Читать книгу La bordadora de sueños - Lía Villava - Страница 18

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La fotografía

María le toma el hombro a su madre para recordarle que cuenta con ella. Ayer la había vuelto a escuchar llorando encerrada en la habitación de costura.

Esa noche cuando María se fue a dormir, no pudo conciliar el sueño, sabía que muy probablemente tendría otro hermanito, ya eran seis y los dos últimos que habían perdido.

El verano anterior, cuando comenzaron los dolores del parto, la madre la mandó llamar y le dijo «no hay tiempo, pon agua a hervir y saca las sábanas de lino que están en la parte alta del ropero».

Ella le dijo con voz asustada «¿le aviso a mi padre?».

La madre contestó «Ni se te ocurra, que en estos menesteres no es nada bueno, haz lo que te digo».

Corrió a la cocina y sobre la gran estufa de leña puso una olla de agua a calentar.

Se apresuró al armario y dispuso las sábanas, corrió a la habitación y vio a su madre que sudaba y el gesto de dolor apenas le permitía dirigir a su hija mayor.

—Cierra la puerta, que no entren tus hermanos.

María obedecía como autómata a la adolorida voz.

—Escucha bien, hija: corta un tramo de tela, mójalo con agua fría del aguamiel y ponlo en mi sien.

María así lo hizo, corrió a la cocina y con cuidado llevó la batea con el agua hervida y cerró con cuidado la pesada llave.

Su madre comenzó a pujar, abrió las piernas y de pronto brotó un mar de sangre.

María, aterrada, sólo acertó a ponerle un pedazo de lienzo entre sus extremidades.

De pronto, la madre dejó de forcejear, perdió el conocimiento y María, sin saber de dónde le venían esos conocimientos, comenzó por apretarle el abdomen y hablarle con tranquilidad: «Madre, no se apure, que aquí estoy yo».

La bordadora de sueños

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