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capítulo III

De cómo gobernarse a sí mismo

No alabes al sabio, verás que el vulgo no rivalizará entre sí.

No valores las cosas difíciles de obtener, verás que nadie se entregará a la codicia.

No mires lo que provoca tu deseo, verás que tu mente no padecerá confusión.

Por eso, cuando el sabio gobierna, vacía la mente5 de los hombres y llena sus vientres.

Debilita su ambición y fortalece sus huesos.

El pueblo queda limpio: no conoce lo que es malo ni desea lo que es bueno.

Así se impide el triunfo del astuto.

El sabio gobierna sin acción; luego, nada queda sin ser

gobernado.

Comentario:

Cuando alabamos o admiramos a alguien lo hacemos pues creemos estar en un nivel inferior. Admirar etimológicamente significa mirar hacia arriba, el religioso alaba a su dios, el hombre alaba las cosas difíciles de obtener. Todas estas cosas son generadas por el deseo.

El taoísta recomienda no alabar pues esta actitud genera comparación “él es más y yo soy menos”, “él tiene más y yo menos”. Esto es una ficción de la razón, una construcción que potencia el sometimiento al deseo. éste jamás es saciado, es infinito, nada le alcanza, siempre quiere un poco más. Si, por ejemplo, el dinero fuera fácil de obtener, nadie mataría por él, no existiría la codicia.

Uno se está comparando perpetuamente a sí mismo con otro, con lo que uno no es, con lo que debería ser, con alguien que es “más afortunado”. Esta comparación es degradante, pervierte la propia perspectiva de la vida.

Nos han educado en la comparación. Toda nuestra educación se basa en eso, y del mismo modo nuestra cultura. En consecuencia, hay una perpetua lucha por ser otra cosa que lo que se es. La comprensión de lo que uno es potencia la creatividad y el pensamiento, pero la comparación genera ambición, competencia y crueldad.

El hombre siempre quiere sobresalir. Su ambición es tal que se olvida hasta de su propia naturaleza, de su propia vida. Desea tener y olvida ser. Por eso, dice Lao Tzu, el sabio se gobierna a sí mismo, deja de lado los deseos y disfruta del presente. No desea ni tener ni ser pues ya es. No hay deseo, no hay razón, sólo sensibilidad y pensamiento.

Al no tener deseos, el sabio gobierna y se gobierna sin tratar de imponer su punto de vista. No se cree superior ni lo es.

En un gobierno taoísta cada uno es conciente de su accionar: se trata de no hacer al otro lo que no me gustaría que me hagan a mí. Esta máxima la encontramos, bajo distintas formas en la mayoría de las religiones de oriente y occidente.

Cuando el pueblo no desea ni conoce, se ha gobernado a sí mismo, la sabiduría es total. Todos viven en armonía con la naturaleza y nada necesita ser gobernado.

5 Hemos traducido la palabra china hsin, cuyo significado etimológico es “corazón”, por “mente”. Atendemos con ello al hecho de que los chinos hacían del corazón la sede del pensamiento y el centro total del ser. La antítesis aparentemente brutal entre hsin (mente), chih (voluntad, ambición) y ku (huesos), se explica pensando que llenar el vientre y fortalecer los huesos corresponde a una necesidad natural de la vida, no así llenar la mente o la voluntad de vanos deseos y conocimientos.

Tao Te Ching - Anotado, comentado e ilustrado

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