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4. EL PAÍS O LA REFERENCIA DOMINANTE
ОглавлениеEs otra aventura, más académica, que coincide con mi ingreso en la Casa de Velázquez (¡yo también me había «institucionalizado»!). Es cuando me cruzo con el que llamábamos Pepín (José Vidal-Beneyto), en un sótano de un colegio mayor, donde venía a dar una charla. El hecho no es anecdótico porque así era el debate, en las trastiendas o en los sótanos, más que en la superficie y a la luz pública…
Vidal-Beneyto estaba constituyendo un equipo de investigación internacional sobre producción de la realidad, opinión pública y «periódicos de referencia dominante», término que había acuñado para referirse a los grandes diarios de élite con vocación democrática que inciden en la formación de la opinión pública. Me encarga la dirección del equipo de investigación español, en el que estaba Enrique Bustamante para el estudio económico. De ahí saldrá un libro, el primero sobre El País,102 también silenciado por la prensa. Colaboran dos redactores del diario, tres hispanistas y varios expertos en análisis de la prensa. Es un estudio objetivo, independiente, sin ningún afán de polémica…
Me voy a detener ahora brevemente en la tesis defendida en este libro porque permite comprender la evolución del discurso informativo durante la Transición.
Apoyándome en un esquema teórico —centro/periferia— intentaba en él:
3. Analizar el papel de El País en la formación de una nueva opinión pública.
4. Delimitar la línea editorial del periódico, con sus variaciones de opinión de acuerdo con los diferentes géneros periodísticos: desde el editorial hasta el suplemento dominical, entonces reflejo de una serie de temas de interés socio-cultural que traducían los cambios en las identidades y en las prácticas sociales. Pero también se filtraba indirectamente la posición del periódico en las columnas, los artículos de opinión, los reportajes de sociedad, las entrevistas.
La tesis era que la prensa de referencia tiene una capacidad de absorción del cambio que varía según el contexto y el discurso elegido. Si la información tiende a una cierta objetividad (es el discurso central del periódico), hay una serie de géneros periodísticos —a veces menores (como las «Cartas al Director» o la «Revista de Prensa»)— por los que se cuela la opinión (lo que he llamado la «periferia» del periódico). Constituyen un discurso flotante y oscilante que varía con el tiempo y, en el caso de El País, se va atenuando, como se vio claramente en el suplemento dominical, hoy dominado por la frivolidad y las modas del momento.
5. Tercera pretensión: en un alarde a veces aparatoso y seguramente algo indigesto de semiótica pura y dura aplicada al espacio del periódico y a su articulación, analizaba cómo el periódico plasmaba el debate público en las páginas centrales, de manera figurativa: funcionando las dos páginas como representación paradigmática del espacio público, que se articulaba en diferentes «voces», como en el espacio de un Parlamento.
La pregunta era en qué medida el cambio social no se reflejaba más en esta periferia que en el discurso central, pero cada vez menos con el paso del tiempo, en especial después del 23F, cuando El País apostó definitivamente por la Monarquía y optó por un cambio moderado. La Monarquía en cuanto institución y su legitimidad fue, seguramente, uno de los más destacados silencios de la prensa durante la Transición (y todavía hoy: lo vimos cuando el rey abdicó). Si ya no había Ley Antilibelo como en 1977 (ley que imponía el silencio sobre la Corona, el Ejército y la cuestión autonómica), seguía funcionando el pacto de silencio tácito en torno a la Monarquía, cosa que dentro de la profesión se reconocía. Como muestra, las declaraciones de Victoria Prego,103 que hablaba del miedo como protagonista de todo el proceso democrático y como causa del apoyo a la Monarquía: «Había más que un compromiso no escrito, una voluntad compartida en silencio de no tocar ciertos puntos peligrosos en un momento en el que importaban otras muchas cosas».