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5. LA CIVILIZACIÓN DE LA RE-LIGACIÓN

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¿Qué nombre daremos a la civilización que surja? Ensayamos una respuesta: será una civilización más sintonizada con la ley fundamental del universo que es la “panrelacionidad”, la sinergia y la complementariedad. Será la civilización de la re-ligación de todo con todo y de todos con todos.

¿Qué experiencia fontal hará que encontremos el eslabón re-ligador? Sin mayores especulaciones, lanzamos la hipótesis de que será una nueva experiencia de lo sagrado. Lo sagrado no es una cosa. Es la cualidad luminosa de las cosas. Se trata de una irradiación que emana de todo lo existente, de cada persona y del universo entero. Todo puede causar admiración y encantamiento. Todo puede contener un mensaje que debe ser descifrado. Todo puede ser portador de un misterio. El Misterio no es un enigma que, descifrado, desaparece. Misterio es la profundidad de cada realidad que, conocida, nos desafía a conocerla más y permanece siempre como misterio en el conocimiento. Misterio no es el límite del conocimiento, sino lo ilimitado del conocimiento. Ese conocimiento-misterio no es frío y formal. Está cargado de emoción, de significado y de valor. Por eso es un conocimiento cordial. Produce una experiencia interior llena de conmoción. La percepción de lo sagrado de las cosas es un dato original e irreductible.

La estructura de lo sagrado o de lo numinoso, como fue detectada por los estudiosos antiguos y modernos, se organiza alrededor de dos experiencias seminales: la de lo fascinosum (fascinante) y la de lo tremendum (temible). La realidad nos fascina como el Sol, nos atrae poderosamente y nos llena de entusiasmo. Pero, al mismo tiempo, suscita en nosotros el temor, huimos de él, pues, como el Sol, puede cegarnos y quemarnos. Cuando nos enfrentemos a la Suprema Realidad, esa experiencia irrumpe avasalladora, como lo atestiguan personas religiosas y místicas de todos los tiempos y lugares. Esta experiencia suscita un sentimiento profundo: de veneración, de encantamiento, de respeto y de reverencia.

Semejante sentimiento surge cuando contemplamos la Tierra desde el espacio exterior. Parece una bola de Navidad, azul-blanca, llena de vitalidad, colgada en el universo. Es nuestro planeta, el único que tenemos. Sentimos reverencia y temor por su encanto y por los riesgos que corre.

Estas actitudes son fundamentales, si queremos salvaguardar la vida y rescatar la dignidad de nuestra gran Madre, Pacha Mama2 y Gaia3, la Tierra. Sin cultivar la experiencia de lo sagrado, no lograremos poner límites a la voracidad depredadora del tipo de desarrollo dominante, ni salvar ecosistemas y especies vivas amenazadas de extinción.

Sin embargo, sólo nos abriremos a lo sagrado de la Tierra, del ser humano, del universo y de todo lo que en él se contiene, si antes creamos las precondiciones para su surgimiento. Y éste se encuentra en la dimensión del anima, de lo femenino, en el hombre y en la mujer, tan refrenada desde el neolítico y en la cultura técnico-científica de la modernidad.

Lo femenino, como veremos más detalladamente a lo largo de este libro, es la capacidad de captar totalidades articuladas, de tener entereza, de cultivar el mundo interior, de desarrollar niveles profundos de espiritualidad, de pensar por intermedio del cuerpo, de aprender en nuestra intimidad las resonancias del mundo exterior en símbolos y de arquetipos, de dar espacio a la ternura y al cuidado, de abrirnos al sentimiento, a la gratuidad y a la sensibilidad con el misterio de las personas, de la vida y del universo entero.

Es el esprit de finesse, propuesto por Blaise Pascal (16231662), que se distingue del esprit de géometrie. El espíritu de finura representa, en los hombres y en las mujeres, la dimensión de lo femenino, con las características indicadas arriba. Se completa con la dimensión de lo masculino, en las mujeres y en los hombres, que es el espíritu de geometría, la capacidad de ordenar, de racionalizar, de abrir caminos, de superar dificultades y de construir un proyecto de vida o de civilización. Ese espíritu de geometría creció en los últimos siglos mediante la aventura técnico-científica de la humanidad, reprimiendo lo femenino, en detrimento de una experiencia más global e integradora del ser humano.

Es importante, en esta ocasión de la historia, que recuperemos la dimensión de lo femenino, que nos abre a lo sagrado y a la veneración tan necesarios para que inauguremos una civilización de la re-ligación, del reencantamiento de la naturaleza y de la veneración del universo. Será seguramente la experiencia de lo sagrado y de lo numinoso lo que funcionará como eslabón articulador y como experiencia original de la nueva civilización naciente.

Cabe enfatizar: esta experiencia es antropológica. Está unida a la estructura básica del ser humano. Re-liga al ser humano constantemente con la Fuente original. No es monopolio de las religiones. De la re-ligación proviene la re-ligión.

Función primordial de la religión es re-ligar la persona a su Centro, donde mora la divinidad con su brillo. A partir de la recuperación de lo sagrado, entrevisto en todas las cosas, los seres humanos darán un nuevo aliento a las religiones históricas y a las diversas tradiciones espirituales o reinventarán otras religiones o caminos espirituales.

Esta espiritualidad, fundada en la re-ligación, en la experiencia del anima y de lo sagrado, deja atrás las religiones de cuño patriarcal. El mismo cristianismo asumió las características patriarcales, ausentes en la experiencia de Jesús, que es más bien femenina. Él presenta al Abba (papacito) celestial con características de madre, llena de misericordia y reconciliación. Pero fue traducida (y en parte traicionada) en el marco de dominación de los hombres, que se creen los únicos representantes de Dios y de Cristo (jerarquía, clericalismo, celibatarismo). Esta forma patriarcal de religión introdujo profundos dualismos: entre Dios y mundo, espíritu y materia, vida terrena y vida eterna, religión natural y religión revelada, religión verdadera y religiones falsas. La nueva religión que integra lo masculino y lo femenino (animus y anima) enfatiza la unión entre fe y vida. Identifica la profunda unidad de la experiencia espiritual, expresada en los muchos caminos y religiones. Subraya el panenteísmo, que se afirma: Dios está en todas las cosas y todas las cosas están en Dios. Existe comunión y no separación entre Dios y criatura. Dios no habita sólo en los cielos, sino en todas partes, especialmente en la profundidad del ser humano.

A causa de todos estos valores, la civilización de la re-ligación dará importancia a la religión y a la espiritualidad, como instancia que se propone re-ligar todas las cosas entre sí, con el ser humano y con el Supremo, porque las ve todas re-ligadas umbilicalmente con su Creador. Esta civilización que emerge será religiosa o no lo será. Poco importa el tipo de religión –occidental, oriental, antigua, moderna– con tal que que vincule y alimente continuamente la experiencia radical de re-ligación, expresada en mil caminos religiosos y espirituales, experiencia que consiga re-ligar, efectivamente, todas las cosas y gestar un sentido de totalidad y de integración. Entonces podrá surgir la civilización de la etapa planetaria, de la sociedad terrenal, la primera civilización de la humanidad como humanidad.

Nos sentiremos todos implicados en una misma conciencia colectiva, en una misma responsabilidad común, dentro de una misma y única arca de Noé que es la nave espacial azul-blanca, la Tierra. En ella y con ella nos salvamos o nos perdemos todos.

El vuelo del águila

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