Читать книгу La bordadora de sueños - Lía Villava - Страница 12
ОглавлениеSanta Tierra
Con el bordado en las manos, lleno de colores, Itzel le cuenta a su sobrina:
—Verás, Toñita, así como la tierra es buena y de sus entrañas sale lo necesario para la vida, hay que cuidarla para que no se enoje y se devore todo. Ella puede causar el susto y apoderarse de una parte del alma de las personas que caen al suelo. Si tropiezas, tendrás que decir esta oración: Santa Tierra y Mundo Santo, no te enojes con esta alma.
También hay que alimentarla, por eso llevamos carne a las cuevas, que son sus bocas, y si un animal o persona cae allí, se la lleva la Santa Tierra.
Cuando tus padres construyeron la casa le pidieron perdón a la tierra porque la iban a maltratar, sacrificaron cuatro gallinas con la intención de apaciguarla y para que la choza fuera sólida y no recibieran daño sus futuros habitantes.
Y la plegaria dice así:
«Señor de los Montes y de los Valles, espíritu de la selva, trátame bien. Te hago esta ofrenda para que sepas que voy a molestar tu corazón. Permítelo. Voy a mancillarte, a labrarte para poder vivir. No permitas que ningún animal me persiga, ni dejes que me caiga encima un árbol, o que me corte hacha o machete. Con todo mi corazón voy a labrarte».
Y como la tierra es muy trabajadora, tiene que descansar, por eso la noche se hizo, para que al no ver la luz del sol, su alma repose y se alimente de las estrellas.
Si te fijas bien, los animales que pasean en la oscuridad, casi no hacen ruido, por temor a despertarla. Ella nos arrulla desde su vientre y espera que sus hijos descansen también.
Así, al amanecer, los pájaros le cantan alegres, deseándole un buen día y los hombres salen de sus casas, sin hacerle ruido.
Por eso, a la noche hay que quererla mucho y hablarle bajito a su corazón, para vivir juntos en armonía.