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1. DOS COSMOLOGÍAS EN CONFLICTO

No son pocos los que se preguntan cuál será el legado de la crisis económico-financiera de 2008. Nadie sale ileso de una crisis, y en especial de esta, que tiene unas dimensiones planetarias. Nadie sabe nada con certeza. Pero yo sospecho que habrá de producirse un gran debate de ideas acerca del futuro de la Tierra, de la vida y de nuestra civilización. En otras palabras, se tratará, de hecho, del gran debate en torno a las dos cosmologías presentes y en conflicto en el escenario de la historia, donde cada una proyecta su visión de futuro.

Por «cosmología» entendemos la visión del mundo (cosmovisión) que subyace a las ideas, las prácticas, los hábitos y los sueños de una sociedad. Cada cultura posee su propia cosmología, con la cual intenta explicar el origen, la evolución y la finalidad del universo, así como definir el lugar del ser humano dentro de él.

Nuestra cosmología actual es la cosmología de la conquista, el dominio y la explotación del mundo en función del progreso y de un crecimiento ilimitado. Se caracteriza por ser antropocéntrica, mecanicista, determinista, atomista y reduccionista. Como conse- cuencia de esta cosmovisión, nos encontramos con el hecho de que el 20% de la población mundial controla y consume el 80% de todos los recursos naturales, abriendo entre ricos y pobres un abismo ab- solutamente inédito a lo largo de la historia. La mitad de los grandes bosques han sido destruidos; el 65% de las tierras cultivables se ha perdido; entre 70.000 y 100.000 especies de seres vivos desaparecen cada año; y más de mil agentes químicos sintéticos, tóxicos en su mayoría, son arrojados a los suelos, al aire y a las aguas.

Se han construido armas de destrucción masiva capaces de acabar con toda vida humana. Y la consecuencia última de todo ello es el desequilibrio del sistema-Tierra, que se manifiesta en el calentamien- to global. Con los gases ya acumulados resulta fatalmente inevitable que para 2035 haya aumentado la temperatura media dos grados centígrados; y si no nos esforzamos lo suficiente para reducir los gases de efecto invernadero, antes de finales del siglo habrá aumentado entre cuatro y cinco grados centígrados, lo cual hará que la vida, tal como la conocemos hoy, resulte prácticamente imposible, y la propia especie humana correrá el riesgo de desaparecer.

El predominio de los intereses económicos especialmente espe- culativos (hacer dinero sin trabajar ni producir), capaces de reducir a países enteros a la miseria más brutal, unido al consumismo, han trivializado nuestra percepción del riesgo en el que nos encontramos y conspiran contra cualquier cambio de rumbo.

En contraposición, está haciendo su aparición, cada vez con mayor fuerza, una cosmología alternativa y potencialmente salvadora: la cosmología de la transformación, que lleva más de un siglo elabo- rándose y que tuvo su mejor expresión en la Carta de la Tierra. Dicha cosmología, derivada de las ciencias del universo, de la Tierra y de la vida, sitúa nuestra realidad dentro de la cosmogénesis, ese inmenso proceso evolutivo iniciado a partir del big bang, hace cerca de 13.700 millones de años.

El universo está constantemente transformándose, expandién- dose, autoorganizándose y autocreándose. Su estado natural es la evolución, no la estabilidad; la transformación y la adaptabilidad, no la inmutabilidad y la permanencia. En él, todo es relación en re- des, y nada existe fuera de esta relación. Por eso todos los seres son interdependientes y colaboran entre sí para evolucionar conjunta- mente y garantizar el equilibrio de todos los factores. El centro no lo constituye la acumulación de bienes materiales, sino la sustentación de toda la vida.

La transformación pertenece a la lógica de la vida: una semilla se transforma en tallo, en tronco, en ramas, en hojas, en flores y en frutos. Y lo mismo ocurre con cualquier organismo vivo y con cada uno de nosotros, que ya no somos los mismos que cuando éramos niños ni seremos los mismos cuando estemos a punto de decirle adiós a este mundo. Todo es transformación, especialmente en la muerte, en que se da el gran paso alquímico y se accede a otro nivel y a otro orden de vida. Los cristianos suelen decir: no vivimos para morir; morimos para resucitar, para transformarnos en hombres y mujeres nuevos.

Detrás de todos los seres está actuando la Energía de Fondo, tam- bién llamada «Abismo Alimentador de Todo el Ser», que dio origen y anima al universo, haciendo que se produzcan emergencias nuevas, la más espectacular de las cuales es la Tierra viva y, dentro de ella, nosotros, los humanos, como la parte inteligente y consciente de ella y con la misión de cuidarla.

Vivimos tiempos de urgencia. El conjunto de las crisis actuales está creando una espiral de necesidades de cambios que, si no se im- plementan, nos conducirán fatalmente a un colapso, pero que, si los asumimos, podrán llevarnos a un nivel más elevado de civilización. Es en este momento cuando la nueva cosmología se revela inspira- dora. En lugar de dominar la naturaleza, nos introduce en su mismo seno, en profunda sintonía y sinergia. En lugar de una globalización unificadora de las diferencias, nos sugiere el biorregionalismo, que valora las diferencias de cada ecosistema.

Este modelo busca construir sociedades autosostenibles dentro de las posibilidades de las biorregiones, basadas en la ecología, en la cultura local y en la participación de las poblaciones, respetando la naturaleza y buscando el «bien vivir», que es la armonía entre todos y con la Madre Tierra.

Lo que caracteriza a esta nueva cosmología es el cuidado, en lugar de la dominación; el reconocimiento del valor intrínseco de cada ser, en lugar de su mera utilización humana; el respeto por toda la vida y por los derechos y la dignidad de la naturaleza, en lugar de su explotación.

La fuerza de esta cosmología reside en el hecho de que es más acorde con las verdaderas necesidades humanas y con la lógica del propio universo. Si optamos por ella, tendremos la oportunidad de crear una civilización planetaria en la que la vida de la Tierra y del ser humano, el cuidado, la cooperación, el amor, el respeto, la alegría y la espiritualidad ganarán en centralidad. Será el gran cambio salvador que necesitamos urgentemente.

La Tierra está en nuestras manos

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