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6. LA APARICIÓN DE UNA CIVILIZACIÓN PLANETARIA

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Esta nueva civilización no es sólo un deseo y un sueño alegre. Está surgiendo. Viene, ante todo, bajo el nombre de mundialización y de globalización. Se trata de un proceso irreversible. Representa indiscutiblemente una etapa nueva en la historia de la Tierra y del ser humano. Estamos superando los límites de los estados-naciones y dirigiéndonos hacia la constitución de una única sociedad mundial que demanda más y más una dirección central para las cuestiones concernientes a todos los humanos, como la alimentación, el agua, la atmósfera, la salud, la vivienda, la educación, la comunicación y la protección de la tierra.

Es verdad que estamos todavía en la fase de la globalización competitiva, opuesta a la globalización cooperativa, que supone una economía diferente, estructurada alrededor de la producción de lo necesario para todos, seres humanos y demás seres vivos de la creación. Pero ella cumple una condición fundamental: crear las bases materiales para otras formas de mundialización, más importantes y necesarias.

Efectivamente, lo queramos o no, ya se está anunciando también una mundialización bajo el signo de la ética, del sentido de la compasión universal, del descubrimiento de la familia humana y de las personas de los más diferentes pueblos, como sujetos de derechos que no dependen del poder económico y político de los pueblos o del dinero de su bolso, ni del color de su piel, ni de la religión que profesan. Estamos todos bajo el mismo arco-iris de la solidaridad, del respeto y de la valorización de las diferencias y movidos por el amor que nos hace a todos hermanos y hermanas.

La mundialización se hará también en la esfera de la política que deberá reconstruir las relaciones del poder, ya no en la forma de dominación/explotación de las personas y de la naturaleza, sino en la forma de la mutualidad biofílica (= reciprocidad entre los seres vivos) y de la colaboración entre todos los pueblos, base de la convivencia colectiva en la justicia, en la paz y en la alianza fraternal/sororal con la naturaleza. Ésta deberá organizarse alrededor de una meta común: garantizar el futuro del sistema Tierra y las condiciones para que el ser humano pueda continuar viviendo y desarrollándose, como lo ha venido haciendo desde hace cerca de 10 millones de años.

Por fin habrá, seguramente, una mundialización de la experiencia del Espíritu en el desarrollo de las energías espirituales que se extienden por todo el universo, trabajan la profundidad humana y las culturas y refuerzan la sinergia, la solidaridad, el amor a la vida a partir de los más amenazados y la veneración del Misterio que penetra en todo y en todo resplandece, misterio al que se da culto en la oración, en la contemplación y caminando bajo su luz.

Estamos ante un experimento sin precedentes en la historia de la humanidad. O creamos una nueva luz, o vamos al encuentro de las tinieblas. O seguimos el camino de Emaús del compartir y de la hospitalidad, o experimentaremos el camino del Calvario, el descenso solitario al infierno en cuyo portal Dante Alighieri escribió: «Dejad toda esperanza, vosotros los que entráis”

El vuelo del águila

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