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capítulo IV

Vaciar para llenar

El Tao es un recipiente hueco, difícil de colmar.

Lo usas, y nunca se llena.

Tan profundo e insondable es que parece anterior a todas las cosas.

Redondea los ángulos, desenreda las marañas, suaviza el

resplandor, se adapta al polvo.

Tan hondo parece, y sin embargo siempre está presente.

No se sabe de quién es hijo.

Parece anterior a los dioses.

Comentario:

La idea de vacío es fundamental en el pensamiento taoísta. Lao Tzu nos deja el siguiente aforismo:

Para conocimiento, agrega un poco cada día.

Para sabiduría, quita un poco cada día.

La sabiduría llega a partir del vacío, de la depuración. Muchas actitudes deben ser eliminadas de nuestra forma de vivir pues estorban y no permiten el ingreso de nuevas perspectivas. La mayoría de estas actitudes son incluso ajenas, no nos pertenecen. Las hemos incorporado a nuestro obrar diario bajo la forma de costumbres.

Supongamos que poseo un recipiente lleno de veneno líquido. Si agrego agua a ese recipiente éste rebalsará. Si quito un poco de veneno y agrego agua, la mezcla será intomable. Pero si vacío el recipiente, luego podré llenarlo con agua y beberlo tranquilamente. Quitando el veneno logro el vacío que me permite llenar mi recipiente con agua, con vida, con sabiduría. Si nos dedicamos solo a acumular veneno, entramos en el juego del deseo, la acumulación infinita y el envenenamiento.

Consideremos nuestra vida actual como un recipiente lleno que debe ser vaciado.

Seleccionando, quitando, dejando, soltando, tomamos cada vez más conciencia de la profundidad de nuestra vida. Al principio nos parece lejana e inalcanzable. Lao Tzu recuerda que esto es una ficción: la vida siempre está presente, está ahí, es lo más cercano, nos rodea en todo momento.

Cuando somos plenamente concientes de la vida que nos rodea, podemos llenar nuestro vacío recipiente con ella. Lo maravilloso, dice Lao Tzu, es que el recipiente nunca se llena... La vida es un recipiente inagotable e inabarcable de sabiduría. Cuando el vacío se expande también el recipiente cambia.

¿Qué tal si dejamos de llenar el recipiente y comenzamos a vaciarlo?

Chuang Tzu, el discípulo de Lao, nos ha dejado este hermoso texto:

Si un hombre está cruzando el río

y un bote vacío colisiona el suyo,

incluso aunque sea un hombre de mal genio,

no se encolerizará mucho.

Pero si ve a un hombre en el otro bote,

le gritará para evitar el choque.

Y si éste desoye sus advertencias, vociferará

una y otra vez, y empezará a maldecir.

Y todo porque hay alguien en ese bote.

Así pues, si ese bote hubiese estado vacío,

no hubiera gritado,

ni se hubiese encolerizado.

(...)

¿Quién puede librarse a sí mismo

de las metas y de la fama

y descender y perderse

entre las multitudes?

El que así lo haga fluirá, como el Tao, sin ser visto,

discurrirá como la vida misma

sin nombre y sin hogar.

Simple es, sin distinciones.

A los ojos de todos aparece como un tonto.

Sus pasos no dejan huella.

No tiene poder alguno.

No alcanza nada, no tiene fama.

Puesto que no juzga a nadie,

nadie le juzga.

Así es el hombre perfecto,

su bote está vacío.6


Lao Tzu, el maestro supremo. A su izquierda encontramos a Buda, a su derecha, a Confucio.

6 Osho, El bote vacío, Gulaab, España, 1998.

Tao Te Ching - Anotado, comentado e ilustrado

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