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5. EL LARGO CAMINO DEL SER HUMANO RUMBO A LA INTEGRACIÓN
ОглавлениеPara alcanzar una sabiduría que nos ofrezca alguna luz sobre la conexión dia-bólica y sim-bólica de la realidad, importa:
En primer lugar, quitar al ser humano de su falso pedestal y sacarlo de la soledad donde se autocolocó: fuera y por encima de la naturaleza. Es su antropocentrismo ancestral y su individualismo visceral. Inter-existe y co-existe con otros seres en el mundo y en el universo. Necesita reconocer ese vínculo de solidaridad cósmica, e insertarse conscientemente en ella. Centralizarse en sí mismo -antropocentrismoes señal de arrogancia y de falsa conciencia. En primera instancia, nosotros somos para la Tierra. Solamente a partir de ahí, la Tierra es para nosotros.
En segundo lugar, importa devolver el ser humano a la comunidad de los humanos; descubrir a la familia humana, el sentimiento de solaridad, de corresponsabilidad, de familiaridad, de intimidad y de subjetividad. Hoy la planetización se realiza en su edad de hierro, bajo el mercado competitivo y no cooperativo. Por eso causa tantas víctimas. Pero crea las precondiciones materiales para nuevas formas de planetización: la política, la ética, la cultura y otras. Ofrece la base imprescindible para una nueva etapa de la hominización: la etapa planetaria, de la conciencia de la especie y de la única sociedad mundial. A ella se ordena, quiéralo o no.
En tercer lugar, importa pasar de la humanidad a la comunidad de los seres vivos (biocenosis4). El ser humano necesita desarrollar veneración, respeto, piedad, compasión con todos los seres que sienten y sufren. Cruel e inhumano es matar niños y torturar animales. Es falta de compasión mantener vacas confinadas en un estrechísimo recinto, con alimentación químicamente balanceada, para que se trasformen en fábricas de carne. Dramático, también, es perder la piedad para con la vida humana y la compasión para con todos los que sufren. Con esas actitudes, nada será imposible, guerras nucleares, colapsos ecológicos, la autodestrucción de la especie homo. Importa defender la vida, los valores de la vida y una política orientada a la salvaguarda y desarrollo integral de la vida.
En cuarto lugar, urge pasar de la comunidad de los seres vivos (biocenosis5) a la Tierra, entendida como Gran Madre, Gaia6 y superorganismo vivo. El ser humano es hijo e hija de la Tierra. Más todavía, es la misma Tierra que en su evolución ha llegado al nivel de conciencia refleja, de “amorización”, de responsabilidad y de veneración del Misterio.
En quinto lugar, importa pasar de la Tierra al cosmos. Lo que el ser humano es en relación a la Tierra (la conciencia y el amor), es la Tierra en relación al cosmos. Uno de los lugares, quién sabe, entre otros millones y millones donde irrumpió el Espíritu, la Conciencia y el Amor incondicional. La Tierra es uno de los cerebros y uno de los corazones del cosmos que todos conocemos.
Por fin, urge pasar del cosmos al Creador. Toca al ser humano descifrar el misterio que sobrepasa y subyace en todos los seres y en todo el universo. El hombre y la mujer modernos que han pasado por la universidad son generalmente agnósticos. Tienen dificultad para creer. Y, cuando creen, tiene dificultad para mostrar su fe. Diferentemente se comportaba el ser humano de otras etapas de la evolución. Sabía dar al misterio mil denominaciones. Hacerle fiestas, celebrar su advenimiento. En fin, el ser humano era y es todavía hoy un ser espiritual, hijo e hija de Dios, Dios mismo por participación.
Queremos, en nuestro texto, dialectizar el águila y la gallina, lo dia-bólico y lo sim-bólico, el caos y el cosmos, a fin de presentar una tentativa sincera de integración que sea holística7, abierta y esperanzadora ante la crisis que dosola y acrisola a todos.