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3. LA VIOLENCIA Y LA HERENCIA FRANQUISTA

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El 9 de octubre de 1976, en «El odio y la violencia», Haro Tecglen denunciaba una violencia calculada para provocar reacciones e invitaba a la reforma, al diálogo y a la democracia, un tema recurrente en sus artículos:

Hay que desterrar de la vida nacional la violencia y el odio. Han primado demasiado en los últimos años, en los últimos siglos: y si hay un combate político justo, una bandera a la que engancharse, es esta de la reforma profunda de la nación, para que todo transcurra por unos cauces organizados.

Sin embargo, conforme se concretaba el proceso democrático con la preparación de las elecciones, iba aumentando la violencia. La derecha lo aprovechaba para denunciar un caos —que una parte de ella promovía— olvidando que el atentado contra el presidente del Gobierno, el almirante Carrero Blanco, el 20 de diciembre, se había producido con Franco en vida y, cuando se produjeron los sucesos de Montejurra, el 9 de mayo de 1976, Arias Navarro era jefe del Gobierno y Fraga Iribarne —que protestaba tanto contra la violencia presente— era su ministro del Interior…158 Se dramatizaba el clima de crisis permanente para desestabilizar el país en unos momentos claves, como el secuestro del presidente del Consejo de Estado, Antonio María de Oriol y Urquijo.159 Dada la mala costumbre de ocultar la información había versiones de todo tipo sobre el GRAPO.160 El Gobierno español había decidido no ceder y había procedido a nuevas detenciones, como la de Carrillo y otros miembros del comité central del PC. Corrían muchos rumores, el Gobierno parecía tener poco que ver en su detención, formaba más bien parte de una campaña para desprestigiarle. En cualquier caso, era difícil expulsar al dirigente comunista y liberarle sonaría a legalización. Suárez recibió inmediatamente a Enrique Tierno Galván y a Jordi Pujol para negociar. Haro Tecglen invitaba de nuevo a acelerar la democratización: «Urge que cesen las detenciones políticas, urge que todos los exiliados entren definitivamente y que todas las cárceles se abran también definitivamente. Urge que el Gobierno pacte con la posición democrática y acalle a las minorías autocráticas». Exponía las dificultades de la democracia, pero situaba en el contexto europeo de los años setenta, los llamados «años de plomo», con el terrorismo en Italia y Alemania161 para relativizar y evitar la paranoia de una vuelta al tema de las dos Españas condenadas a enfrentarse:

Basta con observar el grado de violencia y de fanatismo que hay en la España de hoy y podríamos decir que en la Europa de hoy —los secuestros y los asesinatos políticos no son de ninguna manera una exclusiva española, ni este país es más violento que otros— para comprender que el grado de penetración de este espíritu de la democracia es todavía muy escaso.162

En la portada del 5 de febrero, con una fotografía de la manifestación multitudinaria en la capital se podía leer: «Terror negro en Madrid/ Urge la solución política». Era el título elegido por Haro Tecglen: «La solución es política». Las preguntas eran numerosas, para algunos era el «último coletazo», como el búnker de Hitler antes de la derrota final, pero, para otros, era el inicio como lo fue el incendio del Reichstag cuando los nazis después de incendiar el vestigio de la democracia culparon a los comunistas y empezaron la represión. Insistía sobre las diferencias de contexto: el pueblo alemán agotado y arruinado apoyaba entonces a los nazis y en 1977 en España la ultraderecha era muy minoritaria y estaba perdiendo el poder. Sin embargo, la situación no dejaba de ser preocupante:

Estamos en un país donde el presidente del Consejo de Estado y el del Consejo Supremo de Justicia Militar [el teniente general Emilio Villaescusa Quilis] están secuestrados por una organización que no se aclara; en un país donde se asesina a las fuerzas de orden público, donde se asesina a los abogados especialistas en defensa de los trabajadores.163

El rechazo era unánime, pero, en el mismo artículo, evocaba la violencia estatal y la represión de manifestaciones que pedían al Gobierno que cumpliera sus promesas. Lamentaba la ausencia de un representante oficial en la manifestación que había seguido a la Semana Negra de enero. Al atribuir «los sucesos» a extranjeros, se desplazaba el problema y se impedía saber más sobre los asesinos. Echaba la culpa a la lentitud del Gobierno en democratizar: el contexto era favorable para dar una señal fuerte a los que esperaban el cambio. Esta reacción política positiva no se produjo, pero a pesar de la decepción ante la prudencia del comunicado del Gobierno y la declaración de Adolfo Suarez, notaba que «el camino hacia lo que desde el poder se entiende por democracia iba a continuar».164 Insistía, como lo hicieron todos los medios de comunicación, sobre la reacción civil el día del entierro, que no había impedido una violenta campaña de la prensa derechista contra la oposición democrática. Citaba el editorial de ABC —calificado de «extrema-derecha»— que acusaba a «la llamada impropiamente oposición democrática» de obstaculizar las negociaciones y a Ya, más moderado, reprochaba «dilaciones y chantajeos», cuando el responsable del bloqueo era un Gobierno poco acostumbrado a negociar con la oposición. Revelaba que, para las próximas elecciones, la lucha sería entre Alianza Popular (ABC y sus lectores, la derecha dura) y una derecha democrática (los lectores de Ya): «La oposición democrática está, por tanto, atravesando un momento difícil, como la democracia del país en general». El anticomunismo visceral de las derechas hacía del PCE una amenaza cuando a nivel electoral representaba poco. No excluía una vuelta atrás y denunciaba la represión desmedida como respuesta a las manifestaciones contra la carestía de la vida que, como las huelgas, eran reacciones de autodefensa para reclamar derechos básicos en un sistema democrático. El miedo al golpe concretaba una posible vuelta a la violencia del régimen anterior, pero lamentaba que «este espectro de la dictadura represiva» hubiera conducido a la alternativa propuesta implícitamente por Suárez, como lo hacían todos los gobernantes en los momentos difíciles: «O yo o el caos».165 Explicaba cómo el modelo chileno le servía a la derecha, cuando la misma izquierda había integrado la idea de que, si llegara al poder por la vía legal, en cuanto se atacara a los grandes intereses se la ahogaría con sangre, y que tampoco la revolución podía triunfar ya que las fuerzas no eran iguales salvo en contadas ocasiones.166

No obstante, la democratización del país parecía irreversible, aunque hubo unos meses peligrosos entre la legalización del PC y las elecciones167 con un endurecimiento de la vida pública: «No parece que podamos escapar a esta maldición del crimen y el terror de los períodos electorales españoles».168 A pesar de la sombra del Ejército que periódicos como El Alcázar169 utilizaban como amenaza, Haro Tecglen estaba convencido de que la gran mayoría de los españoles deseaba la normalización de la vida política y las elecciones constituían un paso decisivo.170 Para evitar una dictadura o el desorden invitaba a votar a los partidos de la auténtica democracia, consciente también de sus límites «por poco atractivo programático y por mucha imagen de pobreza que estén dando». Muchos pedían unas leyes especiales, pero atacarían las bases de la democracia. Haro recordaba que incluso en los países europeos donde la presión terrorista era peor como en Gran Bretaña con el IRA, o en Alemania Federal e Italia con la extrema izquierda, dudaban en hacerlo. El antiterrorismo podría conseguir el resultado contrario, lo destacaba el título del 8 de abril de 1978 cuando el Gobierno estaba estudiando qué medidas tomar para acabar con él: «El antiterrorismo como antidemocracia». No se trata aquí de seguir el vaivén diario entre violencia y represión sino de insistir sobre el vínculo entre esta violencia y la amenaza que representaba para una democracia frágil. Ante los ataques contra la violencia, la izquierda se había autolimitado, la consecuencia era el desencanto y una Constitución que no entusiasmaba a nadie. No le quitaba su papel esencial ya destacado antes: podía permitir dar paso a una verdadera democratización.171

El 25 de noviembre de 1978, en «La dramatización de las vísperas», cuando se iba acercando el referéndum, señalaba un intento de la extrema derecha, liderada por Blas Piñar, de repetir la primavera de 1936. Recordaba los enfrentamientos históricos —sin resolver— entre liberales y absolutistas y que la República había sido una ruptura —no era el caso de la reforma de 1978— con tensiones y enfrentamientos violentos característicos de los años treinta: «[…] quema de conventos, Castilblanco, la sublevación del 10 de agosto, Casas Viejas, el movimiento anarquista de diciembre de 1933, el movimiento de octubre de 1934 en Asturias y en Barcelona, el Frente Popular y toda una ola de asesinatos de todas clases, de los que son simbólicos el del teniente Castillo y el de Calvo Sotelo». Además, la situación de hambre y pobreza tenía poco que ver con la España presente sin olvidar la situación europea de los años treinta, con los dos bloques, comunista y fascista.

Conforme se iba acercando la promulgación, la sombra del golpe pesaba más, Haro citaba a personalidades como José María de Arielza —que situaba entre la derecha democrática—, quien, en un artículo de ABC del 19 de octubre de 1978, recordaba lo que pasaba cuando la paciencia se agotaba, como en 1868 y 1874 cuando el general Pavía había puesto fin a la Primera República.172 En el mismo artículo Fraga Iribarne acudía a 1936 y 1898 para dramatizar más, pero era una clara instrumentalización. Según el informe del teniente general Gutiérrez-Mellado, ministro de Defensa, un golpe militar parecía poco probable. Los otros países europeos no lo aceptarían y no le venía bien a Estados Unidos. España no podía actuar como si estuviera sola, lo que no impedía que la sombra del golpe determinara la vida política.173

Después de la promulgación de la Constitución, con las Cortes disueltas y un Gobierno que se suponía provisional, el futuro seguía inseguro, con el temor al ruido de sables, que no cesaba desde la muerte de Franco,174 como indicaba en el artículo del 13 de enero de 1979 «La sombra del golpe».

El 2 de junio 1979, un artículo de dos páginas sin firma (págs. 14-15) titulado «La pesadilla/ Asalto a la democracia», acompañado de una fotografía del entierro de militares asesinados, condenaba los gritos al Gobierno, pero advertía del riesgo de dejar pudrir la situación. Precedía el artículo de Haro Tecglen «Defensa de la democracia» (págs. 16-17), que establecía de nuevo el vínculo entre terrorismo y ataques a la democracia. La bomba que había estallado en una cafetería de la calle Goya, cuando el país contaba ya unos 16 muertos desde el día precedente, había coincidido con un debate en televisión entre varios políticos, entre ellos Gil Robles y Santiago Carrillo, que se enteraron de lo que pasaba sin poder comentarlo en directo. El día antes «los bárbaros habían asesinado a cuatro militares enterrados con gritos de acusación al Gobierno y a la prensa», unas reacciones que contrastaban con el respeto mutuo que se mostraban los dos supervivientes de la guerra. Haro Tecglen lamentaba que no hablaran de la actualidad cuando era la oportunidad de desdramatizar este asalto a la democracia: ¿por rigidez?, ¿por miedo? Discrepaba de la visión del periodista Manuel Jiménez de Parga, que participaba en el debate, presentando a España como «una democracia en un país donde los ciudadanos no son demócratas»; para él lo que estaba pasando probaba lo contrario: «Un país de demócratas sin suficiente democracia estaba siendo agredido por las bombas, los gritos, los insultos de los enemigos de la democracia». Este asalto a la democracia por unas personas que se reivindicaban de izquierda provocaba reacciones contra ella, como los asaltos a los locales del PCE y de la CNT en Madrid. El título que elegía la semana siguiente, el 9 de junio, «La guerra civil fría», resumía una situación resultado de estas políticas de «borde del abismo» que ya había denunciado: «Hay puntos y episodios candentes —asesinatos, bombas— hay un lenguaje de guerra fría: incitaciones a la rebelión, ataques furiosos a figuras del Estado y a políticos». El 2 de septiembre de 1978, cuando se iba acercando el referéndum para la aprobación del Proyecto de Constitución que se celebraría el 6 de diciembre, el corto editorial al inicio de la revista se titulaba «Lunes de terror/ El país defenderá la democracia» después de una serie de asesinatos en tres puntos clave de la península que representaban las nacionalidades históricas y cuyas víctimas eran las fuerzas de orden público. El artículo de Haro, «El futuro inmediato», insistía sobre las consecuencias del terrorismo, que, en todas partes, suele favorecer el acercamiento de la población al poder establecido sobre todo si este es centrista: «Dicho de otra forma, el terrorismo cuando no produce el golpe de Estado o la revolución —términos los dos que parecen, por el momento, fuera del futuro político inmediato— fortalece al Gobierno. Si no consiguen desestabilizar, estabilizan». Definía bastante bien el papel —peligroso— que desempeñaba el terrorismo al ocultar lo más grave, que, para él, era la situación económica y social con el aumento del paro, que hacía temer un «otoño caliente», lo que desarrollaba en el número siguiente, el 9, en «La tormenta de septiembre».

La derecha recuperaba cualquier forma de violencia para arremeter contra la precaria democratización. El 16 de septiembre de 1978, Haro denunciaba «una campaña de política de borde del abismo» después de reproducir las palabras amenazadoras de Fraga Iribarne: «la dictadura y la guerra civil vendrán si seguimos con un Gobierno que no gobierna». Advertía de que la impresión de fuerza que quería dar la derecha de Fraga no correspondía con la voluntad de las urnas —en las elecciones de 1977, su partido, Alianza Popular, solo había conseguido 16 escaños, y la Unión de Centro Democrático (UCD), 165— y él tampoco había logrado poner un punto final a la violencia que culminó en etapas claves antes de la promulgación de la Constitución y en la víspera de elecciones.

La violencia de ETA tomó el relevo en julio de 1979 en las zonas turísticas cuando se iniciaba la temporada. Haro recordaba que, en las regiones más deprimidas del país como Andalucía, familias enteras dependían del turismo para vivir y era la primera fuente de divisas a nivel nacional.175 Una crisis sería fatal en una economía ya débil. En este caso la repulsa general a los atentados condujo a la organización a una autocrítica en una conferencia que convocó mostrando que ella decidía…176 Los atentados volvieron a arremeter para impedir el referéndum para el Estatuto del País Vasco, con el asesinato del gobernador militar de Guipúzcoa después de la de un comandante y un general en Bilbao la semana anterior.177 Citaba las declaraciones en ABC del teniente general Milans del Bosch —anunciadoras de su papel en el 23F— que retenía de la «transición»: «terrorismo, inseguridad, inflación, crisis económica, paro, pornografía, sobre todo, crisis de autoridad». Otras citas de militares iban en el mismo sentido. Las tensiones se fueron transformando de nuevo en un miedo creciente a un golpe de Estado, lo que impedía actuar con normalidad, lamentaba la lentitud del Gobierno ya que solo una respuesta enérgica podía restablecer la confianza.178

El desencanto hacia la democracia —resultado del desfase entre el ideal y sus aplicaciones— y la violencia que acompañó los primeros años de la transición no fueron una exclusiva de España, pero el factor agravante —según Haro Tecglen— era el pasado, en un país de intolerantes y fanáticos y de una guerra civil que no había terminado, en el que cada día algunos pedían la vuelta a la España de los vencedores.179 Destacaba cómo la amenaza terrorista pesaba sobre la vida política: grupos extremistas e independentistas al lado de otra violencia como la represión y la amenaza de golpe.

En la última etapa de Triunfo, los artículos de Haro Tecglen no desempeñaron el papel parecido a un editorial que tuvieron antes, son más largos y proponen una reflexión más allá de las fronteras del país, primeros síntomas de una mundialización que obliga a pensar globalmente y señal de que la democracia ya era una realidad. En abril de 1981, en un dosier «Hace 50 años/ Tres días de abril» dedicado a la Segunda República y al triunfo electoral de 1931 —fecha consensual como 1789 en Francia— participaba con un artículo titulado «Mito y realidad de la II República» rehabilitando la imagen de un régimen que muchos habían criticado para legitimar el franquismo: «[…] Incluso puede verse que lo que hay hoy de espíritu democrático procede, todavía, de esta república tan mal tratada». Una república burguesa con sus limitaciones, pero que no solo se preocupó de democracia política sino de justicia social atacándose a las estructuras y al Ejército y a la Iglesia. El 18 de julio impidió que siguiera adelante en los cambios.

La desaparición de Triunfo coincide con la etapa decisiva abierta por la victoria socialista en Andalucía, que anunciaba la alternancia y la victoria de la democracia. Haro Tecglen anunciaba el 1.° de junio de 1982: «Tras las elecciones andaluzas, el fin de la transición». La nueva situación iba a obligar a UCD a clarificar su postura y al PSOE a olvidarse de pactos y consensos. Si no se podía descartar un golpe, le parecía hora de dejar de hacer política olvidando esta amenaza real o exagerada que ha contribuido al déficit democrático inicial.

NOTAS

105 Se trata de una selección, al ser imposible analizar en este marco todas las ocurrencias de estas palabras en un período en el que todo se lee en clave de democratización o no.

106 http://www.triunfodigital.com/. Además de la versión digitalizada, se puede consultar el texto de las jornadas del 26-27 de octubre de 1992 en la Casa de Velázquez de Madrid en las que participaron la mayor parte de sus colaboradores: A. Alted y P. Aubert (eds.), Triunfo en su época, Madrid, Ecole des Hautes Etudes Hispaniques/Casa de Velázquez/Ediciones Pléyades, 1995.

107 Véase M. Carrillo López, «El marco jurídico-político de la libertad de prensa en la transición a la democracia en España (1975-1978)», Historia Constitucional, núm. 2, 2001, consultado el 15/1/2016: http://www.historiaconstitucional.com/index.php/historiaconstitucional/article/view/119

108 htp://www.triunfodigital.com/resbcombinada.php?autor=Haro%20Tecglen,%20Eduardo,%201924-2005&inicio=0&paso=10&orden=Titulo.

Haro Tecglen fue también director de la revista Tiempo de Historia (1974-1982) con «temas muy unidos a la misma esencia de la revista: la II República y la Guerra Civil», según José Angel Ezcurra: http://www.tiempodehistoriadigital.com/

109 E. Haro Tecglen, «Triunfo: nacimiento y muerte», en A. Alted y P. Aubert (eds.), Triunfo en su época, ob. cit., págs. 54-57 y 317-360.

110 J. Á. Ezcurra, «Apuntes para una historia» y «Crónica de un empeño dificultoso», ob. cit., págs. 43-54 y 365-690.

111 S. Baby, «Volver sobre la Inmaculada transición», en M.-C. Chaput y J. Pérez Serrano (eds.), La transición española. Nuevos enfoques para un viejo debate, Madrid, Biblioteca Nueva, 2015, págs. 75-94 y Le mythe de la transition pacifique. Violence et politique en Espagne (1975-1982), Madrid, Casa de Velázquez, 2012.

112 P. Rosanvallon, La contre-démocratie, la politique à l’âge de la défiance, París, Seuil, 2006. J. Vidal-Beneyto, La corrupción de la democracia, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2010.

113 «Las reglas del juego», 28/08/1976.

114 M.-C. Chaput, «La presse espagnole et la révolution des Œillets», «Mémoires d’avril: 1974-2004, trente ans de la révolution des Œillets au Portugal», Matériaux pour l’histoire de notre temps, Nanterre, BDIC, 2005, vol. 80, núm. 1, págs. 39-47. http://www.persee.fr/doc/mat_0769-3206_2005_num_80_1_1064 (consultado el 15/01/2016).

115 «Portugal, Grecia y la democracia», 8/03/1975.

116 A. Moreno Juste, «Las relaciones España-Europa en el siglo XX. Notas para una interpretación», Cuadernos de historia contemporánea, núm. 22, 2000, págs. 95-134: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=123038 (consultado el 15/01/2016).

117 «El fin del dogma de la dictadura del proletariado», 14/02/1976.

118 «Imagen y captación de votos», 26/02/1976.

119 «Antidemocracia», 10/05/1976.

120 «El Jefe del Estado y el pacto político», 12/06/1976. Remito a mi artículo: «Relectures de la Seconde République dans Triunfo et Cuadernos para el diálogo», en Matériaux pour l’histoire de notre temps, núm. 70, 2003, «Espagne: la mémoire retrouvée (1975-2002)», D. Rozenberg (coord.), págs. 20-26. http://www.persee.fr/doc/mat_0769-3206_2003_num_70_1_402448 (consultado el 15/01/2016).

121 «La caída de la República», 23/12/1978.

122 «Cien días, cien incógnitas», 23/10/1976.

123 «Una salida y no una solución», 10/07/1976. Entre las numerosas biografías de Suárez: J.-F. Fuentes, Adolfo Suárez: Biografía política, Barcelona, Planeta, 2011.

124 «Crece la impaciencia», 4/09/1976.

125 «Los falsos errores», 30/10/1976.

126 «Tolerancia y negociación», 4/12/1976.

127 «Hacia la democracia vigilada», 11/12/1976.

128 «Drama y democracia», 18/12/1976.

129 Esta incertidumbre sobre la ideología de este grupo aparecido públicamente en octubre de 1975 persistió, como se puede ver en: «Dos atentados terroristas en Madrid y Barcelona/ La oscura ideología de los GRAPO», El País, 5/05/1981.

130 «El poder del 2,6%», 25/12/1976.

131 «Justicia y democracia», 8/01/1977.

132 «La busca del poder», 15/01/1977.

133 «Inseguridad e inestabilidad», 22/01/1977.

134 «Un alto en el camino», 12/03/1977.

135 «La legalización», 16/04/1977.

136 «Unas elecciones positivas», 18/06/1977.

137 «Las condiciones de la democracia parlamentaria», 25/06/1977.

138 «La rigidez del sistema», 20/08/1977.

139 «Política sin tono y sin identidad», 19/11/1977.

140 «La debilidad de la Constitución», 3/12/1977.

141 «La importancia de un pleno», 24/09/1977.

142 «El partido del poder cabalga», 18/02/1978.

143 «La crisis que no cesa», 11/03/1978.

144 «La Constitución y el compromiso», 15/05/1978.

145 Remito a mi artículo: «Las elecciones de 1977: mitologías y sombras», en M.-C. Chaput y J. Pérez Serrano (eds.), La transición española. Nuevos enfoques…, ob. cit., págs. 39-52.

146 «Un año gastado», 10/06/1978.

147 «Condenados a Suárez», 6/01/1979.

148 «El voto de la Iglesia», 17/02/1979.

149 «La Constitución empieza ahora», 16/06/1979.

150 «La cultura de la izquierda», 26/05/1979.

151 «La democracia española y la guerra fría», 12/01/1980.

152 «España en la guerra fría», 19/01/1980.

153 «Crítica a la crítica del desencanto», 2/02/1980.

154 «Crónica política, Crónica negra», 23/02/1980.

155 M.-C. Chaput y J. Jurado, «El crimen de Cuenca y Rocío o los límites de la libertad», Monográfico: «Sociedad e historia en el cine de la transición», en J. L. Sánchez Noriega (ed.), Área abierta, vol. 15, núm. 3, 2015, págs. 3-17. Consultable en: https://revistas.ucm.es/index.php/ARAB/article/view/48619

156 «La degradación del espíritu cívico», 1/03/1980.

157 «El fin de lo político: la era de los simulacros», 1/05/1982, págs. 8-13.

158 «El miedo y el odio», 4/06/1977.

159 «Por una política sin truculencias», 1/01/1977.

160 Véase también: «Inseguridad e inestabilidad», 22/01/1977.

161 Además de numerosos artículos sobre el tema y tesis doctorales sobre la violencia, se ha publicado: Horacio Roldán Barbero, Los GRAPO: un estudio criminológico, Granada, Comares, 2016.

162 «La busca del poder», 15/01/1977.

163 «La solución es política», 5/02/1977.

164 «Un gobierno vulnerado», 12/02/1977.

165 «El miedo al golpe», 10/09/1977.

166 Véase J. Pérez Serrano, «Estrategias de la izquierda radical en el segundo franquismo y la transición (1956-1982)», en M.-C. Chaput y J. Pérez Serrano (eds.), La transición española. Nuevos enfoques para un viejo debate, ob. cit., págs. 85-126.

167 «Los cañones de Fraga», 23/04/1977.

168 «Los últimos dinosaurios», 21/05/1977.

169 Implicado en el fallido golpe del 23F. Véase «El diario El Alcázar, investigado como posible soporte de ideas sediciosas», El País, 1/03/1981.

170 «Objetivo: llegar a las elecciones», 28/05/1977.

171 «Referéndum y elecciones», 5/08/1978.

172 El general Pavía republicano y progresista se oponía a una República federal.

173 «La sombra de Pavía (Perspectivas del golpe de Estado)», 11/11/1978.

174 B. Frieyro de Lara, «Las fuerzas armadas españolas en la transición a la democracia», Revista de Historia Actual, RHA, vol. 4, núm. 4, 2006, págs. 173-183.

175 «El desafío al turismo», 7/07/1979.

176 «El optimismo de agosto», 11/08/1979.

177 «La provocación terrorista/ Voces militares», 29/09/1979.

178 «La amenaza del golpe», 6/10/1979.

179 «La democracia a la intemperie», 22/12/1979.

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