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Оглавление8. ¿QUÉ ES, A FIN DE CUENTAS, EL SER HUMANO?
¿Quiénes somos nosotros? Toda cultura, todo saber y toda persona tratan de de responder a esta pregunta. La mayoría de las compren- siones son insulares, rehenes de un determinado modo de visión. Sin embargo, las aportaciones de las ciencias de la Tierra, englobadas en la teoría de la evolución ampliada, nos han ofrecido visiones complejas y totalizadoras, insertándonos como un momento del proceso global, físico, biológico y cultural. Pero no han conseguido acallar la pregunta, sino que más bien la han radicalizado.¿Quiénes somos nosotros, a fin de cuentas? El ser humano es una manifesta- ción del estado de energía de fondo de donde todo proviene (vacío cuántico o Fuente originaria de todo ser); un ser cósmico, parte de un universo entre otros universos paralelos, articulado en once dimensiones (Teoría de las Cuerdas); formado por los mismos ele- mentos físico-químicos y por las mismas energías que componen todos los seres; habitante de una de los doscientos mil millones de galaxias; dependiente del Sol, una de los trescientos mil millones de estrellas de quinta categoría, situada a 27.000 años luz del centro de la Vía Láctea, cerca del brazo interior de la espiral de Orión. Un ser que habita en un minúsculo planeta, la Tierra, considerada como un súper Ente vivo llamado Gaia.
Somos un eslabón de la corriente única de la vida; un animal de la rama de los vertebrados, sexuado, de la clase de los mamíferos, del orden de los primates, de la familia de los homínidos, del género homo, de la especie sapiens/demens; dotado de un cuerpo formado por treinta mil millones de células, continuamente renovado por un sistema genético formado a lo largo de 3.800 millones de años; portador de tres niveles de cerebro con entre diez y cien mil millones de neuronas, el reptiliano, aparecido hace 300 millones de años, en torno al cual se formó el cerebro límbico hace 220 millones de años y completado, finalmente, por el cerebro neo-cortical, aparecido hace entre 5 y 7 millones de años, aproximadamente, con el que organizamos conceptualmente el mundo; portador de una psique con la misma ancestralidad que el cuerpo y que le permite ser sujeto, estructurada en torno al deseo, a arquetipos ancestrales y a todo tipo de emociones; un ser coronado por el espíritu, que es ese momento de la conciencia que le permite sentirse parte de un todo mayor, que lo hace estar siempre abierto al otro y al infinito; un ser capaz de intervenir en la naturaleza, hacer cultura, crear y percibir significa- dos y valores e indagar sobre el sentido último del Todo, hoy en su fase planetaria, rumbo a la noosfera, por la que mentes y corazones habrán de converger en una humanidad unificada.
Nadie mejor que Pascal (1623-1662) para expresar el complejo ser que somos: «¿Qué es el ser humano en la naturaleza? Una nada frente al infinito, un todo frente a la nada, un eslabón entre la nada y el todo, pero incapaz de ver la nada de donde procede ni el infinito hacia el que es atraído». En él se cruzan los tres infinitos: el infinita- mente pequeño, el infinitamente grande y el infinitamente complejo (Teilhard de Chardin). Siendo eso todo, nos sentimos incompletos y todavía naciendo. Estamos siempre en la prehistoria de nosotros mismos. A pesar de lo cual, experimentamos que somos un proyec- to infinito que reclama su objeto adecuado, también infinito, y que llamamos Dios.
Y somos mortales. Nos cuesta aceptar la muerte dentro de la vida y el carácter dramático del destino humano. Gracias al amor, al arte y a la fe, presentimos que hay algo más allá de la muerte. Y sospechamos que, en el balance final de las cosas, un pequeño gesto de amor verdadero que hayamos hecho vale más que toda la materia y la energía del universo juntas. Por eso, solo tiene sentido hablar, creer y esperar en Dios si este es experimentado como prolongación del amor en la forma del infinito.
Compete a la singularidad del ser humano no solo aprehender una Presencia, Dios, que invade a todos los seres, sino mantener con ella un diálogo de amistad y de amor, pues intuye que responde al infinito deseo que siente dentro de sí, Infinito que se le adecua perfectamente y en el que puede descansar.
No se trata de un objeto más ni de una energía de tantas. Si así fuera, podría ser detectado por la ciencia. Se muestra como aquel so- porte que todo lo sustenta, lo alimenta y lo mantiene en la existencia. Sin él, todo retornaría a la nada o al vacío cuántico de donde salió. Él es la fuerza que hace que el pensamiento piense, pero no pueda ser pensado. El ojo que todo lo ve, pero no puede ser visto. Él es el Misterio siempre conocido y siempre por conocer indefinidamente. Él es el todo y la nada, pero que penetra hasta las entrañas mismas de todo ser humano.