Читать книгу Comprendiendo las parábolas de Jesús - Klyne Snodgrass - Страница 15
¿Cómo se deben interpretar las parábolas?
ОглавлениеAlgunos dicen que las parábolas no necesitan o no se pueden interpretar.112 Estas mismas personas, por supuesto, escriben libros que explican las parábolas. Jülicher arguyó que las parábolas no necesitan interpretación porque usan lenguaje literal113 y dicen lo que significan. Pero ninguna comunicación es de interpretación propia, y los comentarios de Jülicher son, a lo más, una exageración. Aquellos que arguyen que las parábolas no se pueden interpretar las consideran a veces como “eventos del lenguaje”114 y fueron impresionados por métodos modernos centrados en el lector. Es válido enfocarse en las parábolas como eventos del lenguaje que crean nuevas situaciones, y es cierto que las parábolas no se resumen a significado y se deben experimentar. No pueden ser abstractas y luego de conocer el significado, rechazarlas. Sin embargo, nadie que explique las parábolas quiere dejarlas. Más bien procuramos hacerla plenamente efectiva. R. Stein señala que todo lenguaje tiene ambas dimensiones tanto de referencia como de comisión/afectiva.115 Todo lenguaje, incluido las parábolas, debe ser interpretado, y los aspectos de referencia de las parábolas especialmente se pueden explicar de otras formas, pero los aspectos afectivos, aunque se puedan describir, es necesario que se los experimente.116
La principal actitud en la interpretación es la buena disposición de escuchar y responder apropiadamente, un punto explícito en la parábola del sembrador, pero incluso la buena disposición de escuchar no garantiza ecuanimidad ni consideración correcta. Soy el primero en decir que es difícil tener objetividad cuando se interpretan las parábolas. Ellas no son listas de información; son historias, pero quizás no sean las historias que suponemos. Se debe tratar a cada parábola conforme a sus propios méritos, y no tener una idea preconcebida cómo debe ser y qué desempeño tener. Las historias crean mundos. Al leer una historia, al menos temporalmente, habitamos ese mundo. Si ponemos mucho de nosotros mismos en ese mundo, reformamos y cambiamos su panorama. Y si hacemos eso, creamos un mundo diferente que describe la historia. Además, las parábolas reflejan piezas de la realidad y a veces también la vida y la historia del oyente. Puede tener una trama que ya hayamos vivido. Ellas revelan y llaman para que acojamos la trama a fin de que participemos en ella (o, si es negativa, para que escojamos otra trama). Pide que no seamos objetivos y distantes sino que personifiquemos la intención de la parábola.
Después de este énfasis respecto de la función de percibir, debemos afirmar el hecho obvio que todas las prácticas regulares para la buena interpretación de los textos entran en vigor cuando se interpreta las parábolas:
Analice a fondo cada parábola. Para afirmar lo obvio, si la parábola aparece en más de un Evangelio, haga un análisis comparativo de las diferentes narrativas. Preste particular atención a la estructura de la parábola y al desarrollo de la idea. Examine la simetría o el paralelismo entre los diversículos componentes.
Escuche la parábola sin suponer su forma o significado. No se debe tratar de forzar la simetría en la parábola o suponer que ésta se debe conformar a cierta teoría de parábolas o que debe enseñar una teología particular.
Recuerde que las parábolas de Jesús eran instrumentos verbales en una cultura mayormente oral. La mayoría de ellas habrían sido dichas muchas veces, en diversículos contextos, y con pocas o ninguna variación. Todos admiten esto, pero pocos le hacen justicia. Las parábolas posiblemente tenían una construcción con características, temas y formatos similares. Y es posible también que se las repetía frecuentemente entre los cristianos, con nuevas variaciones. Por tanto, cualquier intento de reconstruir la versión original de una parábola es desacertado. Cualquier idea de dependencia literaria incondicional como la única forma de suponer la relación entre los evangelios sinópticos es falsa.117 Por ejemplo, es difícil creer que la primera vez que Mateo leyó la parábola del sembrador fue en el evangelio de Marcos, si es que usó Marcos.
Si buscamos la intención de Jesús, debemos tratar de oír una parábola como un oyente palestino de Jesús.118Cualquier interpretación que no sea del ambiente del primer siglo no puede ser correcta. Esto requiere que oigamos en un contexto diferente del nuestro y supone cierta familiaridad con ese contexto. No podemos ser arcaicos, pero podemos ser muy sensibles con la cultura bíblica para entender lo que leemos. Por este motivo, el análisis de cada parábola en este libro incluirá el tratamiento de factores culturales pertinentes para entenderla. Especialmente importante serán las ideas y las metáforas del Antiguo Testamento y la vida religiosa judía. Jesús no fue el primer judío que relató parábolas. Él pudo haber sacado de una fuente común de parábolas que usaban los maestros judíos. Aunque hay problemas significativos en usar materiales rabínicos, las parábolas rabínicas pueden proveer tanto el conocimiento cultural como la comprensión del funcionamiento de las parábolas (véase el capítulo siguiente).
Nótese cómo cada parábola y su forma de redacción es afín con el propósito y plan de cada evangelista. Esto incluirá la búsqueda de ayuda en el contexto que aparece la parábola, y el reconocimiento de que no se ha preservado el contexto específico de muchas de las parábolas. Ellas son historias utilizadas dos veces, una vez por Jesús y otra por los evangelistas. Historias incluidas en narrativas mayores, parábolas tejidas en las narrativas evangélicas. Las narrativas proveen un campo interpretativo en el cual la parábola como la narrativa mayor se iluminan mutuamente.119 Se recuerdan las parábolas por su relevancia para entender la historia mayor. Debemos leerlas en doble dimensión, por la intención de Jesús y la de los evangelistas. Estos propósitos no son idénticos, pero si no se los coordina o que al menos sean compatibles, no tenemos esperanza de entender a Jesús.
Tales prácticas se dan por sentado y se aplican a cualquier texto en los evangelios, pero las normas específicas para las parábolas son más instructivas y más críticas:
Determine específicamente la función de la historia en la enseñanza de Jesús. Este es uno de los puntos cruciales del asunto, y es necesario que tratemos algunos asuntos. Empiezo con la frase “en la enseñanza de Jesús”, el contexto de las parábolas. Si sacamos las parábolas del contexto de la enseñanza de Jesús, podemos hacer que ellas signifiquen cualquier cosa, que es precisamente lo que ha pasado con varios estudios.120Aunque no se ha preservado el contexto específico de muchas parábolas, sí se ha preservado el contexto general en la enseñanza de Jesús. Creo que debemos insistir en el contexto general de Jesús, no en el pensamiento existencial, ni en la situación de los pobres, aunque me cause mucho dolor esta tragedia, ni la psicología de Freud, o cualquiera de otros muchos contextos en que se ha puesto las parábolas de Jesús. El contexto es factor determinante de significado, en realidad es el único que determina el significado, porque las palabras por sí mismas solamente tienen probables significados aparte de su contexto. Si la meta es oír la voz de Jesús, ningún otro contexto podrá funcionar. Si ponemos las parábolas en contextos de nuestra elección, la apartamos del propósito comunicativo de Jesús. Si no podemos confiar en el contexto general de las parábolas de Jesús, entonces no habría esperanza de entenderlas.
Debemos interpretar cada parábola como un todo para determinar cómo funciona la analogía. Si el significado es la determinación de, y el valor otorgado a, un conjunto de relaciones,121 las parábolas proveen una imagen que permite, y a veces fuerza, un entendimiento de las relaciones en cuestión, o sea, las relaciones de Jesús y sus contemporáneos con Dios y los propósitos divinos. A través de esas relaciones comprendemos las realidades relativas a nuestra relación con Dios y sus propósitos. El asunto crucial es cuánto de la parábola es pertinente. Puede que haya más de un clímax y más de un punto de comparación. Los límites de Jülicher no funcionan.122
Sin embargo, el reconocimiento de múltiples características relevantes no es una licencia para alegorizar. Hay que dejar de buscar consonancias alegóricas. El asunto en la interpretación de las parábolas no es responder a las preguntas, “¿qué simboliza este elemento?” o “¿cuántas concordancias hay aquí?”, aunque haya consonancias y se las puedan identificar. Tratar de encontrar las concordancias con algunas parábolas sería un fracaso (p.ej., el mayordomo infiel en Lc 16.1-9).123 La única razón de identificar las concordancias es para saber a qué se refiere la analogía. Sin embargo, las parábolas no son analogías donde la interpretación de una sirva para todas. Ellas reflejan parcialmente realidades verdaderas, con el propósito de que las personas piensen y cuestionen y con frecuencia emplean hipérboles, sorpresas y no tienen precisión.124 Puede que el asunto de la parábola lleve a un propósito, que no sea precisamente reflejar realidades teológicas sino que fuerza a la reflexión y el análisis. Por ejemplo, Dios no tiene verdugos (Mt 18.34), ni debemos suponer que Dios es duro y recoge donde no esparció (Mt 25.24 / Lc 19.21). Ambas afirmaciones sirven como advertencias hiperbólicas. Algunas veces hay disparidad entre la parábola y la realidad, con las parábolas de Jesús y con las de los rabinos.Algunas veces la realidad se oculta tras la parábola, y a veces la realidad parece estar casi al frente de la parábola. Se debe esperar tales diferencias. Puede que las concordancias combinen exactamente, o pueden ser parte del misterio de la parábola para hacernos buscar y encontrar la verdad. En la parábola de Natán a David, el rico corresponde a David, el pobre a Urías, y la oveja a Betsabé, pero el que muere es Urías, y no Betsabé.125
Las analogías tienen concordancias por necesidad. La comprensión de las parábolas resulta usualmente de condiciones obvias en la analogía o por captar una revelación de una afirmación (como la de Natán: “¡Tú eres aquel hombre!”), y no por deducir las concordancias. Cuanto más procure deducir las concordancias, más probable es que no capte la fuerza de la parábola. El poder de una parábola está en el momento que las situaciones obvias de la analogía o la comprensión de ella produce una transferencia. Es en ese momento que las concordancias son obvias. David no dedujo las coincidencias con la parábola de Natán sino hasta que éste forzó la comprensión. Lo mismo sucede aun con parábolas que no son jurídicas o las que no tienen explicaciones explícitas.
Las parábolas tienen correspondencias, pero igualmente tienen muchas otras cosas. De igual forma tienen características con significados, aunque no “representen algo en particular”. Los cerdos en la parábola del hijo pródigo no indican un “asunto” en la vida, pero se los menciona para expresar la baja condición del pródigo. Algunas características de una parábola, debido a las asociaciones metafóricas comunes, activan efectos que pueden clarificar o encubrir, según el propósito de la narrativa. Las parábolas sobre viñedos aumenta la expectativa de que el tema es Dios y su pueblo, pero el resultado con frecuencia es diferente de lo que se espera.
John Sider acertadamente afirma que la habilidad para determinar un significado simbólico en las parábolas es la perspicacia que va más allá de las reglas, pero también ofrece criterios para tomar decisiones respecto del significado de las características en las parábolas. Sin embargo, una discusión de tales criterios se aplica en la mayoría de los casos solamente a las parábolas de narrativa de doble directa, y no a las similitudes, parábolas interrogativas y parábolas indirectas simples. Los criterios de Sider son:126
El criterio de la proporción: Por lo general, cuanto más central es una característica, más probable es que sea simbólica; mientras más marginal, menos probable es que sea simbólica.
El criterio de la similitud: Si el criterio de la disparidad busca lo que es único de Jesús, el criterio de la similitud centra en las posibilidades simbólicas que no se pueden negar fácilmente que pertenecen a Jesús porque son muy características de su mensaje.
El criterio de la indispensabilidad: ¿Se requiere tal elemento para que la narrativa funcione, o es simplemente “parte de la maquinaria” de la historia? ¿Es el elemento muy central o inusual que debe tener significado simbólico?
El criterio de la analogía: El conocimiento de un detalle de la analogía ayuda a la comprensión de otros elementos de la analogía. Si la Última Cena es escatológica, la coherencia de la imagen da noción sobre la identidad de los personajes de la historia.
Solamente advierto que se puede abusar de estos criterios fácilmente. Para determinar cómo funciona una analogía no es cuestión de seguir algunas fórmulas o una lista de reglas. Requiere entendimiento e intuición para discernir cómo funciona el lenguaje en un contexto determinado, o sea, cómo las parábolas transmiten el significado al conjunto de relaciones que se describen. No creo que podamos afirmar, como C. Blomberg, que una parábola tiene un asunto por cada personaje.127 Más bien, se debe permitir que cada parábola funcione a voluntad y que exponga muchos puntos según se desee en su propio contexto.
Constantemente encontraremos la interrogante de cuántos detalles de una parábola tiene significado metafórico. La clave es saber cuándo dejar de interpretar. Con la metáfora, la interpretación de la parábola es entender los límites y el significado de la analogía. Wendell Berry comenta respecto de la metáfora: “Pero la legitimidad de una metáfora depende de nuestro entendimiento de sus límites…. Cuando se construye una metáfora como una ecuación, está fuera de control; cuando se construye como una identidad, es absurda.”128 Este es precisamente el caso con las parábolas, pero los intérpretes quieren que sean semejanzas teológicas; imágenes teológicas completas. Vez tras vez se ha forzado a las parábolas a tratar ideas que nos les competen, o se las critica porque no las tratan. Ninguna parábola trata todo, ni siquiera completamente un tema específico. Esta indiferencia por los límites de la analogía, irreversiblemente conduce al fracaso del entendimiento. Las parábolas no tienen signos de equidad que las hacen idénticas a la realidad que reflejan. Las parábolas solo parcialmente tienen puntos en común con las realidades que pretenden revelar.
Debemos hacer justicia a las fortalezas y a las limitaciones de las metáforas y las parábolas.129 Las metáforas transmiten imágenes que el leguaje abstracto no puede igualar. Por su fuerza, con frecuencia se las usa para hipérbole. No son invitaciones para que pensemos todos los significados posibles que se pueden aplicar (como es el caso con la frase “Vosotros sois la sal de la tierra”). Son invitaciones para entenderlas dentro de su conjunto de relaciones. Algunas ideas metafóricas están en el centro mismo de las parábolas (como la relación entre el señor y el siervo); otras son periféricas y se las emplea como efecto en vez de transmitir información teológica específica. Por ejemplo, no debemos pensar que, en el Reino, los cristianos literalmente recibirán un lugar de autoridad sobre ciudades (Lc 19.17 y 19) o que Dios divide en grupos las personas (Mt 24.51/ Lc 12.46).
Determinar la función de las parábolas también implica percibir que las introducciones como “El Reino es como un hombre” (o una mujer o un grano, y otros) en realidad no compara el Reino con los personajes u objetos, sino con todo el proceso de la narrativa. De modo que el Reino no se compara con el grano de mostaza sino con todo el proceso de esta “semilla más pequeña” que, sembrada, crece, y se hace la mayor de las hortalizas. Veremos una y otra vez que la observación está en todo el proceso de la narrativa, y no solamente en el primer asunto que se menciona.130
En resumen, algunas parábolas resaltan un punto y otras parábolas varios puntos. Un método formulista para la interpretación de parábolas, así como para todos los estudios bíblicos, simplemente no funciona. Uno debe discernir del contexto mismo la intención de la analogía.
Interprete lo que se da, no lo que se omite. Cualquier intento de interpretar una parábola con base en lo que se omite es incorrecto. Todas las parábolas, como todo material escrito, tienen discontinuidades; también hay omisiones que el autor decide hacer sin que se pierda el entendimiento de la narrativa. Cuanto más se considere lo que se omite en la parábola, mayor será la equivocación, a menos que haya evidencia de que es propósito del autor sacar una conclusión del material ausente. Nótese la omisión entre Lucas 15.21 y 22. El padre corrió a encontrarse con el hijo y, luego del reconocimiento del hijo, dio orden a los siervos. ¿Corrieron los siervos con el padre, o fue la orden del padre antes de que regresara con su hijo a la casa? Desde la perspectiva del relator, este detalle no tiene importancia; atender este tipo de detalle sería vano y disminuiría el drama. Lo importante es el encuentro y la orden del padre de empezar la celebración.
No imponga tiempo real en el tiempo de la parábola. El tiempo en la narrativa de las parábolas no es una cronología real, y esforzarse porque así sea resultará en una distorsión. Note la parábola de la fiesta de bodas en Mateo 22.1-14 o de la gran cena en Lucas 14.15-24. La primera tiene una extensa cronología que permite una guerra durante la fiesta, aparentemente sin que la comida se enfríe, mientras que la segunda tiene una cronología que se omite, en la que se supone que el siervo sale, cumple la orden y regresa. El intento de poner una cronología real en Jesús o la misión de la iglesia en cualquiera de estas parábolas crea grandes problemas, por ejemplo cuando se sugiere que la invitación a los marginados sólo ocurre después que los pudientes rechazaran la invitación.131 Además, no hay “tiempo lógico” que se extienda más allá del tiempo narrativo de la parábola. Cuando la parábola termina, el tiempo narrativo también concluye. De modo que preguntar sobre eventos fuera del tiempo de la narrativa, como querer saber qué hizo el mercader de perlas después de haber vendido todo lo que tenía y comprar la perla,132 anula la parábola y señala una incomprensión de cómo funcionan las analogías y las parábolas.
Preste particular atención a la regla del énfasis final. Algunas parábolas tienen material decisivo que se propaga en toda la parábola, como sucede con la del sembrador y los labradores malvados. Incluso en estas parábolas el material más importante está al final. Algunas parábolas son tan breves que no tiene sentido mencionar la regla del énfasis final, aunque es una buena guía que se debe considerar. Para la mayoría de las parábolas, lo que está al final es el claro indicador de la intención. Más adelante se trata cómo esto tiene relación con las inquietudes críticas sobre la autenticidad de las conclusiones de las parábolas.
Note dónde las enseñanzas de las parábolas se cruzan con la enseñanza de Jesús en otros lugares. Esta regla sumamente importante es simplemente una variación del criterio de atestación múltiple y coherencia, pero ayudará a prevenir errores de interpretación. Si uno no puede validar la enseñanza que supone hay en la parábola de materiales no parabólicos en otros lugares de los evangelios, lo más probable es que esté equivocado.133 Algunos aspectos de la enseñanza de Jesús no aparecen en las parábolas. Ellas no tratan de guardar el sábado, la ley sobre los alimentos, los milagros, los exorcismos, el sufrimiento que los discípulos puedan esperar,134 la cruz (aunque esto se puede observar en la parábola de los labradores malvados), o la resurrección. Las parábolas no muestran la enseñanza de Jesús sobre la venganza, el divorcio, los juramentos, o la fe (por lo menos en forma directa), pero parece que todos los temas que se tratan en las parábolas, en alguna medida, se tratan también en los materiales no parabólicos.
Determine el propósito teológico y el significado de la parábola. Esto no supone que las parábolas o metáforas se deban reducir a un discurso literal sin que haya pérdidas de contenido cognitivo o fuerza afectiva. Ella supone que la misma enseñanza se puede presentar en diversas formas y especialmente que las parábolas no son el centro de su propia narrativa. Se las narra para enseñar y convencer respecto de otra realidad más importante. Son de referencia, y no sirven si no determinamos a qué aluden, qué enseñan y qué debemos hacer con tal conocimiento. Aunque algunos han tratado de negar que las parábolas son de referencia, otros han tratado de limitar su relevancia teológica, afirmando a veces explícitamente que no podemos hacer teología de las parábolas,135 la cual si se toma de modo absoluto sería una conclusión intolerable. Las parábolas son una forma diferente de argumentos teológicos de las que encontramos en la epístola a los Romanos, pero son de igual relevancia teológica. Sin ellas, seríamos teológicamente faltos. He argüido contra la consideración de las parábolas como imágenes de líneas rectas de realidad teológica. Son reflejos de la realidad, con ángulos de diferentes grados, diseñadas con frecuencia para impresionar, cautivar y provocar una respuesta del oyente. Por ejemplo, la dureza de algunas parábolas de juicio (como Mt 18.34 o 24.51) para algunos es ofensiva y problemática, pero éstas no son descripciones realistas del juicio. Más bien, ellas advierten sobre la realidad y seriedad del juicio. De ningún modo las parábolas de Jesús revelan toda la teología cristiana. Sin la cruz y la resurrección, la teología cristiana no existiría. Sin embargo, las parábolas proveen material para una imagen poderosa y convincente de la enseñanza de Jesús sobre el reino, su comprensión de Dios, y el tipo de vida que se espera de sus discípulos, sea los del siglo primero o los del siglo presente. La teología de estas historias merece nuestra dedicación. Una cosa es preguntar qué significa dada característica en una parábola, como si tuviera que ser alegorizada, pero es muy diferente preguntar qué significan los elementos de la parábola para el narrador. Por ejemplo, el país lejano u otras características en la parábola del hijo pródigo no representan alguna realidad teológica, pero son relevantes para determinar si un elemento tiene importancia teológica. Eso se podrá determinar tanto de la totalidad de la parábola como de la enseñanza de Jesús.