestión van generando poco a poco un malestar en la ciudadanía. El proceso de gestación del malestar tiene un momento crítico, mayo de 2010, cuando el Gobierno de Zapatero da un brusco giro en sus políticas económicas. El giro supone la puesta en marcha de una política de recortes en contra del programa manifiesto del Gobierno que, primero, agrava las penosas consecuencias de la crisis para la población —reducción de salarios, recortes sociales, altas tasas de desempleo y aumento de la desigualdad social— y, segundo, es entendida por parte de la ciudadanía como la prueba del plegamiento del Gobierno español a los requerimientos de unos organismos que los ciudadanos no han elegido en las urnas.
Ocho meses después de este trance, en febrero de 2011, surgen simultáneamente Democracia Real Ya, Estado de Malestar y Juventud Sin Futuro y, a continuación, en marzo, No les Votes. Todas estas experiencias tienen en común la indignación por el empeoramiento de la calidad de vida por culpa del modelo económico y político dominante, así como la lucha tanto por una democracia más profunda y con menos injerencias de los poderes económicos como por una economía más justa.
Democracia Real Ya, la iniciativa más conocida de las cuatro, acusa al modelo económico vigente de enriquecer a unos pocos y sumir en la pobreza o escasez al resto. Entiende que una sociedad avanzada tiene que tener como prioridad la igualdad, el progreso, la solidaridad, el libre acceso a la cultura, la sostenibilidad ecológica y el desarrollo, bienestar y felicidad de las personas. Considera que los ciudadanos no están representados ni son escuchados por los políticos actuales, que se aferran al poder y atienden principalmente a los dictados de los grandes poderes económicos. De ahí su eslogan: «No somos mercancía en manos de políticos ni banqueros». Defiende una democracia en la que los ciudadanos tengan más participación, se haga uso de referéndums populares vinculantes y se establezca un sistema de representación más proporcional al número de votos.
Estado de Malestar estima que el sistema político y financiero traiciona a los ciudadanos y «no da más de sí». Juventud Sin Futuro aglutina a jóvenes formados que ven que los trabajos son escasos y de mala calidad, no les van a proporcionar derecho a una pensión, ni acceso a una vivienda digna en un mercado inmobiliario inaccesible. Considera que las medidas para salir de la crisis agravan su situación y que la única vía que les queda para lograr una vida autónoma es la salida al extranjero. Estas dos cuestiones marcan sus dos famosos eslóganes: «Sin curro, sin casa, sin pensión, sin miedo» y «No nos vamos, nos echan». Juventud Sin Futuro cuestiona el carácter democrático de las políticas de austeridad dictadas por la Unión Europea, el Banco Central y el Fondo Monetario Internacional y la legitimidad de la deuda. Apuesta por un modelo económico que garantice empleo, vivienda, subsidio de desempleo, educación y sanidad para todos.
No les Votes tiene como lema ignorar a los partidos que ignoran a la ciudadanía. Condena «la alternancia perpetua de organizaciones políticas aferradas al poder durante décadas sin otras opciones más que aquellas necesarias para conseguir sus propios objetivos, sin permeabilidad de nuevas ideas, sin permitir la participación activa de la ciudadanía, asfixiando toda posibilidad de regeneración democrática». No está en contra de los partidos, ni de las elecciones, ni promueve el voto en blanco ni la abstención, sino que pide a los ciudadanos que se informen de alternativas políticas que representan mejor sus ideas y que están más cerca de lo que los ciudadanos entienden por democracia.
Estas iniciativas y otras menos conocidas confluyen en el 15M. La diversidad de colectivos se traduce en cierta dispersión en sus propuestas, aunque estas pueden agruparse en tres grandes ejes: la repulsa del corporativismo y la desconexión con la ciudadanía de los partidos políticos; la denuncia del sometimiento de la política a los poderes financieros, que se aprecia como causa de los abusos de la banca, la socialización de las pérdidas privadas de los bancos y los procesos de privatización de lo público, y el rechazo a los procesos laborales que llevan a los despidos y la precarización.83 A estos tres ejes hay que sumar la defensa de la vivienda digna, la igualdad de género, la integración cultural y el medio ambiente. Con la inclusión de estas cuestiones, la presencia del feminismo, el ecologismo y el movimiento de los derechos humanos en el 15M queda clara. Se trata de una presencia que beneficia a ambas partes y que se basa tanto en una sintonía discursiva como en una utilidad estratégica.
La comparación entre las ideas sobre profundización democrática y alternativas económicas expresadas por movimientos tradicionales durante la Transición (expuestas en el segundo epígrafe de este documento) y las principales organizaciones y campañas del movimiento iniciado en 2011 (que aparecen en el presente epígrafe) evidencia que las de este último están insertas en la narrativa de los primeros. La inserción, en primer lugar, facilita la resonancia social del movimiento del 2011 puesto que este opera sobre una labor de sostenimiento y difusión narrativa previa. En segundo lugar, da pie a que los movimientos tradicionales acudan prestos a la cita regeneracionista, reivindicando un lugar específico dentro de la misma. La sintonía discursiva y el débito al trabajo realizado facilitan que el feminismo, el ecologismo y el pacifismo sean acogidos complacientemente en el 15M, si bien estas no son razones suficientes, ni únicas. No son razones suficientes porque hace falta que estos movimientos se perciban incólumes y no alineados con el sistema que se pretende sustituir. Y no son razones únicas porque el regeneracionismo también tiene una necesidad de contar con el máximo apoyo posible; sobre todo cuando este apoyo tiene una acreditada trayectoria de activismo sociopolítico.
El movimiento feminista toma como objetivo que el proceso de regeneración democrática contenga una visión de género, de ahí el lema escogido para el 15M: «La revolución será feminista o no será». Desde el principio entiende que hay una gran afinidad porque ambos buscan poner las personas en el centro del sistema económico, ambos se construyen con horizontalidad, desjerarquización, asamblearismo, decisión por consenso y ambos demandan una democracia en la que se restituya la soberanía popular, haya transparencia y cambios en el sistema de representación.84 El feminismo desarrolla su objetivo dentro del 15M aportando propuestas y sujetos feministas a las comisiones y asambleas de barrio.
El ecologismo opera exactamente igual que el feminismo. Tiene el empeño de que la regeneración democrática contenga una visión medioambiental y logra la creación de comisiones medioambientales dentro del 15M. El lema de estas comisiones es una paráfrasis del anterior: «La revolución será verde o no habrá donde hacerla». El ecologismo engancha con el discurso regeneracionista haciendo ver que entre los derechos sociales básicos se encuentra el disfrute de un medio ambiente de calidad y que el proceso de redemocratización incluye asegurar la soberanía de los ciudadanos actuales y futuros sobre las riquezas naturales. Ambas cuestiones implican un cambio de modelo productivo y los bienes susceptibles de mercadear.
La idea de justicia social común en el movimiento por la paz atraviesa las denuncias hechas a un sistema que alimenta al poderoso en detrimento de la mayoría de la población. Pero, como tal, el movimiento por la paz y la no violencia es perceptible en el 15M principalmente por su opción por la no violencia y la desobediencia civil como medio de lucha. La relación entre el movimiento del 2011 y el pacifista de la Transición es tan directa que personas comprometidas con el movimiento de la no violencia y la objeción en los setenta forman parte y asesoran con el mismo discurso de entonces sobre las estrategias pacíficas que se deben utilizar ahora.
La resonancia de las movilizaciones del 15 de mayo de 2011 impulsa una de las asociaciones que se suman a la protesta, la Plataforma Antidesahucio. Nacida en 2009, tiene un objetivo muy concreto: cambiar la normativa para, primero, evitar los desahucios que se producen debido a la incapacidad de las familias para hacer frente a sus hipotecas por la crisis y, segundo, permitir la dación en pago retroactiva de la residencia habitual para deudores de buena fe. Detrás de este objetivo hay una interpretación de la realidad similar al resto de iniciativas: los representantes de la ciudadanía anteponen los intereses de los poderes económicos a los de la ciudadanía. La Plataforma, que se ampara en el derecho constitucional a una vivienda, es protagonista de los episodios de desobediencia civil más numerosos desde la objeción al servicio militar obligatorio y de la presentación de una de las pocas iniciativas legislativas populares que se han admitido a trámite en más de 30 años de democracia y la que ha tenido más resonancia mediática de todas ellas.
El éxito de convocatoria del 15M alienta la marea verde en defensa de la educación pública, la marea blanca en defensa de la sanidad pública en Madrid, y la marea amarilla en defensa de un acceso igualitario a la justicia. Las tres coinciden en la lucha por unos servicios públicos de calidad disponibles para todos los ciudadanos, algo que siempre ha estado en la agenda del sindicalismo, el feminismo y el consumerismo. Por esto y por comprometer el futuro de los profesionales del ramo, los sindicatos han participado e incluso liderado estas protestas en algunos lugares.
El movimiento que surge en 2011 se enmarca dentro de una dinámica que McAdam, Tarrow y Tilly denominan de contienda política85 «cada vez más extendida en el marco de la crisis global actual de la democracia representativa y de los sistemas políticos vigentes y en cuyo desarrollo juega un papel destacado el nuevo activismo transnacional».86 Una contienda que puede interpretarse como la respuesta a lo que Habermas denomina «desmantelamiento democrático»,87 Crouch define como «posdemocracia»88 y Santos califica como «fascismo social»,89 resultado de la nueva práctica social, económica y política desarrollada en el mundo occidental tras la crisis de 1973.90 Una nueva práctica que ocasiona una creciente oligarquización económica y subordinación política y que, en definitiva, produce una alteración del equilibrio entre capitalismo y democracia en beneficio del primero y detrimento de la segunda. Una nueva práctica que fuerza el replanteamiento del binomio democracia-mercado, incluso entre quienes en un principio lo defendieron. El propio Dahl, que al inicio de la posguerra se sumó a la corriente que proclamaba la vocación eminentemente democrática del mercado, reconoce después que, aunque la democracia requiere un orden económico basado en una economía de mercado capitalista, también necesita unos niveles de igualdad «incompatibles con el capitalismo, y más todavía, que este obstruye el avance democrático».91 En definitiva, el movimiento es eminentemente político en el sentido de que es la exigencia política de profundización democrática lo que lleva a plantear cambios en la economía que van desde el rechazo al sistema financiero tal como ahora funciona hasta al capitalismo en su conjunto, no siendo esta última la opción mayoritaria, por más que sean muy activos quienes la sostienen.
La gran particularidad del movimiento en España es que pide una segunda transición. Esta solicitud corre paralela a la gestación del malestar de la ciudadanía y es anterior al 15M pues, como afirma Lamo de Espinosa, en 2010 «se ha asentado ya en la sociedad española, de modo que casi tres de cada cuatro españoles creen que, en el momento actual, España necesita una “segunda transición” que, con el mismo espíritu de pacto y concordia de la primera, acometa la modificación y actualización de muchos aspectos de nuestro actual sistema político».92 El concepto de segunda transición se utiliza para identificar a la Transición de los setenta como el origen del déficit democrático, así como para visualizar que lo que el país necesita es un salto cualitativo y no un rosario de pequeñas modificaciones.
El movimiento regeneracionista retoma el discurso mantenido por la izquierda en la Transición sobre la necesidad de ruptura con el régimen de la dictadura, pero, al contrario de lo que acordaron los principales representantes políticos y sindicales de la época, niega que esta se haya producido. El sindicalismo, que fue el movimiento más combativo por la libertad, que abogó por la ruptura y que criticó ácidamente que aquello no era una transición democrática, aceptó sin fisuras su resultado apostando por la Constitución de 1978. Con ello favoreció la forja de una cultura identitaria democrática en la clase obrera que ayudó a la consolidación del nuevo régimen y que, sumada al enmarcamiento de la mejora del bienestar de los trabajadores dentro del conflicto capital-trabajo, sienta las bases de las demandas de profundización democrática. A pesar de ello y de que el empleo de calidad es parte sustancial tanto de la agenda sindical como del movimiento del 2011, los grandes sindicatos están expresamente excluidos de esta tentativa de transición ya que son identificados como parte del entramado institucional que se pretende reformar. Esta exclusión se refiere únicamente a los grandes sindicatos como instituciones, pero no a sus activistas, que son bienvenidos a título individual y que, precisamente debido a la afinidad narrativa, se ven atraídos hacia el movimiento.
La identificación de la Transición como origen del déficit democrático contradice su carácter modélico. Sugiere un desgaste de la hegemónica cultura de la transición impulsada por la coyuntura y el relevo generacional. Son las generaciones que no protagonizaron la primera Transición quienes en mayor medida desean la segunda, reivindicando su derecho a diseñar el país como lo tuvieron sus padres o sus abuelos, pero en unas circunstancias de democracia estrecha y consolidada con la que no contaban sus progenitores. Por contra, son las generaciones que protagonizaron la Transición y ayudaron a su mitificación quienes reivindican su legado y se aferran a ella. El cuestionamiento de la Transición de 1976 es un ataque al quehacer de sus actores y así lo viven estos. Pero es también un éxito del proceso democrático en cuanto que ratifica que la democracia débil que nació en 1977 ha madurado y que ni ha sufrido el retroceso que algunos intentaron en 1981, ni se conforma con su estado primario, sino que, por el contrario, desea avanzar hacia formas más cercanas al ideal democrático.93
Este nuevo proceso es diametralmente opuesto al que tuvo lugar en 1977. Entonces el cambio político no solo no alteraba el poder económico de las élites, sino que garantizaba un capitalismo similar al de los países de nuestro entorno y en ese sentido tenía muchas probabilidades de éxito y de convertirse en modélica. Sin embargo, no cabe esperar un apoyo a esta segunda transición como ocurrió en la primera, cuando la actual implica un control de los mercados que claramente no está en la agenda internacional, como ha quedado claro en el rápido olvido de la proclama de refundación del capitalismo que acompañó el inicio de la crisis. Si en 1978 adquirimos una democracia estrecha con un capitalismo amplio, el movimiento actual busca una democracia ancha con un capitalismo estrecho o un modelo económico alternativo por definir. Este intento de segunda transición introduce otra variación semántica de lo que es una transición: el acceso pacífico desde una democracia estrecha a una democracia sin necesidad de tutela internacional y con el objeto expreso de una economía en la que los mercados no dirijan la política.
NOTAS
32 Este texto es fruto del proyecto «Del antifranquismo a la marginalidad: disidencias políticas y culturales en la transición española a la democracia» (HAR2016-79134-R), del Programa Retos de la Sociedad. del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad.
33 J. Pérez Serrano, «La transición española en la génesis del capitalismo global, 1973-2003», en C. Navajas Zubeldia (ed.), Actas de IV Simposio de Historia Actual, Logroño, Gobierno de La Rioja, Institutos de Estudios Riojanos, 2004.
34 F. Álvarez-Uría y J. Varela, Sociología, capitalismo y democracia, Madrid, Morata, 2004.
35 R. Wirth, Marktwitschaft ohne Kapitalismus. Eine Neubewertung der Freiwirtschatslehre aus wirtschaftsethischer Sicht, Berna, Stuttgart, Viena, Haup Verlag, 2003.
36 R. García Jurado, La teoría de la democracia en Estados Unidos: Almond, Lipset, Dahl, Huntington y Rawls, México, Siglo XXI, 2009.
37 J. Petras, «Democracia y capitalismo. Transición democrática o neoautoritarismo», en Herramienta. Debate y crítica marxista, 1999. Recuperado en 2014 de http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-11/democracia-y-capitalismo-transicion-democratica-o-neoautoritarismo
38 R. Brenner, La economía de la turbulencia global, Madrid, Akal, 2009.
39 Las otras dos son la formación de un grupo dirigente para llevar la negociación con las fuerzas del régimen y la dotación de estos políticos de oposición con un mandato de negociación. H. Köhler, El movimiento sindical en España, Madrid, Fundamentos, 1995, págs. 109-111.
40 J. Pérez Serrano, «La transición española…», ob. cit.
41 Ibíd., pág. 159.
42 Ibíd.
43 J. Pastor, «El “déficit social” de la participación política no electoral. Iniciativas ciudadanas y movimientos sociales», Documentación Social, 114, 1999, págs. 126-127.
44 M. Torcal, J. Montero y J. Teorell, «La participación política en España: Modos y niveles en perspectiva comparada», Revista de Estudios Políticos, 132, 2006.
45 B. Barber, Strong democracy: Participatory Politics for a New Age, Berkeley, University of California Press, 1984.
46 B. Santos, «Por una democracia de alta densidad», Ecuador Debate, 80, 2010.
47 J. Pérez Serrano, «Experiencia histórica y construcción social de las memorias. La Transición española a la democracia», Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 3, 2004, pág. 96.
48 J. Rey Pérez, La democracia amenazada, Madrid, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alcalá, 2012, pág. 97.
49 Ibíd.
50 R. Dahl, A Preface to Democratic Theory, Chicago, Chicago University Press, 1956, pág. 60. R. Dahl, Democracy and Its Critics, New Haven, Yale University Press, 1989, pág. 391.
51 J. Ramos y A. Egea de Haro, «Democracia en riesgo: los tentáculos financieros y el papel de los gobiernos», Economía exterior, 60, 2012.
52 L. Alonso, Trabajo y ciudadanía, Madrid, Trotta/Fundación 1.º de Mayo, 1999, pág. 104.
53 À. Martínez i Castells, «¿Puede sobrevivir la democracia al capitalismo financiero?», El viejo topo, 253, 2009.
54 R. Collier y J. Mahoney, «Adding Collective Actors to Collective Outcomes: Labor and Recent Democratization in South America and Southern Europe», Comparative Politics, 3 (29), 1997.
55 M. Ortiz Heras, J. Castellanos López y O. Martín García, «Historia social y política para una Transición. El cambio desde abajo y la construcción de una nueva autonomía: Castilla-La Mancha», HAOL, 14, 2007.
56 M. Torcal, «El origen y la evolución del apoyo a la democracia en España. La construcción del apoyo incondicional en las nuevas democracias», Revista Española de Ciencia Política, 18, 2008, pág. 30.
57 P. McDonough, S. H. Barnes y A. López Pina, The Cultural Dynamics of Democratization in Spain, New York, Cornell University Press, 1998.
58 S. Tarrow, «Mass Mobilization and Regimen Change: Pacts, Reform and Popular Power in Italy (1918-1922) and Spain (1975-1978)», en Richard Gunther, The Politics of Democratic Consolidation, Baltimore, John Hopkins Press, 1985, pág. 208.
59 M. Ortiz Heras, J. Castellanos López y O. Martín García, «Historia social y política…», ob. cit., pág. 117.
60 J. Pérez Serrano, «Implantación y representación de UGT Andalucía en el medio rural», en J. Pérez Serrano (dir.), La aportación de UGT Andalucía al medio rural andaluz: De la reforma agraria al desarrollo rural (1980-2010), Sevilla, Fundación para el desarrollo de los pueblos de Andalucía, 2010, pág. 36.
61 Véase, por ejemplo, el artículo de portada del Boletín 366, de enero de 1976, dedicado a la sucesión.
62 M. Camacho, «Por qué coordinación democrática», Gaceta de Derecho Social, 61, 1976, págs. 4-9.
63 Gaceta de Derecho Social, 72, 1977.
64 Boletín La Unión, 403, 1978, pág. 3.
65 Gaceta de Derecho Social, 91, 1978.
66 Gaceta de Derecho Social, 61, 1976.
67 Boletín La Unión, 364, 1975.
68 Ídem.
69 Gaceta de Derecho Social, 88; Gaceta Sindical, 11, 1981; Gaceta Sindical, 42, 1986.
70 Gaceta de Derecho Social, 85, 1978; Gaceta Sindical, 42, 1986, pág. 26.
71 Gaceta de Derecho Social, 75, 1977.
72 Gaceta Sindical, 37, 1985, págs. 44 y 45; Gaceta Sindical, 39, 1985, pág. 32.
73 Gaceta de Derecho Social, 76/77, 1977, pág. 14.
74 Igual que en el sindicalismo, las expresiones y el vocabulario utilizado es directo y gráfico. «Nuestras muditas en el congreso» titula Lidia Falcó un artículo publicado en 1977 en Vindicación, 18, criticando la presencia testimonial de mujeres en el Parlamento sin asignarles carteras o darles siquiera la palabra.
75 A. Pérez Orozco, «Feminismo anticapitalista, esa Escandalosa Cosa y otros palabros», Rebelión, 2010.
76 Esto tampoco está exento de problemas pues la dependencia que la mujer tiene del hombre puede desplazarse a una dependencia de la burocracia patriarcal, siendo las administraciones las que ejerzan un control sobre la vida privada de las benefactoras a través de los requisitos exigidos a las demandantes de programas sociales. Al respecto, N. Fraser, Unruly practices. Power, Discourse, and Gender in Contemporary Social Theory, Mineápolis, University of Minnesota Press, 1989.
77 M. Grau, La Transición sangrienta, Madrid, Península, 2010.
78 E. Lamo de Espinosa, «¿La segunda transición?» en J. J. Toharia (coord.), Pulso de España 2010. Un informe sociológico, Madrid, Biblioteca Nueva/Fundación José Ortega y Gasset y Gregorio Marañón, 2011, pág. 50.
79 Boletín Justicia y Paz, 19, 1985, págs. 17 y sigs.
80 M. Bosquet, «Su ecología y la nuestra», Oxígeno, 1, 1979, págs. 3 y 7.
81 Amigos de la Tierra Internacional, por ejemplo, desarrolla un Programa de Justicia Económica y Resistencia al Neoliberalismo.
82 «La crisis financiera por la que pasamos no es la crisis del capitalismo, es la crisis de un sistema que se ha alejado de los valores del capitalismo, que en cierto modo los ha traicionado.» «No podemos gestionar la economía del siglo XXI con los instrumentos del siglo XX», dice el presidente en dos momentos distintos de su intervención (El País, 26/09/2008).
83 C. Taibo, Nada será como antes. Sobre el 15M, Madrid, Catarata, 2011.
84 Setas Feministas, «15M desde la perspectiva de género», R-evolucionando. Feminismos en el 15-M, Madrid, Icaria, 2012.
85 D. McAdam, S. Tarow y C. Tilly, Dinámica de la contienda política, Barcelona, Hacer, 2005.
86 S. Tarrow, El nuevo activismo transnacional, Barcelona, Hacer, 2011, cit. en J. Pastor, «El movimiento 15M. Un nuevo actor sociopolítico frente a la dictadura de los mercados», Sociedad y utopía, 38, 2011, pág. 124.
87 J. Habermas, The Crisis of the European Union: A Response, Cambridge, Polity Press, 2012.
88 C. Crouch, La posdemocracia, Madrid, Taurus, 2004.
89 B. Santos, «Nem tudo está perdido», Visão, 10/01/2013.
90 J. C. Monedero, «Posdemocracia y pesimismo de la nostalgia», Nueva Sociedad, 240, 2012, pág. 79.
91 R. García Jurado, La teoría de la democracia…, ob. cit., págs. 155 y 156.
92 E. Lamo de Espinosa, «¿Una segunda democracia?», ob. cit., pág. 64.
93 Si bien tres cuartas partes de los españoles creen en una segunda transición y desean procesos políticos más participativos, de esta mayoría, una gran parte se contenta con un pequeño incremento participativo manteniendo el protagonismo de los representantes públicos. Solo una minoría, la que lidera el movimiento, anhela un ensanchamiento significativo; aunque esta minoría tiene posibilidades de aumentar su influencia vista su juventud y su autopercepción como políticamente competente. Véase J. Font, C. Navarro, M. Wojcieszak y P. Alarcón, ¿«Democracia sigilosa» en España? Preferencias de la ciudadanía española sobre las formas de decisión política y sus factores explicativos, Madrid, CIS, 2012.